Fabián Rodríguez: Antología primera
Antología primera comienza con el origen o, paradójicamente, regresa a ese origen, y finaliza con el retrato de sí mismo, que es otra forma de volver. Pensemos en la propuesta de una “escritura sísmica”, de un “temblor de piedras”, tal vez la poesía es eso que acontece en el mito de las cosas más comunes.
Fragmento del prólogo de Jacobo Viveros Granja
Hubo una época en que las calles fueron oráculos de la Infancia
A veces se escucha un rumor de voces
correteando de un lugar a otro
escondiéndose detrás de algún poste o bajo los carros
contando hasta cien de cinco en cinco
un rumor de voces de cara a una pared
de una casa vecina
cuyas grietas
seguramente
fueron olvidadas con el tiempo
Una pared ante la cual
quedaron esparcidas
las tapas de cerveza
la rayuela sobre el asfalto
o la marca de una pelota que no alcanzó a desviar
un portero de cuarta división
El rumor de voces en una época
en que salvar patria
era nuestro grito de independencia
nuestra forma de encarrillar en la memoria
los presagios que anunciaban el Destino
en aquella esquina del barrio
en aquel lugar de la Infancia.
Arte poética
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
Traspasado por un rayo de sol
Y de pronto anochece
Salvatore Quasimodo
no decir nada
no permitir que el habla se detenga en las palabras
callarse en la posibilidad de decir algo
u ocupar el no-lugar del silencio
la Escritura de Señas
el lenguaje que anuncia su propia muerte
Kafka o Artaud o la poesía de mudos
pidiendo auxilio sin decir una sola palabra
sin un decir
o sea
escapar de la propia voz
o buscar en otros sitios
una voz siempre otra
que no pretenda nombrar
que esté rota
que no busque esa cosa extraña que según las malas lenguas
se pasea por ahí en medio de lugares comunes
o aparece de manera inesperada
y nos atraviesa como un rayo de sol
en mitad de la noche.
Cómo escribir
cuando todo lo que quedaba
dejó de estar en el lugar de siempre
y ya no hay sitio
para este cuerpo hambriento
que tiene por costumbre
alimentar las hienas
que se alojan en su interior
y aunque sus risas
se impongan
ante los más viles instintos
se sabe de ellas
que también son seres de luz
de espíritu gregario
y que fue culpa de Adán
quien les otorgó
la injusticia
de ser un animal
de oscuros apetitos
como diría un poeta tolimense
a quien se le oye cantar sobre una criatura hiénica
que también come con hambre todo lo que se escribe
Invierno
Lleva los zapatos rotos
nadie lo nota
y no tienen por qué hacerlo
y no importa
y qué más da si alguien lleva los zapatos rotos
o remendados por el terco caminar sobre la lluvia
casi descalzo de frío
de hambre
de cansancio
de agujeros por todo lado
por donde se filtra el agua
de las cañerías
de las plazas de mercado
de las alcantarillas
y pasa por el frente de ustedes
ustedes que esquivan los charcos
y llevan sombrillas y chaquetas y escriben en cuadernos impermeables
con letra impermeable
versos impermeables
a los que nunca se les entra el agua.
Se pasea en frente de nosotros
sin dejar un solo rastro de sí
acaso un fuerte escurrirse de perro
que llama nuestra atención
o la de alguien que por una extraña circunstancia
se descuida de dar el paso correcto
y mete la pata entre un charco
y se olvida de sí mismo solo unos cuantos segundos
y entonces casi sin pensarlo mira de reojo
unos zapatos que parecen
bailar sobre la lluvia.
Fabián Andrés Rodríguez González (Bogotá, 1993). Docente de literatura y de creación literaria. Licenciado en español e inglés de la Universidad Pedagógica Nacional. Magíster en Literatura y Cultura del Instituto Caro y Cuervo. Miembro del comité editorial de la revista de poesía Ulrika y del equipo organizador del Festival Internacional de Poesía de Bogotá y de las Jornadas Universitarias de Poesía realizadas por CORPOULRIKA.