63. Orietta Lozano
La palabra en Orietta Lozano (Cali, 1956) lleva algo de mítico, una especie de música que se mueve desde atrás y ficciona algo desconocido; es una palabra que construye su propio universo. Desde diferentes planos, la realidad sucumbe frente al poema y se transforma en una estación intermedia, entre la vigilia y la imaginación, entre la superficie del agua y las formas secretas de su corriente. Podría decirse que estamos frente a un arte poética del sueño.
Desde su primer libro Fuego Secreto (1981) Orietta Lozano ha ido edificando una sólida obra que hoy la ubica entre las grandes poetas de la literatura colombiana. Compartimos una selección de su obra:
ORFANDAD
En la orfandad del silencio
no espero la respuesta,
hurgo, como el águila hurga el aire de su vuelo,
porque la palabra que retorna,
es el cristal donde la luz restalla.
Déjame decir en el solar del árbol,
dos sílabas de pájaro temblando.
Acaso estás tan ausente en mis tendones,
tan herido de las yedras de mi pausa,
tan silencio en la espina dorsal de mis palabras,
tan ido de mi lado, tan éxodo por mí,
tan encallado en mí
como rama temblando de granizo.
Ahora, sueño la tortuga
que arrastra la casa hacia su piedra,
los lobos en cardumen,
los peces en jauría;
el cuerpo vuelto arcilla,
en la epidermis de la esfera.
Escribo
como se traza un mapa de membranas,
para que mi aurícula no se piense rota,
y mi hueso sacro no delire espera;
escribo
delante del tiempo en contravía
en las mañanas antiguas del futuro;
como la yedra que hoy se inicia
y empieza a recordarnos.
MELANCOLÍA
Una niña con alas de hojalata,
trae palabras de hojalata
que crujen de amargura,
palabras desnudas con dedos azules,
palabras que perdonan.
Las da de alimento a los corderos,
las hunde en la carne del rebaño,
las vuelve alga, barro, mariposa,
tristes en sus manos,
suaves en sus huesos,
oscuras, en su antifaz de pájaro,
luminosas, brillan como espadas,
caen como lluvia,
se arrojan como ráfagas
desde un puente o una nube,
y ante el tridente ansioso, aúllan.
A veces en el filo del cuchillo,
se encuentra una palabra arrodillada.
La noche toma en sus manos,
el agua huérfana, que pide ser ángel,
que pide ser lámpara, que pide ser llave.
Cada palabra abrió su ojo,
vertió su luz.
HIEDRAS DE LA NIEBLA
En el amorfo vacío y la primera duda,
se mueven lentamente,
en la matriz de la nada,
los grandes abismos,
los bramidos del fuego
y las hiedras de la niebla.
Hubo entonces un día
y también hubo la noche,
el flujo del espíritu palpitó,
en la incertidumbre de las aguas.
Grandes pactos se sellaron
en los anillos hermanados
de las serpientes y los peces,
y todo se movía en el reino de la nada.
Aún lo que estaba quieto se movía.
la tierra, las estrellas y las grietas,
en los círculos y los siglos de cristal.
En la innominada noche,
la matriz se contrajo en la música del parto
en el que se erige la memoria,
y desde esa noche,
la tierra ha movido su lengua y su palabra,
y con ellas la íntima y estrecha comunión
de las especies.
A cada cual su paraíso,
su fuga y su arma redentora.
LA ESCRITORA
Ya clavé el puñal a mi fantasma,
corté mi larga cabellera,
y la di de comer a mis hambrientos tigres.
Deshice la herencia de los que murieron de tristeza,
y de un solo trago bebí el dolor del agua,
atravesé el bosque ardiente,
me sembré como una lila,
agonicé con la raíz del vientre entre las manos,
caminé con la dulce tos de la nostalgia,
y el cansado espejo que refleja
la turbiedad de mi costado.
Con cuanta suavidad
suspiro aún,
en el misterio y la palabra calma,
en el grito de la campana
que despierta
a las pequeñas luciérnagas,
que tan hondo cavan
en el centro de mi espalda.
LA AMIGA
Salve a ti,
la innombrable, la innominada;
las muchachas errantes
que no piden consuelo
y temblorosas naufragan cada noche
en la isla de la nada,
y en el agua oscura y silenciosa
lavan los pies de su amargura.
La ausente, la lejana,
absorta en el insomnio y la neblina,
a sus túneles de bruma,
a su alucinado talismán.
Salve a ti, la fatigada,
habitante de sueños y de duelos,
mira bien la marea,
hasta donde desaparecen
los últimos guijarros,
y el agua que apenas roza
las catedrales de arena.
Salve a ti, la solitaria,
que se anuda a su garganta
la solitaria soga
ante los felices invitados.
Guardaste escarabajos
en la escarcha del invierno,
y en la yerba dulce de la noche
repasas la fisura de todo lo imposible.
CIUDAD DORMIDA
Yo llamo a la puerta del acantilado,
a los pájaros en vuelo,
a las perlas que titilan
en el fondo de las aguas.
a los perfumes que destilan
las fuentes de los cielos,
a los trenes y animales en huida,
a la tristeza oculta en los espejos.
Llamo a las cortinas,
llamo a las ventanas,
a las puertas que se pierden
en los secretos del pliegue de los vientos;
llamo a los ángeles,
que bailan, en la escalera del crepúsculo.
Llamo, en fin, que da lo mismo,
a la cortina, a la ventana, a la escalera,
que en la sombra del ocaso
se confunde con las perlas,
la escarcha, el umbral de lo olvidado.
CAMINOS
El camino es una flor de piedra
contempla imperturbable y en silencio
como cae el cristal plateado de la espera,
repite las palabras
del que en silencio lo recorre.
En las arterias de los puentes se detiene,
en el rostro del agua se bifurca.
En el camino, alguien se detiene
a cambiar sueños
por dorados candelabros,
y tal vez se haga menos denso
el recorrido de este viaje.
El camino es anfibio,
es anónimo, secreto,
contempla trémulo y en silencio,
cómo se van hilando y fragmentando
las pasiones de los hombres.
El camino es una cofradía de piedras
que susurran como niñas.
busca el faro, una campana,
el crepitar de los espejos,
palpa el caballo azul
de la innominada muerte,
recuerda que el amor tiembla
como la luz del alba
y solitario espera la pradera del descanso.
BODA BLANCA
En mí laten el aliento del espejo,
el poeta que cava su agujero,
y el flujo iluminado
que derrama
la herida de los siglos.
La belleza es un lirio,
Dios, una niña enferma,
el amor, el resplandor de una fisura.
LA ESPERA
No hubo nunca más una palabra
hubo crepúsculos, albas, urnas, torres,
a veces el tintineo de una risa...
Para decir frío,
señalaba un abrigo, una cueva o al astro luminoso.
Para decir no,
miraba fijamente hacia el ocaso
y ofrecía con sus manos
el líquido irisado de los vientos.
Hubo cartas con dibujos herméticos y mapas,
hubo un iceberg como un ángel guardián
para su casa,
hubo en brazos de la resurrección
una espera, una señal,
Nunca más una palabra,
un sonido, el eco, un gemido.
Los días le otorgaron la feliz evasión
hacia el silencio.
ESTRELLAS EN LA NIEBLA
Me vestí con el mismo traje de tu muerte,
y tal vez más desquiciada,
queriendo hallar doble recuerdo,
tomé la mano de mi hija
y la ovillé como si fuera un hongo
o una hoja de papel, en la que no alcancé a escribir;
me hundí con ella,
en el leve vapor del horno
que me legaras en la mañana de un invierno.
Cerramos los ojos, y el mundo siguió hurgando,
buscando gusanos de zafiro.
Del cuervo y la multitud te salvo,
Sylvia Plath,
sé que quieres escapar de las promesas,
encontrar tu agua oscura
y venir a mi legítimo silencio.
Yo, Aissa Wevill,
esta mañana, he cambiado
la abyecta hora del reloj,
ahora estoy subiendo las escaleras de tu aldea,
¡vamos, Sylvia,
dispárame!
hallarás tus ovejas en la niebla.
Orietta Lozano "Escribo para ver el resplandor" (Cali, Colombia). Su obra incluye poesía, narrativa y ensayos literarios. Libros publicados: “La herida de los siglos” Editorial Ibañez, 2017, “Albacea de la luz”, Editorial Cuadernos Negros, 2015; “Resplandor del abismo” Universidad Externado de Colombia, 2011; “Peldaños de Agua”, Editorial Caza de Libros, 2010; “El Solar de la Esfera”, Universidad del Valle, 2002; “Luminar”: novela, Universidad del Valle,1994; “Antología Amorosa”, Editorial Tiempo Presente, 1996; “Alejandra Pizarnik”: ensayo, Editorial Tiempo Presente,1990; El Vampiro Esperado”,1987; “Memoria de los Espejos”, Editorial Puesto de Combate, 1983; “Fuego Secreto”, Editorial Puesto de Combate, 1981.
Ha sido incluida en diversas antologías, entre ellas: Poesía colombiana, Antología 1931-2005 México, 2006; Una Gravedad alegre, Poesía Latinoamericana, España 2007; Mundo Mágico: Colombia, Poesía colombiana, Brasil, 2007; Silencio en el jardín de la Poesía, Colombia 2012, “Azul casi púrpura” Antología de poetas mujeres, Colombia, 2017.
Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, con su libro de poesía “El vampiro esperado”.