Carlos Merchán
Presentamos un conjunto de poemas de Carlos Alberto Merchán Basabe (Bogotá, Colombia, 1972). Profesor de planta de la Universidad Pedagógica Nacional -Colombia. Ganador en 1996 del premio de poesía universitario de la UPN, con su serie “A Suramérica India”, tercer puesto en el concurso de cuento corto Universidad Autónoma de Bucaramanga en 2004, con su texto “matar el tiempo” y tercer puesto en el concurso de cuento del Laboratorio Virtual de Escritura Creativa del taller de la Universidad Externado de Colombia 2021, con su cuento “La fiesta de fin de año”. Ha publicado con la Editorial Aula de Humanidades (Colombia): Cuentos y poemas para embosCarlos (2018) en coautoría con Carlos López, El lugar de los vencidos y poemas del odio (2020), Letras en fuga y poemas a la estirpe (2020). De ForMa SiOneZ (2022), con el Ángel Editor (Ecuador, 2022); y, Cuerpos inconclusos, con la Editorial NovelArte (Argentina, 2023). Aparece en diversas antologías de Colombia y Latinoamérica.
De Forma Sionez
Hay en mí deformaciones de color café
que hieden y expulsan pus de odio
se envilecen
con un trago de anís o de ron
y es horroroso al ojo agudo
de toda persona de bien.
Suelen, estos adefesios que me habitan,
gritar improperios a la esquina silenciosa de tu puerta
hasta levantar el mundo con mi ira
como si fuera yo toda la mafia
y agonizar a Dios, pudiera. Soy un monstruo
que mata en cada gesto y palabra.
Soy vil, de sonrisa amplia, jorobado de orgullo y petulancia
que suele mentir con cada beso
e invento, en mis acosos de jauría
las formas más sucias de mancharte
de transgredir tu vos. Soy mala persona.
Una confiable y magnífica decepción.
Con mis deformaciones le he arrancado los ojos a Cristo
he roto los pactos He matado un hijo
y sin la labor del sacrificio no me ocupa ninguna redención.
Así que de trofeo cargo el alma de muchos
colección funesta que admiro en la noche
con mi sadismo inconmensurable y mi sed de sangre.
Tengo un inventario de horrores
que conocidos y extraños señalan para hacerme mejor...
Pero soy un fraude
un glorioso engaño
un canalla abusivo
un cristo sin compasión.
Algunas de mis más denotadas de forma xyones se hacen souvenir
memorias condescendientes, payasadas que yo mismo acepto…, dan náusea:
una rosa o un dulce como obsequio
una palabra melosa de preocupación
el esfuerzo de querer con desprendimiento
un abrazo erecto
la lucha de quedarme y ser feliz.
Deformaciones que provocan asco al mirarlas con distancia,
una repulsión inefable que regurgito en llanto estéril
de forma sionez, todas, tan grandes y pesadas
que debo caminar de rodillas, humillarme
y en ocasiones arrastrarme de forma mezquina
para poder comer las heces que alguien me tira, sin afecto.
Deformaciones llenas de bondad aberrante, que imploran por mi alma,
y no sirven para nada.
Causan una especie de repugnancia honesta
que termina siempre en derrota, y tengo que buscar en la basura
eso que otros llaman perdón para volver con mis anomalías
a matar, con poemas, todas mis nostalgias.
En otras ocasiones, especialmente cuando estoy más calmo,
y estoy cansado de gritar, luchar, batirme y urdirme en odios
trato pero no puedo levantar mi sobrecarga
y me baño con mi incontinencia que es la única suerte que me queda
y lavo todos mis pecados, y me unto toda la mierda que puedo
cada vez que alguien quiere abrazarme.
Soy una mala persona
cuyas De Forma Sionez tienen la forma del amor.
Declaración de un hombre que mató un ángel y vive sin ser juzgado
A mi hijo Christiam, un ángel.
He matado un ángel, lo confieso.
Le arranqué su alma con mis gritos.
Hice sangrar sus ojos con mi cara de odio
hasta que los saqué de su cuenca y quedó ciego...
Ya no puede ver ni presentir el futuro.
Le amputé sus manos sabias, con regaños,
hasta que sus muñones olvidaron la caricia,
atrofié, no conforme, con la ira
sus abrazos
y sus piernas,
hasta que tuvo miedo del intento
y por miedo a fracasar se resignó a la ruina,
y ahora ronda dentro del ataúd
que, para su alma, con mi amor, tuve que forjar.
Le cercené el afecto para que no sufriera,
dejándole enterrado un egoísmo consigo mismo,
obligándolo a olvidar que el amor es esperanza;
hasta que aceptara que el amor no tiene nada bueno.
Inclusive, si viene del padre.
Le escupí la cara con mi irrespeto hasta humillarlo
preparándolo para el odio de los hombres,
para que aceptara con resignación el vejamen de jefes y patrones
en toda empresa,
incluso, en el amor.
Para que no sufriera. Deberá reconocerlo, algún día.
Le inculqué un desagrado por mi especie, por mi estirpe y herencia, un reniego infinito a la casa
dándole todo a la mano como fuga,
evitando que tuviera sus deseos, incluso, que soñara;
y si soñaba, las veces que soñará, para castigar tal desatino,
le recordé que era un sueño y me burlaba,
y le hundía el dedo en la llaga hasta que lloraba
y sus lágrimas esfumaban todo sueño.
Soñar no deja nada bueno.
Le cerré la boca como esclavo para que no me diera el perdón
mientras yo moría. Para que nunca se quejara, también.
La queja es una culpa que nos mira como un fantasma
que nos clava un remordimiento con su aliento.
Por eso evite que hablara, hasta que olvidó decir te quiero.
He matado un ángel, lo confieso.
Tenía miedo de que sufriera. Aún lo tengo.
Lo he matado porque lo amaba y era mejor que yo.
Lo acepto.
Y así, muerto, y todo eso,
él me mira sin ser yo juzgado,
y él, sigue siendo perfecto.
Una camisa llora en el tendedero
A los desaparecidos…
He dejado desnuda mi camisa consentida,
le he quitado mi cuerpo;
doblado en cuatro para que no sienta frío.
Sus mangas ya no me abrazan
y sus ojales ya no besan, con su boca profunda
y sus botones marfil oscuro,
el calor de mis entrañas, la tibieza de mis caricias, de mi cuerpo.
En la mañana…
nariz limpia, sin recato.
¡Herida, la he arrojado a la ropa sucia!
El reloj me acosa con sus mil atmósferas,
sus mil jefes, sus trancones de autos, piernas y cobijas.
Con sus afanes de muerte que me persiguen desde el inicio.
Me voy al jornal, acosado, sin despedirme…
mi madre y sus abrazos.
Me impregno en un adiós: ¡Ø larga partida!
Dejo parte de mi cuerpo en las ventanas de mi casa
hasta perderme en el olvido del reflejo;
en el espejo que me mira sin sorpresa,
en el pocillo que me besa la última mañana…
Me voy
apresado por el día, sin despedirme…
mi madre y sus abrazos.
En la möbius de la tarde, mi madre,
bella madre,
con sus manos cansadas de acariciar
y encorvada la espalda,
años de humillarse ante el lavadero,
bautiza nuevamente mi consentida
después de renegar por mis malsanas huellas
y la ida sin despedida.
Entonces,
madre y camisa,
ventana, espejo, pocillo
que saben la partida, pero ignoran si hay regreso,
sonreirán de risa y esperanza,
esperando mi venida.
Mi retorno sano ya no verán.
Una madre llora en secreto
y una camisa en el tendedero.
Surrealismo
Mis vísceras no distinguen,
aman, sin preguntarse qué es el amor
Cristina Peri Rossi
Te soñé
y eras una vaca
blanca de pintas negras
con las tetas llenas de leche
Una leche blanca y llena de nata
pero
no eras dócil
No eras esa vaca tonta y noble
que me da su leche sin decir nada
que se deja arrastrar al matadero
mientras cierra sus ojos grandes
como quien no quiere ver
No
No eras una vaca sosa
Tirabas de la cuerda
con fuerza apenas desmedida
y de pronto ya no eras una vaca
de tetas llenas de leche blanca
sino una fiera con mi sangre
entre los colmillos
y yo
una presa en el circo
triturado en la arena.
Intentos fallidos
Si decides venir, una vez más, pese a la fragilidad del ahora,
voz de fantasma,
al natural, desvestida, salaz y azul de ausencias,
y asistes al génesis de todas mis protestas contra los poetas,
una vez más, me invento para ti: la creación de Eva.
Y en ese estado de reconocimiento,
platónico, melancólico, dorado sueño,
yo tenderé el abrazo silencioso,
novicio, orgásmico, sicalíptico y develado
en que nos juntamos mientras dormías;
entonces seré Quijote, hablaré con exaltación:
te daré frases para tu perfil, mi último minicuento,
mi nocturno a Afrodita,
recomendaciones y razones para escribir,
seré poema de luz y paz, aventuras.
Si decides pasar, candidez emocional,
ríndete, antes que nada,
y no dejes mi queja al espejo cruel sin esperanza,
ni esta historia en un coitus interruptus.
Para mí, se exaltación.