Siete poemas peruanos
Nota y selección por Jorge Valbuena
Complejos días atraviesa Perú. Luchas, consignas y movilizaciones recorren su vértebra social. Que sea su poesía una forma de caminarla y sentirla, en estos siete poemas que nos hablan de su cauce cultural, del río de su voz, del tambor de sus ecos, poemas que se quiebran o deshojan para alzar un árbol en llamas. Rebeldía, memoria, transformación, contemplación del vértigo y paisajes herrumbrosos que auguran espigas de cambio. Una breve mirada hacia su inmensa geografía lírica para compartir las presentes huellas de su andanza.
Los nueve monstruos
César Vallejo
Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
poema
Javier Heraud
El valle de
Tarma es grande.
Pero más grande
es mi corazón
cuando lo miro,
pero más amplio
es mi pecho cuando
aspiro aire, y aire,
cielo y cóndor,
martes y jueves,
más grande que el
río es el hombre,
más grande que el
valle son los ojos
de tantos caminantes
de costado.
Perú en alto
Alejandro Romualdo
Según mi modo de sentir el fuego,
soy del amor: sencillamente ardiendo.
Según mi modo de sufrir el mundo,
soy del Perú, sencillamente siendo.
Tierra del sol, marcada al negro vivo,
llorando sangre por los poros, sombra
a media luz del bien, a media noche
del día por venir. Yo estoy contigo.
Golpe, furia, Perú: ¡todo es lo mismo!
saber, a ciencia incierta, lo que somos,
buscando, a media luz, otro destino,
con todo el cielo encima de los hombros.
Por eso quiero alzarte, recibirte
con los besos abiertos,
junto a la luz,
ardiendo de alegría.
Que traspasen los Andes sus murallas…
Magda Portal
Que traspasen los Andes sus murallas
viejas de tiempo y de tragedia
que crucen los caminos de los Incas
que recorrió Túpac Amaru
los ríos tumultuosos
los valles y las altas sierras
que hiendan los oídos de los pueblos
arrinconados en su inercia
y se estremezca la raíz profunda
a la sangre del Perú su raza
Hay que decir palabras como puños
en mitin de protesta
palabras como piedras
palabras como flechas
Alzadas a los cielos
semejarán banderas desplegadas
agitadas o tensas
y se oirán en el rugir del viento
por encima del mapa del Perú
y sobre el mar y más allá
señalando la ruta de los hombres
por los senderos nuevos
LIMA
Rosella di Paolo
A Herman Melville que la conoció de paso.
A Paul Gauguin que la conoció de niño.
Van vienen Melville y
Gauguin perdidos entre jiro
nes de baba blan
ca ballena enrollándose y des
enrollándose inmensa
tela virgen horror vacui
arpones pinceles pa
los de ciego en la neblina
toda superficie es blanca
herir las superficies
todas las superficies blancas
como el miedo / como el vítreo volcado de los ojos
o los cruzados huesos
vade retro cielo de Lima
vendaje horrendo rondante invento
de gallinazos
añil púrpura cian sangre ocre turquesa
sangre bermellón verde siena violeta
azul cobalto amarillo turquí sangre magenta
Crónica de Lima
Antonio Cisneros
Para Raúl Vargas
Para calmar la duda
que tormentosa crece
acuérdate, Hermelinda,
acuérdate de mí.
Hermelinda, vals criollo
Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el
día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mayor de mis hijos,
varón y hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis
batallas contra el Rey de los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis remordimientos.
(Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de
vergüenza o de pudor, maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
Oh ciudad
guardada por los cráneos y maneras de los reyes que fueron
los más torpes –y feos– de su tiempo.
Qué se perdió o ganó entre estas aguas.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los
Grandes Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.
Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
–hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego–.
El mar está muy cerca,
Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas,
su presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo–ladrillo.
Y el mar está muy cerca.
El horizonte es blando y estirado.
Piensa en el mundo
como una media esfera –media naranja, por ejemplo–
sobre cuatro elefantes,
sobre las cuatro columnas de Vulcano.
Y lo demás es niebla.
Una corona blanca y peluda te protege del espacio exterior.
Has de ver
cuatro casas del siglo XIX.
Nueve templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
Por 2 soles 50, también una caverna
donde los nobles obispos y señores –sus esposas, sus hijos–
dejaron el pellejo.
Los franciscanos –según te dirá el guía–
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas,
no–me–olvides
–acuérdate, Hermelinda– y en arcos florentinos las
tibias y los cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo
y sin especie conocida bajo el semáforo rojo.)
Hay, además, un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado.
Alaba sus aguas venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y
tienen otros dioses.
(Concierta alguna alianza conveniente.)
Este aire –te dirán–
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier
objeto al más breve contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación –acuérdate, Hermelinda– no depende
de ninguna voluntad.
El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
No lo podrás ver.
Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un oficio.
Y esta memoria –flexible como un puente de barcas–
que me amarra a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.
PUSAK
Carolina O.Fernández
Aquella tarde tomé un paraguas
y volé sobre un ave mensajera
Nuestros ojos divisaron un temerario Kuntur
encendía el fuego de su ira
cautivos estaban sus pichones
el vuelo majestuoso se perdió en brillante resplandor
Aceleramos El ave mensajera dejó caer gotas de rocío
vibró Kuntur como si fuese el último respiro
Llegamos a tiempo arrulló
Aprendí de las mensajeras los juegos a la ronda
La felicidad no se mide según el pbi
porque la vida no existe sin el tañir de mandolina
ni el aleteo de las hojas
Del fuego aprendí a enternecer el pensamiento
De la chara verde aprendí a curar las heridas
Del runasimi el lenguaje de los valles
del lenguaje de los valles la caída de la phaqcha
De madre puma el lenguaje de los espejos
El misterio de mi continente oscuro
***
Pintura peruana, escuela cusqueña. Tomada de: https://apuartesanias.pe/producto/pinturas/