Revista Latinoemerica de Poesía

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El poder es un animal mitológico con una sed insaciable



 

Por Jorge Valbuena

 

 

A propósito del reciente poemario Dios o el asesino, de Fabio Delgado, publicado por la editorial Quillango editores, 2023.

 

 

Cuando María Mercedes Carranza escribió ¨Soacha¨, ese poema que aún retumba en las moscas y todos sus cantos, dibujó un pájaro con el crepitar de las cenizas y le hizo un nido con piedras de las laderas y lo dejó allí como un pictograma para contar de los vuelos que no pudieron ser. Entonces Fabio Delgado tomó esa ave y la llevó a su palabra, la limpió de cuevas y espejismos, de orígenes y sables, la diseccionó y escribió esta taxonomía para ver de cerca, las hebras de su corazón, aún encendido de hielo.

Este libro es una galería de vuelos empozados. Un álbum de instantáneas como una ráfaga de explosiones que se expande en una vegetación de inmensas nubes negras que llueve y danza en este paisaje de retazos. Quince poemas que parecen estar manchados de turbiedad y cuya belleza estética radica en la posibilidad de hacer memorable la rebeldía y su terca dignidad, la memoria como un lugar que no pueden desaparecer, herir ni envilecer. ¨Suacha es una tierra torpe/con la tradición de ser fértil/abandonada y pobre.¨ reza en uno de sus versos, porque en esta tierra nada deja de crecer, a pesar de la incertidumbre los frutos caen sobre todas las cabezas sin piedad.

Esa es la colisión de este poemario, salimos desmadejados de él, recogiendo hierbas de los escombros para inventarnos un plumaje, un sabor amargo fecunda en la fronda de nuestras ramas cuaternarias, en nuestro temblor muisca, nuestro andrajo astral aún lleno de praderas trascendentales. Porque Dios o el asesino es un libro de historia, de la única manera que podríamos contar la historia con el ruido transmutando sobre nuestra piel, con la enciclopedia que conservamos quienes perdimos el hilo cronológico de los destinos, el orbe temporal del tiempo, y guardamos la historia fragmentada, hecha de implosiones, la línea del tiempo llena de minas quiebrapatas por la que hay que caminar con cautela casi siempre devolviéndonos a algún lugar marchito. ¨Estudiar la historia/ es enumerar una larga/fila de verdugos, /saber que el poder/es un animal mitológico/ con una sed insaciable

En ello Delgado, escritor y activista suachuno, ha sido incisivo, cada poema es una estampa familiar, pero también narra episodios del pueblo, sugiere escenas en sepia y a veces se intuye el crepitar antiguo de los acetatos musicales, y desaparecen, aquí todos los poemas se van desvaneciendo, como si también los hubieran desaparecido y la poesía logra salvar algo que está más allá del ruido, de las banderas, de las tumbas. Poemas en que la familia siembra escaleras de viento en una hacienda que después se llena de espanto, infancias habitadas por juegos de niños que se esconden para madurar tras los campanarios, hay poemas en los que transitan los bares y el transmilenio, un jazz a las tres de la mañana en una calle desierta, escenas como vestidos de niebla que quedan resonando en las partituras que aquí empezamos a recobrar.

Presiento que Suacha ocupa un espacio en la memoria de todo el país, de algún modo es allí donde cada década se levanta un emblema a la violencia, estatuas de humo para no olvidar la decadencia del  miedo. Galán y las Madres de Suacha son eslabones en largas cadenas de desapariciones, violencia, pero también explotación destierro, despojo, hambre, abandono, y el libro continúa, desbaratando estatuas de hielo. Hay gritos puestos a la periferia, porque así han querido que imaginemos a Suacha Cundinamarca, un lugar en la periferia, porque la guerra quieren que se recuerde en la periferia, porque en Cundinamarca la guerra quisieran que no hubiera sido, ni estado, ni crecido, pero la tuvimos y la tenemos, mientras no podamos asumir su realidad y Suacha ya es centro y epicentro, lugar donde todas nuestras huellas han detonado para decir ¡Basta Ya! Es hora de mirar este inmenso precipicio y encontrar nuestros ecos aún talados. ¡Aún somos presente!

La reciente obra de Fabio Delgado, publicada por la editorial Quillango editores (También de Suacha) habla de tragedias y deudas pendientes, pero también es una forma de esperanza. Su diálogo con el poema de María Mercedes es una alegoría al diálogo necesario que todos tenemos en lista y que no le corresponde solo a la JEP con un sector de víctimas y victimarios, todos los colombianos debemos hacer esta tarea de desarmarnos y mirar tantas miserias pendientes a los ojos, hablar con ellas y dedicar cada recuerdo a reencontrarnos, así como en algún momento Hannah Arendt confrontó a toda Alemania tras el holocausto. Todos hacemos parte del escombro y de la reconstrucción. Suacha no es un lugar lejano, es el centro del ahogo, el lodo centenario que nos lee como por un telescopio, desde el centro de la tierra. Dios o el asesino es un punto de no retorno para la no repetición pero también para volver a nacer y ser en la poesía. 

 

 

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El docente y poeta Fabio Andrés Delgado Micán nació el 6 de abril de 1985 en Soacha, municipio de Cundinamarca en Colombia. Estudió Ciencias Sociales en la Universidad La Gran Colombia. Ha publicado en una serie de revistas de poesía (Chile, Colombia, España, Argentina, México, Bolivia) varios de sus trabajos, ha sido gestor de colectivos literarios como ‘voces de quimera’ en Bogotá y de grupos culturales como ‘Seminaré’ en Soacha. Ha publicado los libros Asma, Lógicas vitales y Dios o el asesino, ganador del premio de Estimulos a publicación de obra literaria en el municipio de Soacha Cundinamarca, 2023.



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