“El camino que nos devora no es de estrellas”: Hacia una poética del amor en Despatriados / Exiled de Chary Gumeta
Juana M. Ramos
York College – The City University of New York (CUNY)
Allison O’Connor et al., en “Inmigrantes centroamericanos en los Estados Unidos”, indican que “[d]urante 2018 y 2019, el aumento en las llegadas de inmigrantes y solicitantes de asilo provenientes de Centroamérica en la frontera de México y los Estados Unidos pusieron a prueba la capacidad del sistema migratorio estadounidense”. Asimismo, hacen hincapié en que “[a]unque la atención de los medios y la opinión pública se enfocó en el incremento creciente en el número de familias y niños no acompañados del Triángulo Norte centroamericano, la inmigración de la región hacia los Estados Unidos tiene una historia que abarca décadas”; ya hacia 2017, “los inmigrantes centroamericanos formaban parte del 8 por ciento del total de los 44.5 millones de inmigrantes en Estados Unidos”. O’Connor et al. destacan, desde el principio de la cita con la que he abierto esta breve presentación, la preocupación del país norteamericano con respecto a la vulnerabilidad de las autoridades fronterizas, que no logran contener el flujo de personas migrantes que intentan ingresar a territorio estadounidense. Por otro lado, es posible inferir la insistencia en la homogeneización de las personas migrantes quienes, además, se pierden, se diluyen en datos y porcentajes cuyo propósito es destacar el trabajo de contención al que la seguridad de las fronteras se ven sometidas. En el resto del artículo encontramos más cifras que pretenden dar una idea del porcentaje de salvadoreños, guatemaltecos y hondureños, los países del llamado “Triángulo Norte”, que radican en los EE. UU. Mi impresión es la de hallarme frente a una masa amorfa, ante un conglomerado al que se intenta visibilizar mediante taxonomías, cuyos porcentajes hablan por estos grupos que se desplazan debido a la violencia social y a la violencia económica a las que están sometidos. A estas violencias se suma la corrupción de los gobiernos, que le niega a su tejido social más vulnerable las condiciones necesarias, en su propio territorio, para una vida digna y segura. Tales cifras se desprenden tanto del censo como de estadísticas recogidas por la agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE – por sus siglas en inglés), entre otras entidades. Así, a diario, los noticieros locales y nacionales nos hablan, no de personas migrantes, sino de “caravanas” que se dirigen al país del norte.
Como podemos ver, hay, pues, una deshumanización, una despersonalización de estas subjetividades, seres humanos que conforman historias de vida únicas, circunstancias y situaciones propias que los han obligado a emigrar. En las estadísticas se diluye la unicidad de cada migrante. Y es aquí, donde la poesía juega un papel fundamental, en particular, la poesía de Chary Gumeta, en la que se da una codificación de la realidad, que es capaz de humanizar y de articular aquellos detalles que nos permiten dimensionar las vidas de las personas que se ven obligadas a abandonar sus países. Pero, sobre todo, Chary logra mostrarnos esa otra historia que queda sepultada en el discurso oficial, tanto de las autoridades estadounidenses como de los países de origen de las personas migrantes. ¿Cómo lo logra? Al entretejer estas historias, Chary está confeccionando una poética del amor que encuentra templo en la escritura. En el texto poético, Chary crea las condiciones necesarias para que la pluralidad de voces de las personas migrantes, sus historias, sus luchas, sus anhelos, sus miedos, confluyan en un discurso que se contrapone al discurso de la oficialidad, el único que halla lugar en los medios de comunicación. El amor por el ser humano le permite a Chary Gumeta sentir como suyo el dolor de esas personas que se ven marginadas, no solo por las autoridades de inmigración, sino también por la sociedad en general. Despatriados / Exiled, poemario bilingüe publicado en Nueva York por Artepoética Press, es un mosaico de voces, un texto polifónico en el que la voz poética se encarga de preparar el terreno textual, en registro poético, para que esas subjetividades y sus historias encuentren cabida. El texto está dividido en tres partes y contiene un total de 56 poemas. En este ejercicio poético, Chary construye una suerte de destino (de hogar si se quiere) en el que convergen las diversas historias que trazan una cartografía de las vicisitudes y desventuras que implica la desterritorialización de sus sueños y anhelos. No es gratuito el título. Ser “despatriado” implica algo más que un exilio/autoexilio, implica desnudarse por completo de la nacionalidad, no tener patria, esto es, sentirse desvinculado de la comunidad a la que se pertenece, perder incluso la identidad, asidero de las subjetividades. En el poema “Desterrados” (62), la voz poética da paso al abandono que produce entenderse “sin patria”:
Tomar un rumbo
y deshacernos de la tierra
es un dolor que solo conocemos nosotros
los desterrados
los que no tenemos patria
morimos lentamente
en partes
ignorados
sin la presencia de nuestras raíces
lejos
sin el cobijo de las ramas
de nuestros árboles. (62)
Ya no hay un asidero, solo hay naufragio. Pero el término “destierro”, en mi opinión, posee una significación bivalente: es dejar la tierra y, a la vez, verse desposeídos de ella. Quien deja la patria lo hace por necesidad (del tipo que sea) y, en el caso de las personas que migran y se exponen a todo tipo de peligros y vejaciones, lo hacen porque incluso dentro de sus países han sido “desterrados”, es decir, les han quitado el derecho a vivir en su “tierra”, al negárseles una vida digna y segura. Hay una indefensión, además, que deriva de esa desnudez en la que se halla la persona migrante, que ha perdido su espacio, su lugar de origen, y que le lleva a una suerte de invisibilización, tal como lo enuncia la voz poética en “Mi nombre es nadie”: “Ahora mi nombre es nadie / y me pierdo entre los miles / de habitantes de esta urbe” (156). Ese mismo destierro implica para el migrante su cosificación, tal como vemos en “Frontera de las ensoñaciones”, al percibirlo “como bultos sobre los furgones” (90). Para el discurso oficial, todo lo arriba señalado es una verdad contundente, dada su tendencia a considerar a los migrantes un grupo monolítico, dada su inclinación a no ver en ellos algo más allá del desplazamiento al que se ven obligados.
Sin embargo, Chary entra en esos recovecos a los que puede acceder únicamente a través de una poética del amor, porque solo mediante el amor es posible vislumbrar el dolor, la tragedia y el drama de estas vidas en tránsito hacia una geografía inhóspita y ajena. De esta forma, Chary construye un contradiscurso siempre en constante tensión con la narrativa oficialista, un contradiscurso que devela las historias más íntimas y los mapas emocionales y mentales de las personas migrantes, un contradiscurso que humaniza a esos seres humanos que las políticas migratorias y la institucionalidad convierten en cifras y taxonomías. Me interesa aquí destacar el poema “Ilegal”, cuya primera estrofa cito:
Antes de cruzar la frontera
antes de poner un pie en ese territorio de tinieblas
te daré un beso como muestra de amor
y te diré cómo aprendí a amarte
bajo las sombras de los árboles
en nuestro lejano Quezaltepeque. (30)
La voz poética habla del amor, de ese amor de pareja, de ese amor propiciado por una geografía amable y propia, bajo los árboles de cuyas raíces brota. La tierra y su flora atestiguan el amor, porque es el mismo amor que emana del origen, del mundo, de la vida (representado en Quezaltepeque). Y nos preguntamos, ¿cómo es posible que ante la experiencia humana y universal del amor una persona pueda convertirse, pasos más o pasos menos, en “ilegal”? Es aquí donde el poema se desborda y entra en pugna con el título que lo enmarca, que lo contiene. Esta estrategia discursiva que nos ofrece Chary nos hace cuestionar esa “ilegalidad” y concluir que el ser humano no cabe en esa palabra, porque los árboles, la tierra, la vida le pertenecen en tanto ciudadano universal. Esta idea culmina en “Sobre mi cabeza pasan las bandadas de aves”, cuando la voz poética nos dice:
quedo viendo su emigrar,
en algo nos parecemos;
me gustaría ser el custodio de sus alas
tomar sus plumas
y volar junto a ellas. (98)
La idea de la libertad, las migraciones del ser humano a lo largo de la historia, un mundo sin fronteras, todo ello aflora en el poema.
El poemario cierra con una sección titulada “De América Central viene Kamé cruzando ríos”. Si bien el poemario se reviste de una estructura testimonial, en esta última parte nos encontramos con una suerte de crónica poética. El último texto, “Levantada”, dice, desde el asombro y la impotencia, la vida diaria en la frontera, así como la suerte que les espera a las mujeres que no alcanzan a llegar a su destino, EE.UU., y permanecen en la frontera sur:
La agarran con violencia
ella grita y lucha,
la golpean salvajemente
la suben y se alejan
……………………………
Ser mujer es tan peligroso
como ser reportero o periodista en México
la vida vale menos que la de un gato… (186)
La voz poética/narrativa, la voz de Chary, observa, no puede bajo ninguna razón intervenir esa cotidianidad a la que los lugareños están acostumbrados:
Atónita y con un sonido hueco en el corazón, veo todo,
la dueña de la tienda desde donde soy testigo
sale a barrer la entrada y me dice:
“usted no vio nada, esto aquí es normal, no se espante”. (186)
Chary es testigo, ha palpado el dolor de los migrantes, ha visto todas las aristas del ser humano, de esos que son capaces de las más grandes bajezas como de los que están prestos a dar la mano. Chary no solo sabe lo que cuenta, sino que entiende las causas que empujan al ser humano a migrar. Me parece fundamental el cierre del poemario, dado que es ahora el turno de Chary, después de darles paso a las voces de esas subjetividades que pululan en los márgenes, de ofrecernos su doloroso testimonio de estadía en la frontera.
Para finalizar, en Despatriados / Exiled converge una multiplicidad de voces ávidas por contar su historia. La reflexión casi metafísica en “La bestia”, el despojo y la incertidumbre en “Nadie me espera”, la agonía y el cansancio físico y existencial en “No puedo abrir los ojos”, el destierro y la sensación de invisibilización que se hacen patentes, de forma gradual, mientras avanza el ferrocarril en “Vamos en el tren”, la supervivencia a medias en “Después de un tiempo”, todos y otros más, son temas que junto a las personas migrantes recorren transversalmente este poemario, pero todos guiados por una poética del amor que solo Chary Gumeta es capaz de articular.
Trabajos consultados
Gumeta, Chary. Despatriados / Exiled, traducido por Pilar González, Artepoética Press, 2020.
O’Connor, Allison, et al. “Inmigrantes centroamericanos en los Estados Unidos”. Migration Policy Institute (MPI), www.migrationpolicy.org/article/inmigrantes-centroamericanos-en-los-estados-unidos-2017. Accessed 23 September 2021.
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JUANA M. RAMOS. Nació en Santa Ana, El Salvador, y reside en la ciudad de Nueva York donde es profesora de español y literatura en York College, CUNY. Ha participado en festivales y lecturas de poesía internacionales en México, Colombia, República Dominicana, Honduras, Cuba, Puerto Rico, El Salvador, Argentina, Guatemala y España. Ha publicado los poemarios Multiplicada en mí (Artepoética Press, 2010; segunda edición revisada y ampliada, 2014); Palabras al borde de mis labios (miCieloediciones, 2014), En la batalla (Proyecto editorial La Chifurnia, 2016), Ruta 51C (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2017), Sobre luciérnagas (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2019) y Sin ambages/To the Point (Cuadernos Negros Editorial, 2020). Es coautora del libro de testimonios Tomamos la palabra: mujeres en la guerra civil de El Salvador (1980-1992) (UCA Editores, 2016). Además, sus poemas y relatos han aparecido publicados en varias antologías, revistas literarias impresas y digitales a lo largo de Latinoamérica, EE.UU. y España.
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Imagen: Mural «Los Inmigrantes» de Rodolfo Campodónico