Lousie Glück: El iris salvaje
Nota y selección de Alejandro Cortés González
Louise Glück nos presenta un diálogo entre lo humano y lo todopoderoso donde el desamparo y la zozobra preguntan, y la oscuridad y el silencio responden. Lo poético, lo grandioso de esta mayéutica divina con oficios religiosos de vísperas y maitines, es que el silencio sí da una respuesta
Debes aprender a amarme. Los seres humanos
deben aprender a amar
la oscuridad y el silencio.
Después de la puerta que llamamos muerte, brota un manantial aguamarina. Así inaugura la mirada El iris salvaje.
El iris salvaje
Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.
Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.
Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
Maitines
Inalcanzable padre, cuando fuimos expulsados
por primera vez del paraíso, construiste
una réplica, un lugar en cierto modo
diferente, destinado a ofrecer
una lección; por lo demás
era el mismo: belleza en ambos lados,
belleza sin alternativa. Salvo que nunca
supimos cuál era esa lección. Abandonados,
nos hartamos unos de otros. Siguieron
años de tiniebla; nos turnamos
para trabajar en el jardín, las primeras
lágrimas colmaron nuestros ojos
como la tierra nublada con pétalos, algunos
de un rojo muy oscuro, algunos color carne.
Nunca pensamos en ti,
a quien todos aprendimos a adorar. Simplemente
supimos que no es propio de la naturaleza humana
amar sólo aquello que nos devuelve amor.
Lamium
Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.
El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.
No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.
Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.
El espino
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
Amor bajo la luz de la luna
A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
tomada de otra fuente, y brilla
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva.
Vísperas
Una vez creí en ti; planté una higuera.
Aquí, en Vermont, el país
del no verano. Era una prueba, si el árbol vivía,
significaba que tú existías.
Por esta lógica, tú no existes. O existes
únicamente en climas más cálidos,
en la ardiente Sicilia y México y California
donde crecen los inconcebibles
damascos y delicados duraznos. Quizá
ellos vean tu rostro en Sicilia, aquí apenas vemos
el dobladillo de tus prendas. Debo organizarme
para compartir con John y Noah la cosecha del tomate.
Si hay justicia en algún otro mundo, aquellos
como yo, a los que la naturaleza empuja
a vidas de abstinencia, deberían
obtener la mejor parte de todo, todos
motivos del hambre, la avaricia
de alabarte. Y nadie alaba
más intensamente que yo, con más
doloroso deseo, con más derecho
a sentarme a tu diestra, si es que existe, compartiendo lo perecedero, el inmortal higo
que nunca viaja.
Oscuridad temprana
¿Cómo podéis decir
que la tierra debería alegrarme? Cada cosa
que nace es una carga para mí; no puedo
triunfar como vosotros.
Y a vosotros os gustaría gobernarme,
os gustaría decirme
quién entre vosotros vale más,
quién se parece más a mí.
Y exhibís, como ejemplo
de vida pura, el desprendimiento
que lucháis por obtener.
¿Cómo podéis entenderme
cuando no os entendéis a vosotros mismos?
Vuestra memoria no es
lo bastante poderosa, no
puede estirarse hacia atrás.
No olvidéis que sois mis hijos.
No sufrís por haberos tocado unos a otros
sino porque habéis nacido,
porque necesitáis una vida
separada de mí.
Luz en retirada
Erais como niños muy pequeños,
siempre esperando una historia.
Y yo pasé por eso tantas veces;
estaba cansada de contar historias.
Por eso os di papel y lápiz.
Os di plumas de caña
que yo misma había recogido por las tardes
en los más densos prados.
Os dije, escribid vuestra propia historia.
Después de tantos años escuchándome
pensé que sabríais
lo que era una historia.
Pero todo lo que hicisteis fue llorar.
Queríais que os lo contara todo,
no pensar nada por vosotros mismos.
Entonces me di cuenta de que no podíais pensar
con auténtica audacia ni pasión;
carecíais aún de vuestras propias vidas,
vuestras propias tragedias.
Y os di vuestras vidas y vuestras tragedias,
porque al parecer las herramientas solas no bastaban.
Nunca sabréis cuán profundamente
me agrada veros sentados allí
como seres independientes,
soñando junto a la ventana abierta,
sosteniendo los lápices que os di
hasta que la mañana de verano se desvanece en la escritura.
La creación os ha traído
grandes emociones, lo sabía,
así ocurre siempre en los comienzos.
Y ahora soy libre de hacer lo que me plazca,
atender otros asuntos, con la certeza
de que nunca más necesitaréis de mí.
Canción de cuna
Es hora de dormir. Has tenido
suficientes emociones este día.
El crepúsculo, luego el atardecer.
En la habitación titilan las luciérnagas, por aquí
y por allá, por aquí y por allá. Y la honda
dulzura del verano inunda la ventana abierta.
No pienses más en eso. Escucha
mi respiración, tu propia respiración;
como las luciérnagas, cada pequeño respiro
es un fulgor donde aparece el mundo.
Ya he cantado para ti suficiente esta noche de verano.
Al final lograré convencerte; el mundo
no puede darte una visión tan sostenida.
Debes aprender a amarme. Los seres humanos
deben aprender a amar
la oscuridad y el silencio.
LOUISE ELISABETH GLÜCK
Nació en Nueva York en 1943. Estudió en el Sarah Lawrence College y en la Universidad de Columbia y desde hace algunos años es profesora y Rosenkranz Writer en la Universidad de Yale. En los años 60 comenzó su carrera con la publicación de Firstborn; desde entonces han visto la luz, The House on Marshland, The Triumph of Achilles, The Wild Iris, Meadowlands, Vita Nova y Averno, entre muchos otros. Ha recibido numerosos reconocimientos a lo largo de su carrera.
Nacida en Nueva York y criada en Long Island, es hija de Daniel Glück, un hombre de negocios, y Beatrice Glück, ama de casa. Sus abuelos paternos son inmigrantes judíos de origen húngaro y su padre fue el primer miembro de la familia nacido en Estados Unidos. Desde muy pequeña se inclinó por la literatura y la poesía, inspirada probablemente en su madre. Cursó estudios en la George W. Hewlett High School, padeciendo desde muy joven de anorexia nerviosa, enfermedad que enfrentó y venció con el paso de los años. Luego de su graduación, asistió al Sarah Lawrence College y tomo algunos cursos de poesía en la Universidad de Columbia. Ya que no estaba matriculada a tiempo completo -a causa de su enfermedad- no recibió ningún título.
Después de dejar Columbia, vivió por un tiempo como secretaria. En 1967 se casó en con Charles Hertz y un año después estrenó su primera colección de poemas, titulada Firstborn (1968). Pasaría algún tiempo para su siguiente lanzamiento, pues la autora sufrió de un prolongado bloqueo del escritor, que solo se curó cuando empezó a enseñar en los años 70. Así, en 1975, mientras trabajaba como profesora en el Goddard College, vio la luz su segundo poemario The House on Marshland.
Más tarde vinieron Descending Figure (1980) y el galardonado The Triumph of Achilles (1985). En 1993, se alzó con el Pulitzer de poesía con el revolucionario The Wild Iris (1992), también galardonado con el premio William Carlos Williams otorgado por Poetry Society of America. Al año siguiente fue premiada con PEN Martha Albrand por su colección de ensayos Proofs and Theories: Essays on Poetry. Asimismo, ha sido reconocida con la medalla al Mérito MIT y varias becas de distintas fundaciones.
Glück también tuvo el honor de ser la 12ª poeta laureada por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en 2003-2004. Además, recibió el premio Nacional de Poesía Rebekah Johnson Bobbit por Ararat (1990) y el premio de la Academy of American Poet’s por Firstborn.
Otras obras suyas son:
Firstborn (1968), House on the Marshland (1975), Descending Figure (1980), The Triumph of Achilles (1985), Ararat (1990), The Wild Iris (1992) Meadowlands (1996), Vita Nova (1999), The Seven Ages (2001), Averno (2006), A Village Life (2009), Faithful and Virtuous Night (2014). En 1994 reunió sus ensayos sobre poética bajo el título Proofs and Theories.
En la actualidad, ocupa la Cátedra de Literatura en la Universidad de Yale y es profesora de lengua inglesa en el Williams College de Massachussets.
El 8 de septiembre de 2020, fue galardonada con el premio Nóbel de Literatura otorgado por la academia sueca. En palabras de la academia se la reconocer por “su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”.
Biografía tomada de historia-biografia.com