Angélica Pinzón
Bogotá, Colombia, 1993. Autora del libro ¡Carambola! en el cual reúne minificción, cuentos y poesía. Egresada del Taller de Escritores de la Universidad Central. En la actualidad maneja el espacio de entrevistas «Una cita con el autor». Ha sido ganadora del segundo lugar en el concurso de cuento de la Universidad Central. Sus cuentos y poemas han sido incluidos en varias antologías; la más reciente es Mariposas de mujer (Páginas de agua, 2021). Ha participado como panelista en la Feria del Libro de Cajamarca, Perú, como poeta en el Festival de la palabra con la alcaldía de Zipacón y el recital Vida en Marte con la Universidad de la Salle. Sus poemas y microrrelatos se han publicado en la revista Occidente XXI, Alter Vox Media, Letras Itinerantes y en la revista peruana Kametsa. Ejerce actualmente como prologuista en Ediciones Kuelap y forma parte del Movimiento Cultural Internacional Ergo.
Trasplante de adjetivos
Yo creo que los órganos deberían compartir sus adjetivos
no tiene lógica que solo el colon se pueda irritar
o el estómago tener reflujo.
Me imagino un corazón con gastritis y derrames
un cerebro con cálculos
un riñón con apendicitis
Sí, deberían compartir como se hace en la poesía
donde los árboles vuelan y los pájaros echan raíces
donde las piedras sienten y las personas no.
Debería
ponerse hormonal el pie derecho
para que el izquierdo no lo entienda
Y dormirse el pulmón
para sentir cómo el aire lo va punzando
cuando se empieza a despertar.
Me cansé de ser ballena
Y cantar a tantas millas de su oído
buscar los acordes,
mi voz arpegio de los mares.
Me agoté de tener espiráculos y buscar el aire tras tanto ahogarme
cada noche
en los mensajes que no se envían.
Me agoté del arpón de la indiferencia
ese krill de sentimientos que se extingue.
Ya no quiero hacer más saltos cinematográficos,
ni esta dulzura de migrar sin pasaporte
en un verso
que se encalla;
un verso que hunde
mi cetáceo paso
por la vida.
A Tláloc
Voy a cultivar sal en mis pestañas
y con ella
haré una catedral
para rezar por ti.
La regaré de adentro hacia afuera
como crece una mandarina,
o la plegaria
de una flor.
Los días ya no tendrán peso
colgaré nubes de su cristalino
no necesita imágenes
el recuerdo basta para hacerla llover
tibia
como la pasión
de una despedida.
Diré:
Señor, protégelo de sí mismo
llévame en sus oraciones
su amén
sin acento;
la vida
de su verbo
final.
Reposo
Newton lo dijo
pero no le hicimos caso, queremos permanecer
en esta velocidad constante
ya sea cero o infinito
queremos estar estáticos como la tierra que se mueve bajo los pies.
No más
miremos al corazón, pequeño planeta
su sístole y diástole respetando las leyes de la física
el parpadeo en los ojos, tan igual que no lo notamos
un promedio de 15 veces por minuto
pero
¿quién siente que se ha perdido de 15 imágenes de la vida?
No, lo que ocurre con la misma fuerza no parece que pasa realmente
es un acto fantasma como el mar
hasta que un día la fuerza neta se imprese en él.
Una fuerza que parece distante, a 3600 km
llega a sacudir al tranquilo planeta, a ser la colisión que arma fuego en su nube
arritmias en su cauce
guiños
en su círculo polar.
Una tienda de manos
inspirado en El artista coreano Wanjin Gim, también conocido por su apodo Willeys
Veo el arte de quien pinta
en óleo, grafito y papel
Se despliegan falanges como ríos de huellas
algunas se dan la mano, otras el pie
hacen palomas, aplauden
se sujetan el antebrazo
otra toma una cerámica
unas manos deshacen un rostro
agarran el tobillo de alguien que iba a correr
otras corren por la hoja
en sus yemas;
quiromancia en fuga.
Las hay aferradas a pinceles
una abierta como si se desprendiera del mundo
otra, como si se le fuera a caer.
Busco el artista
y todo lo que hay es una tienda
las manos tienen un precio
si pudiera
me las llevaría todas
para dejarlas libres en el piano
así, ya no tendrían
que huir
jamás.
Trueque
Te cambio mi chévere por tu chido
y tu neta por mi verdad
tus puentes por mis avenidas
mi Monserrate por Teotihuacán.
Podemos firmar con el nombre del otro
y adoptar las emociones que hemos desamparado
lo sé
somos padres irresponsables
creamos sentimientos que no pudimos alimentar.
Esta distancia carcome cual mar a los continentes
tu Mictlán tan distinto a mi cielo
tu pulque no sabe a mi aguardiente.
Lo sé,
somos distancia, trueno y nube,
tierra y laguna
pero me hice movediza y tú te hiciste verano.
Sí, tú dame tus silencios
que te plantaré mis palabras
a ver si llueve otro día en mi Bogotá
y veo un sol en tu Paracho.
Está bien, podemos migrar las emociones
que vuelen como monarcas y arrastren los muertos en su camino
que nos dejen atrás
y la trashumancia
los haga poema.
Topografía de las lágrimas
Escrito sobre el libro de la fotógrafa Rose-Lynn Fisher
Vi el artículo y pensé en enviarlo al dios de la lluvia
lo pensé, le di vueltas a la idea como condensando una nube
lo vi a los ojos y los dos le temimos al topógrafo
a su lente ampliando los minerales y las figuras que forman el dolor
o la felicidad, o las lágrimas de cebolla
o las de lo que no tuvo reparo.
Todas son únicas, forman patrones, como la tierra cordilleras
ya me imagino sus límites
sus habitantes de nada,
esos peregrinos migrando entre la frontera de la felicidad y la tristeza
saltando muros impuestos por sus habitantes
Tú eres triste y no puedes ser feliz, fin de la historia
Tú eres feliz y no puedes ser triste, inicio de una de Disney.
Lo sé, allá deben tener pasaportes, policías de migración
costumbres arraigadas al agua y la sal.
Las lágrimas no son tan simples como parecen,
su universo curvo guarda lo que no entendemos
lo que nos habita y sobrecoge
hasta que un día
se subleva y escapa por las mejillas
de su dios.