Revista Latinoamericana de Poesía

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Ismaray Pozo Quiñones



Presentamos un conjunto de poemas de Ismaray Pozo Quiñones (Puerta de Golpe, Pinar del Río, Cuba, 1987). Es egresada de la carrera de Historia del Arte en la Universidad de La Habana y MS.c en Desarrollo Social por la Universidad Hermanos Saiz Montes de Oca con un Estudio crítico de la poesía en Pinar del Río publicada por el sello editorial Hermanos Loynaz (1990-2000). Graduada del 18vo Taller de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso. Tiene publicados los poemarios Regresiones (2017), Abisales (2018) y La Recitante (2019). Su obra ha sido galardonada con el Premio Luis Rogelio Nogueras 2018 y La Gaceta de Cuba 2025; y reconocida además con las menciones en los premios Calendario 2017, Hypermedia 2019, la Beca Prometeo de la Gaceta de Cuba 2020, Premio UNEAC “Julián del Casal” 2020. Ha sido finalista en I Premio de Poesía Casa Vacía 2021. Trabajos suyos de crítica literaria pueden encontrarse en las revistas Cubaliteraria y La Jiribilla. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

 

 

 

 

Las actas de la guerra

 

he mirado el amor desde ambos lados

J.M.

 

 

I

De los dos gorriones

que logramos rescatar

cuando el vecino tiró el nido

había uno más adelantado

los pusimos en una caja

dos veces al día

los alimentaba con una jeringa

migas de pan

El adelantado tenía un trino fuerte

dominado por Dios

un buen día voló

hasta el extremo de la caja

y se alejó

Para cuando nos dimos cuenta

solo quedaba el otro gorrión

vano como una paja

que nunca se hunde

y nunca se hundirá

el miedo en su apogeo

lo puso en un rincón

lo alimenté

pensando que el amor

era abrir la boca del otro

saciar su necesidad

cuando quizás fuese

tan simple

como ver la caja vacía

y alegrarme

Pero hay puntos

dentro de ti

que permanecen inciertos

 

Muy a menudo

—dice Louise Glück—

los pájaros no son solo pájaros

son mensajeros

 

II

Si no eres dueño

de tus dominios

cómo se puede confiar en ti?

El profesor Gad Saad

—judío sexagenario

que escribió

sobre la felicidad—

dice que para una mujer

lo más peligroso que existe

es el esposo

lo compara con el mito de Isaac

cuando pregunta a su padre

dónde está el cordero del sacrificio

en tanto sube adormilado

al Monte Moriah

a hacerse rodar la cabeza

Un esposo es un pájaro:

tú eres un cardenal color ruibarbo

te he visto —al lanzarte

con el peso mínimo

de las plumas sobre tus hombros—

poner fin a las migas que quedaron

y cuando supimos

que hablar era existir

absolutamente para el otro

gorjeaste

De todo lo que conozco

solo la diosa Maeve

podía hablar con los pájaros

es decir: podía ablandar

el corazón del hombre

al calor de una mirada

 

III

Las uñas de la secretaria

que escribe en mi acta de divorcio

se afianzan al papel

como otros a las promesas

Cada trazo es una exploración

al matrimonio

—Tienen hijos?

—Pregunta el juez

Ella hunde las uñas

en las actas de la guerra

con la pericia del águila

vuela    esquiva el peligro

baja sigilosamente

sobre sus dos patas

toma la palabra de mi boca

Pero a un juicio de divorcio

se va en silencio

Un juicio de divorcio

vende la siguiente idea:

si lo deseas

aún pueden tener hijos

y aquella casa

con portales corredizos

donde crecen azaleas

la casa ha de magnificar

los bienes de la pareja

La pareja ha de ser

una palabra encarnada

que rompe con la dialéctica

del pensador solitario

que se cuestiona a sí mismo

y la respuesta le defrauda

El juez pregunta entonces

si deseo revocar el hecho

si algo o alguien pudiera

impedir que un matrimonio

precario salde sus cuentas

—mientras el silencio seguía siendo

mi forma favorita de pensar

y rebelarme

 

IV

La narrativa del matrimonio

debe ser ir en una calle de doble sentido

no una competencia de aplausos

Tengo esta foto de la puesta del sol en Soweto

al sur del mundo

una ciudad masacrada como Soweto

sabe que los abusadores

siempre van de un lado de la mesa

del otro lado guardo las preguntas

viendo cómo masticas las lechugas

te alcanzo el tenedor    azadón de caza

que logra las cosas con el esfuerzo mínimo:

pincha y tiene las hierbas

frescas de la primavera de su lado

Soweto es conocida por no querer

hablar la lengua del agresor

cientos de jóvenes

huyendo de los perros de presa

solo así —lentamente— un pueblo

regresará a su reino

Sin embargo

en esta escena doméstica

solo contemplo:

dos arbolillos chamuscados

indican el principio del otoño

justo delante del sol

que con suprema importancia

arde y se quema solo

 

V

A propósito de ciertas mujeres:

Winnie Mandela fue en los noventa

una mujer proscrita

cuando se suponía

que su matrimonio fuese eterno

como los nombres con orla

en un álbum de cumpleaños

Y antes de que vieran

el área urbana de Soweto

expandirse como un río soberano

ya habían terminado

 

Cuando un matrimonio sucumbe

lo que un hombre puede hacer

por sí mismo en una celda

es solo un trabajo de paciencia

lo que una mujer puede hacer por el hombre

es romper los diques de la paciencia

Para un condenado a muerte (como Nelson)

cualquier día que saliera de su celda

era un gran día

Para una mujer que espera

cuánto tiempo es demasiado tiempo?

Poco después de salir de la Isla de Robben

el hombre dijo públicamente:

“A pesar de su larga lista de cualidades

Winnie no es más el amor de mi vida”

 

Un error es una secuencia de abalorios que se rompen

El recuerdo de un hombre (dijo Hesse)

desde ese entonces y para siempre

estaría siendo determinado

no por los años del presidio o de la guerra

sino por sus impresiones posteriores

 

 

RECUERDAS los días que hicimos a usura ―semejantes a aquellos— en que retorcíamos el pescuezo de la gallina y luego mojábamos el pan en el caldo calientico? Cuando pensábamos que barriga llena era corazón libre de tempestades, libre de miserias estridentes. La carne fuera de mi plato por aquello de la felicidad humana que solo se obtiene al hacer las cosas bien. Yo fui capaz de sentir el dolor de la gallina. El dolor pensable todo estaba en su ojo, sus plumas, y una convulsión que era un haz de deseos por no morir. Decías —son cosas triviales. No se mueve—decía yo, desacostumbrada al apogeo, a matar a la renga, a la que no picaba el grano de maíz.

 

 

ENTRE TODAS LAS MUÑECAS, la de peor destino es la de trapo. Tela de sobreuso, requeteusada, casi en la carne como el estado de la indigencia. Por asociación, cuando algo se antepone a su significado como un pensamiento futuro, es que son tan pobres las muñecas viejas y negras de trapo. Lo que diferencia a esta del resto, son las costuras. A la medida de su cuerpo líneas como se mide el hambre: dos patrones y un hilo a lo ancho de la tela. Si hace un esfuerzo, ella cruzará sobre sí misma. Escupirá todo su plasma. Puede ser que el caballo sármata atiborrado de todo en un berrinche dé un golpe. Una muñeca de trapo busca la dureza de los hierros. En la aguja el futuro más próximo que el instante. Sellar con nuevos pespuntes. Sellar con remiendos. Sellar con telas de organdí la floración del golpe, cosiendo por lo sano. Sepas que esto no le servirá de nada. A ella volverá ese orden de la sangre que gotea. A ella volverá lo que de ella procede.

 

 

A VECES —nos dice Simone Weil― hay que hacer un esfuerzo personal de análisis. Estamos L y yo dispensando la tarde. Tomándonos pequeños privilegios, en torno a la casa, lejos de trabajos domésticos. Viendo, después de tanto posponerlo, Pina, documental de Wim Wenders sobre la destacada bailarina alemana nacida en Solingen. En algún momento del video, L pregunta, si es cierto que la juventud se inhuma cuando baja de la montura del caballo de arreo. Menos ceremonioso, desde luego, L siempre retrasaba la verdadera pregunta y la verdadera respuesta. L, al apoderarse del tono con el «si es cierto», ejercía sobre la pregunta y sobra la respuesta una fuerza, mismo que una institutriz. Dos tercios de verdad cayendo de bruces. Porque Pina fue vieja y muerta. Otro día, siendo que nuestros privilegios eran frecuentes y estábamos distraídos como dos reyezuelos, le-leo-a-L un poema recién terminado sobre las muñecas. ¿No te das cuenta —me dice— que, al hablar de las muñecas como si fueran ellas todas las mujeres, estás descendiendo hacia el centro del deseo?

 

 

 

La Recitante

 

 

No será entonces (todavía cabalgamos en símbolos)

R.S.

 

 

 

1

Estoy aquí, dialogando en torno mío

cuando desdije que íbamos asestando picos sobre la tierra

la boca cotorra dijo:

«ahí! en la gaveta hay una piedra

para lanzarle a mi sombra».

¡Gamberra! Lengua. La enfermedad.

En torno mío la ronquera/ los paletazos al fin

lanzados a la sombra vítrea

mas no fueron piedras sino penes nervudos/

ojos.

En realidad, no sé dónde inició.

Padre sentenciaba con la gravedad de las bestias:

«échenle a esos perros algo, aunque sea veneno».

Estoy precisando clemencia

a veces el no cumplimiento, a veces desapoderar.

Sobre mis pliegues vi cómo pude sobrevivir a este tiempo:

boquiabierta.

Yo misma planté una predicción monstruosa:

«cuando llegue la noche nos arreglaremos en el fondo»

la desgracia del butano en expansión…

los coches artesanales dándole a las ruedas.

Hoy se desternillan los didelfos

sus hembras germinaron

soltaron los bichos como un trozo de carne

con la nerviosidad de quien implanta algo inservible.

Voy barajando/bajando. Transito sobre la gran argamasa.

En torno mío, precipitosa de quien ha querido fotografiarme

cunde la cuchillada. Por los faroles del parque

vi la identidad accidental que pende en torno mío

aullaba como un perro

entonces, la madre venía a borrar ese pasado de revocos

y esculpía en mí una persona realizada, con su original

delirio.

Desde el 87 me había dejado al borde de los carpelos

vacilante/ en apogeo de carlinga hecha para penetrar

quien me habitaba sabía lo tambaleante del oficio

la fijeza mecánica quedó convenida.

Pero la fijeza del resto no era mi fijeza

lo comprobé cuando adiviné el ademán exacto de la piedra

piedra vacilante

piedra hecha para lanzar al vacío con merecimiento

ella misma vacía como un recinto/ sin rostro

he de convenir que cuando los niños ataron a camaleones

hilos de yerba espesa sobre sus cuellos

los lagartos miraban al vacío.

¿No es acaso el vacío la fuerza benéfica de lo probable?

─Oigan! ¿Mi historia cabrá en un terrón?

Soy siniestra cuando adivino el ademán exacto!

La viudez es mi abandono

no es lo inquietante que tiene cada cosa

sino lo inquietante de la mirada.

Los iris se apacentan/

convienen que todo significado

es una mera cuestión de diferencia.

¿Los ojos sobre mí, me darán sentido?

 

 

 

6

 

Mi hermana tenía razón

cuando decía: al desanidar

desgajarás un vínculo

dejarás de ser una estructura

no ganarás nada

no te alcanzará

ni para un capricho

asistirás a una sala de cine

donde conversan un caballero

y la muerte

el primero preguntará

por qué no se percibe a Dios

con los sentidos

la segunda guardará silencio

te pasarán la mano por los hombros

pero no confíes en las manos

cuando los cines tienen

la naturaleza de lo oscuro

acechando

la oscuridad fabulosa

como un mal pensamiento

y en los turistas tampoco

querrán atusarte la cabeza

de viajes, mujer!

para ir de capital en capital

asombrada de cuanto prodigio

que solo sucede en tu cabeza.

Seguirás el camino de Ulises

harás una parada en Ismaro

te sentarás a la mesa

de hombres lotófagos

y acaso querrás comer esos manjares

luego decir:

─comí un pistilo

lo dirás con ornamento:

jái mangé un pistil

dejando la lengua a mitad

de la boca, cercenada

porque así se hablan los idiomas

─sin conocer totalmente.

Soltarás las piernas, ansiosa

y algún ostentoso sueño

no cumplirás.

 

 

 

El ojo negro

 

El ojo negro persiste a sus visiones

relame la imagen mía frente al espejo

come de mí. Soy su bezoar y su alpiste

y va metiendo piedras en el estómago.

Olisqueo con murmurante brillo

con ansia de que el ojo no deje

pasar noches en blanco

ni se duerma silencioso

porque hay mucho amor en mí

que no se ve con fosfóricas lámparas.

Si ayer, cuando decías que el bambú

─nacido de un esqueje─

de regarlo se puso espléndido

comencé a rosearme con óleos esenciales

pavimenté la boca de colores tan bermejos

que el mismo ojo volvió a poner sobre la boca

(con la fuerza de los contrarios)

porque siempre esperé

una belleza resistida al ojo

algo que he de tener en silencio

aunque en silencio vuelva

la misma disposición anodina:

la boca a su lugar ventrílocuo.

Lo que ella toca maldice.

Grita y reverbera

y tira piedras al mar

que todo lo ve nacer

después del color bermejo

después del pavimento

después del muro

pero este ojo enfrentado

había comenzado a inquietarme

veo todo lo que dura en invierno

y las floraciones de acanto

rebotando, sin grandes expectativas.



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