Revista Latinoamericana de Poesía

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La poesía de Odette Alonso: una isla para sí



Por Enzia Verduchi

 

En la calle de Aguilera, antigua calle de San Tadeo, en el número 606, nació y creció Odette Alonso en Santiago de Cuba. La calle Aguilera, actualmente nombrada avenida, es una de las vías principales de la ciudad y atraviesa toda la urbe oriental. Loma abajo, yendo hacia el sur de la calle, se llega a la playa y los muelles, así como al parque de la Alameda, en el barrio de La Marina, próximos a la hermosa bahía que se conecta con el mar Caribe a través de un estrecho canal.

          Esa calle con bellas casas coloniales de dos pisos con tejas y edificios neoclásicos de colores vibrantes, que alternan con algunas construcciones que aún preservan sus sobrias líneas Art Decó, sería en la memoria de Alonso, en el tenor del gran Eliseo Diego: “reino, sueño mío, de veras tú me comprendes / cuando la demasiada luz forma nuevas paredes con el polvo […]”. La calle San Tadeo es su Calzada de Jesús del Monte.

          Puedo imaginarme a Odette transitando por las aceras de esa larga calle que albergó en otros tiempos el Teatro Aguilera de los hermanos Botta, la Ferretería Cendoya, la exclusiva tienda de ropa Clubman, las oficinas de la Agencia de vapores Santiago Warehouse Company y el bar Aguilera, que antes antes fuera el Centro nocturno Subway, donde servían derecho el ron Bacardí que se destilaba en La Tropical, cerca del puerto. La veo caminando por las tardes en el malecón santiaguero para “tomar el fresco”, acompañar a su madre en el Mercado Aguilera, así como las visitas escolares al Zoológico, irse de pinta en la adolescencia junto con Piri, su hermana, al Parque de Dolores y bailar y ver bailar en la Plaza Mayor popularmente bautizada como Parque Céspedes .

          No son pocos los que saben que Santiago de Cuba es la cuna del son, el bolero y la conga. Los santiagueros hablan como cantan. Octosílabos y endecasílabos salen de manera natural en el habla, el ritmo en el lenguaje es suave y fluido, cercano al compás de 4/4 y los pulsos rítmicos donde siguen deslumbrando las composiciones Ñico Saquito, Compay Segundo y Sindo Garay.

          Odette Alonso es autora de quince poemarios, depositaria de esta herencia y cadencia santiaguera en el lenguaje que se refleja principalmente en sus primeros libros de finales de los años ochenta: Enigma de la sed e Historias para el desayuno, poemas sobre el amor y el desamor, sobre la lenta cotidianidad en el puerto en donde fueron escritos los versos antes de 1986, año que la joven poeta se traslada a La Habana, después de concluir los estudios universitarios:

 

La paciencia nos trajo

la paciencia que acaba al medio del domingo.

La paciencia son dos que esperan para amarse

otra ciudad neutral donde nadie lo sepa

donde ningún vecino y ninguna ventana

donde todos nos miren con sus ojos de vidrio.

 

(“Extraños en la ciudad”, Manuscrito hallado en alta mar, 2011. p. 32)

 

          Odette llegó a México en 1992, gracias a la invitación del poeta Ramón Iván Suárez Caamal a la Casa Internacional del Escritor, en Bacalar, Quintana Roo. Arribaron unos jovencísimos Odette Alonso y Agustín Labrada. La poeta con unos enormes anteojos redondos de armazón de pasta y el narrador con unos pantaloncillos cortos que llevaba a todos lados. Sería un viaje sin retorno, atados al mástil del barco, con los oídos con tapones de cera, sin dejarse seducir ni atemorizar por los falsos cantos de las sirenas del sistema.

          Un viaje sin retorno que trajo a Odette a 2240 metros sobre el nivel del mar, lejos de su añorado Caribe y su ardentía. Años difíciles viviendo en un cuarto de servicio en un edificio en la Ciudad de México.

          A partir de este episodio se consolida la columna vertebral de los tópicos de su poesía: la soledad, la migración y el exilio, con los poemarios Palabra del que vuelve (1996), Insomnios en la noche del espejo (2000) y El levísimo ruido de sus pasos (2005):

 

No es mío este país

es del que viene verde a sus alfombras

a sus playas de arenas exclusivas

a sus hoteles caros a los que nunca entro.

Sólo tengo esta lluvia y este viento

y la ilusión del mar que no es el mar.

Vida provincial la que vivimos

escuchando las voces de quién sabe qué ancestros

prefiriendo el exilio a esta esperanza.

Qué quedará mañana sino este oleaje terco lamiéndonos las ruinas.

Qué sucesor de nadie regresará a pasear por estas alamedas.

 

(“Retrato”, Manuscrito hallado en alta mar, 2011. p. 32)

 

          Después de la primera década del presente siglo, con un puñado de significativos reconocimientos literarios, Odette se vuelca abiertamente —como señala el poeta Manuel Iris— a la “Crónica del cortejo, detalle del enamoramiento, confesión placentera de la carne que desnuda sin tocar la carne que imagina”, este despunte del lenguaje llevado a su más alta expresión y sensualidad, inició con su primera novela Espejo de tres cuerpos (2009) y encuentra su mayor madurez con Old Music Island, con el que obtuvo en 2017 el Premio Nacional de Poesía LGBTTI, “Es imposible leer este libro de amor entre dos mujeres sin sentirse enamorado y deseante”:

 

Otra miel es la que quiero

aquella que se embarra entre los dedos

y los chupo

hambrienta

golosa del sabor

y del aroma.

Otra miel

definitiva

esa que se unta al labio

y siembra

con acidez propiciatoria

la adicción.

 

( “Miel de agave”, Old Music Island, 2017. p. 110)

 

 

          En una entrevista con motivo de la aparición del poemario Lo que transcurre (2023), Odette Alonso comenta que las raíces de ese libro se encuentran en unos poemas, o esbozos de poemas, que descansaban en una carpeta en el disco duro de la computadora. Poemas que fueron escritos o que despuntaban mucho antes de la confección de versos de otros de sus libros como Últimos días de un país (2019) o La fiesta del dolor y otros cantos (2021).

          Lo que Odette tenía en la memoria de la computadora es lo que Marguerite Duras define como “Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda […]” (Escribir, p. 22). Digamos que Odette contaba ya con un libro de poemas pero que debía curtirse, una “escritura viva” que respiraba a la espera de su momento y su compás.

          La isla de Cuba, Santiago de Cuba y La Habana, como en sus anteriores libros, son el telón de fondo de los poemas. Pero ya no es esa isla construida con la nostalgia del exiliado, sino es una isla cimentada por lo onírico, no es lo que fue sino lo que se sueña. Odette Alonso fundó una isla para sí.

 

Las casas que habité viajan conmigo.

Son un nombre de mujer

una plaza donde la noche se hizo verso

algunas notas en el aire de La Habana.

Son el miedo y el amor que se desdice

que canta y luego calla y luego llora

ése que danza sobre las aguas calmas

donde un letrero advierte

“Peligro

aguas revueltas”.

Las casa que habité son esas aguas.

 

(“Casas del verano”, Lo que transcurre, 2023. p. 75)

 

 

          Odette Alonso tiene una pila que jamás se descarga: ora es compiladora de la Antología de la poesía cubana del exilio y de género y sus perspectivas; ora es coeditora de Versas y diversas. Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea, ora es fundadora y organizadora de los ciclos Escritoras latinoamericanas y Bulevar Arcoíris en el marco de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, ora coordina un club de lectura en torno a la literatura femenina en la Casa Universitaria del Libro de la UNAM, ora escribe ensayo, narrativa o poesía.

          En una ocasión cuestionaron a Iósif Brodski, otro exiliado que se llevó consigo tan solo su máquina de escribir y un libro con los poemas de John Donne, sobre cuál debía ser el papel del intelectual y el poeta respondió: “Escribir cosas bellas”. En ese sentido, Odette nos ha entregado 35 años poesía, una travesía de palabras transparentes, imágenes indelebles y ritmo cristalino, ha creado belleza, belleza, belleza.

 

***

 

Enzia Verduchi (Roma, Italia, 1967). Desde los cinco años vive en México. Becaria del Centro Mexicano de Escritores en 1992, ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta. Becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México en 1996 y 2003. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México en 2004-2007 y 2019-2022. Ha colaborado en distintas revistas y suplementos culturales nacionales e internacionales. Ha publicado los libros de crónica: 40 grados a la sombra (2013) y Los segundos y los días. Breviario sobre el temblor (2018). Y los libros de poesía: Cartas de usurpación (1992), El bosque de la hormiga (2002), Groenlandia (2018) y Nanof (2019). En 2024 la editorial Fili d'aquilone publicó Nanof en italiano y la UNAM su antología de la poeta uruguaya Circe Maia en la colección Material de Lectura. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano, hindi y polaco.

                                               



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