La brevedad de lo días
La brevedad de lo días
Una poética de la incertidumbre contra la resistencia
Sobre La brevedad de los días, de Martha Cecilia Ortiz Quijano
En el breve y revelador texto Borges y yo, recordamos que el autor argentino nos dice al inicio:
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario bibliográfico (…)
y finaliza con esta frase:
Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.
Lo recuerdo ahora porque al leer el libro La brevedad de los días (Colección de poesía Pigmalión. Grupo Editorial Sial Pigmalión) de la poeta colombiana Martha Cecilia Ortiz Quijano, todo lector, pienso, va a hacer esta pregunta: ¿quién es Martha Cecilia? o por lo menos esta otra ¿cuántas Marthas la habitan?
Es innegable que su trayectoria literaria que ya suma cerca de tres décadas y más de cuatro libros, sumando la imprescindible antología que preparó para Escarabajo Editorial en 2022 bajo el título Cartografía poética de mujeres colombianas, la hacen muchas poetas a la vez.
Ortiz Quijano permitirá en su nuevo libro que otros sujetos poéticos tomen su Ortiz Quijano y puedan hablarnos desde la muerte, la familia, el amor y la mujer que es y pocos conocemos.
Y es que sin querer hacer parecer que la poética de Martha busca lo borgesiano, uno como lector piensa que ella como en el poema “Yo” que un hombre es todos los hombres, así Martha es todas las mujeres que discurren en sus poemas.
Aquí el yo ella lo va a utilizar desde la experiencia para decirnos que hay un mundo que se derrumba bajo los símbolos de la muerte y nos derrumbamos con él, aquí no hay autobiografía, la autora de estos poemas nos exige ir más allá, pareciera que ella construye una autobiografía a la manera de un espejo donde nos podemos mirar.
Digamos que la parte del libro titulada El estallido de los gorriones nos refleja desde la violencia política, social, intrafamiliar que nuestro territorio esta cansado de ver pasar, pero que, a manera de poéticas testimoniales, la autora se empeña en no dejarlas en las manos del olvido, sería peligroso olvidar que la guerra, los feminicidios, los asesinatos en las grandes ciudades siguen ocurriendo.
Pero no sólo es el espejo de la muerte donde esta Martha quiere que nos veamos. Más adelante su otro yo se hace presente y de la desesperanza pasa a la memoria y una Martha Cecilia indefensa ante la vida misma busca en su sangre, en la raíz familiar, quien cubra su orfandad, así una nueva voz, ya no la de la muerte sino la del tiempo llega en los poemas que dan título a la segunda parte del libro Álbum de familia, todo su linaje es invocado y quiere ser protegida de por él, ante la incertidumbre de los días, ante la brevedad de los días.
Y otra más se deja leer entre líneas en la parte del libro titulado Los destellos del relámpago en la cual vuelve a asumir un nuevo yo que deja ver esta vez una poética intimista, una donde cada línea muestra fragilidad, cansancio y desesperación de una mujer cuyo interior está lleno de secretos y ruidos y oscuridad. Cómo encender la luz en esa otra, ella misma -la Martha de esta parte del libro- busca una respuesta en su escritura, en su cuerpo, en sus silencios.
Y al buscar esas respuestas entabla diálogos con otros poetas y otras poetas, Pessoa o Pizarnik, Gómez Jattin y Lilith, y muchas más, serán las voces que la reafirman en el último aparte del libro que parece bajo el título de A los otros. Aquí los pequeños tributos no son más que tributos a sus amigos de letras que le han hablado al oído en noches de soledad, de lluvia, de desesperación.
Mención aparte tendría el texto en prosa que da título a una especie de “bonus” en el libro Las mujeres que me habitan, una prosa testimonial, autorreferencial, aguda y dolorosa que nos da una visión más certera de los “yo” que habitan a Martha Cecilia Ortiz Quijano y los cuales no le permiten ser indiferente ante su propia vida, ante la vida de afuera la que ocurre lejos de su ventana, de su gata, de sus letras y que la hiere y la amenaza y le hace decir que en la brevedad de los días: “allá adentro, donde nadie la daña, escribe poemas bajo la luz de una lámpara”, y acaso en esos espejos como en los anteriores también nos miremos, y esos poemas-espejos sean tal vez como oraciones a dioses olvidados, tal vez como talismanes contra los malos augurios, tal vez como invocaciones necesaria en este tiempo.
Algo les aseguro lectores: al final todos pensaremos, a la manera de Borges, - No sé cuál de todas las Marthas escribió estas páginas.
Por Juan Carlos Acevedo
Ortiz Quijano, Martha Cecilia. La brevedad de los días. Grupo Editorial Sial Pigmalión. Colección de poesía 171. Madrid, España, Páginas 93. 2024
Selección del libro La brevedad de los días (2024)
EL RÍO
Morada de peces y muertos.
Cuerpos desmembrados
una pierna
la cabeza atorada entre un acantilado
un tronco hecho canoa.
Debajo de su lengua no lleva óbolos
peces y algas se atoran entre sus dientes.
Ni siquiera Caronte transportador de almas
los acompañará en su último viaje.
Los cuerpos sin rumbo
río abajo.
El agua
les irá borrando cualquier huella
rastro de quienes fueron
algunos serán arrastrados
hasta la orilla
otros
quedarán sembrados en sus profundidades
hasta el fin de los días.
TELÚRICA
Tiembla y no es la tierra
es mi territorio en erupción de rabia contenida.
La sangre se desliza por mis piernas,
en este útero, depósito de hojas secas.
Tiemblan los pájaros,
atrapados en la bóveda de mi cuerpo.
Mis manos con el cuchillo imaginario,
sueño que abro la carne del ejecutor
lo vislumbro, deshojando la ingenuidad
de aquellos primeros años.
¡Justicia por mano propia! —clamo—.
No sé cómo calmar la fiebre en mi cabeza:
¿En dónde estuvo Dios que no vino a salvarnos?
No sé dónde guardar este grito
la herrumbre que todo pudre
ese sinsabor que oxida y reaparece,
ese vértigo que me ha desolado por años.
El temblor hondo de los silencios
me convoca a alzar la voz esta noche,
a cerrar el círculo imperfecto.
En esta hora precisa
en la que me levanto
de estas ruinas
que siempre deja el derrumbe.
POST MORTEM
Ángeles degollados puse al pie de tu caja
y te eché encima tierra, piedras,
lágrimas, para que ya no salgas.
Jaime Sabines
Tanta rigidez de huesos
navajas cortando el aire.
Tu carne
comida para gusanos
lo único, después del trueno.
Tu cuerpo se desintegra en la hora del llanto.
La diástole y la sístole no corren más
como esos viejos relojes de mi casa.
—Tanta quietud en tu cuerpo tibio—.
Ausencia, ingravidez de lo no terreno
la nada
cuencas vacías en esos que fueron tus ojos
oscuridad y frío
en la grieta de la fosa.
Solo, solito
en esa,
tu nueva casa de alabastro
sin ventanas
sellada desde afuera.
Y,
allí te quedas
bien muerto
hasta el confín de los días
en esta tarde de marzo.
EL PEZ
Nace el pez
para la muerte
Horacio Benavidez
El pez
pies desnudos
resplandecen su cielo.
El llamado de la muerte
indefensa su vida
ante la crueldad del anzuelo.
ANIMAL INSOMNE
La vida es esto que muere.
María Mercedes Carranza
Este animal insomne que soy yo
muere en la tiniebla.
A las 3:00 de la madrugada
resucita
como el crucificado en la hora más alta.
Arden los sueños
cuando la vorágine llega
a la cúspide del aturdimiento
a la vigilia, al borde del miedo
al abandono
a la soledad en un poema.
HE REGRESADO A CASA, PAPÁ
Papá, he recorrido otra vez nuestra casa
hecha de palafitos
tablas de madera y zinc
la de ocho habitaciones
y pasillo largo
tus manos la edificaron
sin descanso.
De nuevo mis hermanos
en la mesa con tenedores y cuchillos
algarabía.
Mamá en la cocina,
la comida justo a la seis
las risas de tus hijos aún resuenan con el litoral
y el humo que viene desde la carbonera
deja en las paredes su marca.
Desde la azotea
veo a los pescadores regresar de su jornada
antes que la bajamar se aleje con la tarde,
he descubierto tus raíces de manglar,
esas que también son mías.
Ya no soy esa chiquilla inquieta
que revoloteaba con la ligereza de lo etéreo,
la del arcoíris en sus ojos lluvia
la muchacha de cabellos de alambres
que no llegaste a conocer
te busca a hurtadillas.
En tu lecho de enfermo
en la prisión de tu cama
con tus ojos del tamaño del mundo
me miras, sin musitar palabra
—silencios compartidos—.
La ausencia toda
en un instante de eternidad.
¡Ay, cómo quisiera que la muerte no te hubiera
arropado con su manto!
He regresado, Papá, en mis sueños a tu casa,
que los embates del tiempo
derribó.
LA CASA DE LA MEMORIA
El poeta vuelve a su casa de infancia,
aquella con olor a geranios.
Se esconde de nuevo
en la buhardilla de los recuerdos
el único lugar en el que se siente a salvo.
Yo también he regresado,
a buscar las cosas olvidadas:
los viejos juguetes,
esa muñeca con la que jamás jugué,
las canicas de colores de mi hermano,
la vieja cuerda con que saltaba
queriendo alcanzar el cielo, felicidad.
He caminado con sigilo en esa vieja casa
como un fantasma que añora el regreso de antiguos días.
¡Tantas tardes que pasé
en el patio viendo el caminar lento de las hormigas,
trepando el palo de mango sembrado por la abuela
tantos octubres de cosechas!
Hoy, el árbol ya no existe
como tampoco esa niña de coletas
y pantaloncitos cortos.
La que dañó sus zapatos
de tanto jugar a la rayuela los viernes.
Tampoco quedan los amigos de aquellos años.
¡Nada queda!
—El poeta siempre solicita el espacio de su propia infancia—,
lugar donde el tiempo es ilusión
RAÚL AL LÍMITE
A Raúl Gómez Jattin
No sé cuál fue tu último pensamiento
antes de dejar esta tierra, Raúl.
Nuestros caminos nunca se cruzaron.
En el minuto que le robo a la noche,
—te escribo—.
El filo de tu lápiz, igual que tus palabras
tus ojos de tempestades fueron la flecha,
la sombra del viento, tu figura ligera,
sin ataduras ni condena.
Te imagino en una mecedora elevando tu corazón insurrecto.
Ningún hospital logró encarcelar tus versos,
tus pies más allá de la comarca,
desde la aldea
hasta los confines de tu locura.
En ese río Sinú de tus amores dejaste
tus soledades cada día,
ese río: luna y reflejo.
En tu reino de poeta, entre la penumbra
te imagino
bailar con los zancudos.
En la hora del sueño Lola, tu madre,
acaricia tu cara de niño huérfano.
De tus bolsillos rotos no cayeron monedas
poemas, en esa mañana de mayo.
Las granadillas se hicieron estrellas
la dicha, real.
Mundos inventados en el ayer
donde la muerte y las guerras
no existían.
Martha Cecilia Ortiz Quijano (Tumaco, Nariño, Colombia) Poeta, tallerista y politóloga, desde muy temprana edad reside en Cali. Ha sido invitada a diferentes festivales en Colombia y el exterior. Sus poemas han sido publicados en antologías y revistas de Colombia e Hispanoamérica. Entre sus publicaciones destacan: el libro en edición cartonera De Eros a Tánatos (2003), Trébol de cuatro hojas (coautora, 2014) y la antología Desde la otra orilla Editorial El Taller Blanco, 2022). Cartografía de mujer poetas colombianas “Luz al Vórtice de las Palabras” – compiladora, (Editorial Escarabajo, 2022). Poemario la Brevedad de los días, (editorial Sial Pigmalión, España, 2024). En 2020 fue una de las ganadoras de “Poética del aislamiento” (Gobernación del Quindío, El Espectador y Cuadernos Negros Editorial). Sus poemas aparecen en las siguientes muestras: Poesía colombiana del siglo XX escrita por mujeres (Apidama Editores, 2014), Cuerpos habitados. Antología de poesía erótica (Ediciones Exilio, 2021), Desde la luz preguntan por nosotros (Fundación Pablo Neruda, Chile, 2021) y en el libro Cali: Territorio literario (Sial Pigmalión, Univalle Editorial, 2021). Ha sido curadora de algunas revistas cultura les de Colombia y Latinoamérica: en la revista Luna Nueva, con el dossier “Arte en la Calle” (2021), y en la revista feminista EnreDHadas, para el especial de poesía de la resistencia (2022). Ha sido curadora de algunas revistas culturales de Colombia y Latinoamérica.