El candil, de Hernando Guerra Tovar
El candil: aldea de milagros
(Sobre El candil, de Hernando Guerra Tovar)
Luego de la primera edición de El candil por Caza de Libros Editores de Ibagué, en marzo de 2024, Anzuelo Ético Ediciones de Cali, publica la segunda edición, en noviembre del mismo año. El candil es el séptimo libro de poesía del poeta y ensayista colombiano Hernando Guerra, un libro terapéutico, que repara heridas como debe ser la poesía según los consejos de Alejandra Pizarnik.
El Candil es un extenso poema que contiene cinco capítulos y cincuenta y cinco textos intitulados, donde los recuerdos y los sueños de la infancia son los materiales con los cuales Guerra construye su obra.
Esta es la esencia de su nueva arquitectura poética, una arquitectura feliz y hermosa como una pradera de luciérnagas encendidas.
La aldea
En este poemario el paraíso no es aquel lugar donde vivieron Adán y Eva antes de ser expulsados por la espada de fuego del ángel de Dios.
Aquí el paraíso es una aldea de casas de barro y utensilios sencillos, perdida en el pasado, que la añoranza del poeta visita con asombro, para entregarnos imágenes inolvidables como estas: “De cocido barro la Casa en la aldea crecida”, “La aldea en siglos encendida”, “La aldea su letargo de fuego”, “La aldea bajo la luna roja”, “… el viento habla de comarcas idas”, y “aldea que asoma su luz”.
Por caminos de palabras el poeta nos lleva hasta su comarca soñada para mostrarnos los seres maravillosos que la habitan como la abuela, la madre, Pedro y los niños, entre otros.
La infancia
El filósofo francés Gaston Bachelard, en La poética de la ensoñación habla de la imaginación, memoria y poesía, un lazo triple que nos ayuda a entender y prolongar lo que él llama una “infancia cósmica”. Y estos son los vehículos en los que viaja Hernando Guerra hasta la comarca de su infancia. Y toda “infancia cósmica” debe tener una luna llena que camina con nosotros como ángel guardián, un cielo estrellado, luciérnagas que parecen solecitos, un verano prodigioso, árboles enormes, mariposas multicolores, muchos pájaros, un río juguetón y por supuesto un observador.
A propósito de este tema, el poeta y ensayista Álvaro Neil Franco Zambrano, escribe las siguientes reflexiones: “En esta aldea tiene lugar la infancia del poeta, el cual es un pequeño dios que convierte en oro todo lo que mira, que sopla eternidad en estos recodos de tiempo que se detienen para siempre en el verde de todos los colores que se respira en las veredas. Es un niño encantado por los espíritus que habitan en el murmullo de las hojas, que por donde pasa va dejando un reguero de pisadas azules que desembocan en el cielo. Que se convierte en un pirata para asaltar con una flota de barcos de papel los guijarros que brillan como planetas extraviados en el fondo del río. Niño sorprendido, a cada paso, por las visiones inesperadas que lo asaltan en medio del camino. Poeta que pasa por el corazón los momentos vividos en el paisaje que le conoció la niñez”
El río
Otra cosa que señala Bachelard es que: “… la infancia es el pozo del ser”. Esta expresión del pensador francés nos ayuda a entender que en el fondo del ser, el poeta vuelve a encontrar el agua viva de su niñez, su cántaro jubiloso. Vuelve a bañarse por segunda vez en el río de Heráclito:
“Tantas veces nos bañamos / en las mismas aguas de la infancia”. En estas mágicas visiones el río es otro niño vital, incansable y acechador: “El niño se esconde en las cuevas / y el agua lo busca. Si lo encuentra ligero, / el agua sale, toma aire, come alguna fruta / y regresa….”.
El candil
El candil es un viaje fructuoso por el pasado. El poeta como el héroe legendario, regresa con el vellocino de oro, o mejor aún, con el cuaderno lleno de cantos. En estas páginas bachelardianas, cada metáfora es un poema y cada poema es una visión encantadora del paraíso interior, donde: “La edad sonríe sus primeras alas”.
Conrado Alzate Valencia
Poeta y ensayista colombiano
Cuántas veces,
a pesar de Heráclito,
nos asombramos en el mismo verso
de la infancia. Auroras y ocasos
por el cauce fugaz de su misterio.
Luz primera el hechizo
en la aventura final de la palabra.
Discurrir de la noche presentida.
Destino del que sabe la magia del mar,
la savia de la piedra.
Pedro va de pesca en la alta noche.
Cuento de tres en tres para apurar el pájaro.
En el río la noche se demora, los pasos de agua
son lentos, las huellas pierden la espera.
Una noche la bruja nos hechizó durante siete
carcajadas.
Sólo la madre del agua pudo romper el sortilegio.
La bruja ríe sin dientes, las piedras responden eternas.
El agua echa flores azules que amparan la pesca.
El río retoña como las aves.
Lleva en su vientre la semilla
de todas las lluvias. El viento
siembra la nube a su paso por la noche.
La lluvia es solaz con el hombre y el río.
No hay dolor más grande que un río
vacío de lluvia. Algunos caminos
son antiguos ríos muertos de sed.
La Madre del agua nos mira desnuda,
enseña su cuerpo dorado,
su brillo en movimiento.
Un niño espera la lluvia en el verano.
El alba espera el color del canto.
Los últimos escombros de la noche,
un barco de tripulantes ciegos.
Abuela prepara los brebajes para el mal de ojo,
repite el conjuro del fuego en los espejos.
Uno por uno acudimos en silencio.
Madre salva el río crecido por la lluvia arriba.
Toda su vida la vocación del agua.
La montaña entre filos de luz.
Desde el valle sus ojos,
estrellas colgadas del cielo.
Madre juega a contarlas una a una,
las bautiza con el nombre de los pájaros,
y son tantas que truena el universo
aleteo de relámpago.
La aldea su letargo de fuego.
El corazón del río el horizonte.
La distancia en los ojos del niño.
En los ojos de los muertos,
por el río de troncos y racimos un silencio espeso,
como si dijeran: es suficiente todo sacrificio,
sea lugar de cambio en la forma y contenido
del verso que escriben los poetas del invierno.
Y nos acoja, y nos lleve por tranquilos senderos
de regreso al único refugio posible: el amor.
Pasaban a nuestro lado las veces de regreso
salvando el caudal del río crecido de racimos
de mirada triste, de ojos blancos.
Alta raza de guerrera Madre.
El candil, su cosecha
de eternidad en el instante.
Por el camino de la aldea el alfabeto
del hombre, la palabra oscura,
el signo en la canción de la lluvia.
Fuego de altivez la inocencia.
Cómo olvidar su fuerza.
La estatura de su reino.
La noche ocupa su lugar aunque fluya el olvido.
Se puede restaurar los sentidos, quemar
las huellas
y la voz sigue oscura callando,
como si el tragaluz lo hubiese digerido todo,
a pesar del ruido y la medida.
No es la muerte quien usurpa la vida,
es la plegaria, la abisal oración de la caída,
la que funda precipicios de luz en cada noche.
Hay que beber de nuevo del cáliz del acecho,
el vino rojo de toda sacristía, asaltar las imágenes
de los dioses desdentados, ofrendarlas
al mejor anticuario en la penumbra.
Es necesario despejar las nieblas del corazón,
las extrañas cofradías de vestigios,
los escombros fundados entre todos.
La ausencia y su pronombre.
Hernando Guerra (Armero Guayabal, Colombia, 1954). Poeta y ensayista. Es autor de los libros de poesía: Pájaro azul, Linotipia Bolívar, Bogotá 1994; La noche del árbol, Sociedad de la imaginación, Bogotá 1998; Ciega luz, Colección Los conjurados Común Presencia, Bogotá 2004; Sombra embestida, Colección Los conjurados Común presencia, Bogotá 2007; En la curva del río, Antología, Colección Viernes de poesía Universidad Nacional, Bogotá 2009; Tríptico de la luz, Antología personal, Colección 50 poetas colombianos, Caza de libros, Ibagué 2010; El tiempo que nos resta, Cuadernos negros, Calarcá 2014; Restauración del fuego, Antología, Rosa blindada ediciones Cali 2016; Flor de precipicio, Uniediciones, Bogotá 2019; La dicha del vértigo, Antología virtual, Colección Obra abierta, Seshat editorial, Bogotá 2020; Tal vez una señal, Antología, Colección Pijao Editores 50 años, Ibagué 2022, El candil, Caza de libros, Ibagué 2024. Premio Dámaso Alonso Academia Hispanoamericana de Buenas Letras, Madrid 2017. Hace parte de una treintena de antologías y su poesía ha sido traducida al mandarín, inglés, francés, hindi, portugués, italiano.