Revista Latinoemerica de Poesía

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Psiquis de poeta



Psiquis de poeta

 

Por Joaquín Peña Gutiérrez
Ilustración: Archivo Biblioteca Nacional de Colombia

 

En la página 278[1] de La Vorágine se lee que la psiquis de Cova, ese poeta, fracasado, “traduce el idioma de los sonidos”, “entiende lo que aquella música les iba diciendo a los circundantes”. Y enuncia un mensaje de tres componentes que serán algo así como el proyecto de la novela cuando ella hace conciencia sobre la posibilidad de escritura de sí misma, aunque en su desarrollo vaya sobre el último cuarto de su extensión. Le anuncia, si es escrita, la redención a los caucheros y a las “mujeres esclavizadas” y el don de encariñarse con las penas al resto de los oyentes. (Lo último, queremos creer, hace relación a una metafísica del dolor. ¿Por qué canciones nos revuelcan el alma, aun sin que las almas hayan padecido afrentas ni desaires ni sufrimientos?) Acá el poeta se encuentra en condiciones espirituales de entrar en contacto con elementos que van más allá de ciertos imposibles, y descifrarlos o servirles y convertirlos en misterios revelados. Acá el poeta todavía es la persona en condiciones y con la responsabilidad, extraña debido a que nadie se la ha concedido, de descifrar, de interpretar, de promulgar los secretos más oscuros y necesarios del mundo y de la vida. Se dice todavía como una manera de indicar la pervivencia, acá, del poeta que parece dejar de existir en Europa como resultado de un agotamiento de la historia (y de la modernidad).

En el momento, década de 1920, los europeos se encontraban muy ocupados recogiendo y rehaciendo las ruinas de la primera guerra mundial; algunos intelectuales se encontraban muy divertidos con juegos pirotécnicos hechos con palabras que, sin embargo, parecían dar cumplimiento a una especie de mandato que había enviado días antes Mallarme en relación con la palabra poética y su llegada o regreso al silencio. La palabra se niega, es incapaz de decir, de enunciar, de crear sentido. La palabra se ha agotado y conduce al silencio. Hugo von Hofmannsthal, en su Carta de Lord Chandos, renuncia a la poesía. La palabra, sustenta el austriaco, se encuentra impedida para expresar; su psiquis se encuentra incapacitada para interpretar las voces de las cosas. El espíritu del poeta es incapaz de descifrar y entender la voz del mundo y de la vida. Este planteamiento, sustentado entre nosotros por poetas como Paz y muchos otros y casi todos, ese tópico común que habla sobre la insuficiencia de la palabra para expresar al mundo, que a cada rato nos llena la boca, goza de alta vigencia. Hace parte de los aportes decisivos de la cuestión poética durante un poco más de los últimos 100 años. Hoy, la poesía actual se despliega y ampara sus imperfecciones e insuficiencias bajo las consignas de esta invención europea occidental. ¿Actuamos de manera incorrecta al reactivar estas sospechas tan ciertas, en el momento en que el mundo parece más unificado que nunca y cuando nosotros, los americanos, sin pensarlo y sin saberlo, hemos asumido la complacencia y el deber de ser occidentales, de ser del todo occidentalizados en el momento en que Occidente atraviesa y vive la mayor sin salida de su historia?

Rivera, a comienzos de la década de 1920, mantiene invicta las condiciones del poeta como adivinador del mundo y de la vida. Desde acá. Desde un mundo nuevo que no ha creado razones para adoptar como propias las razones de ningún agotamiento. Apenas ha empezado a expresarse; a encontrar los medios adecuados para hacerlo. Y lo hace en el siglo largo que le sobreviene, como ocurre en la mayoría de la periferia del mundo que se hace, lo hacen Occidental, de Latinoamérica a Japón, África, China, Corea del sur. (Todas periferias con nobel de literatura).

 

Pitalito. Casa del Limonero. 24. 12. 2024.

 

Joaquín Peña Gutiérrez (Pitalito, Huila, 1950). Sus primeros años los creció en el campo de donde no ha podido ni deseado salir. La naturaleza, los animales y sus padres, Joaquín y Ana, le indicaron un camino y ser de vida del todo desfasado del camino fatigoso marcado por el progreso y el exitismo. Hizo parte del taller literario Contracartel. Fue docente de creación literaria en programas universitarios. Libros: Aspirina al corazón, poesía; Días de asfalto y Caspas, cuentos. Selecciones: Cuentos fantásticos, Cuentos de Miedo, Cuentos de Ciencia ficción. Otras publicaciones y muchos inéditos

 

 

[1] Rivera, José Eustasio (1924). La Vorágine. Biblioteca básica de cultura colombiana, Ministerio de Cultura (2015).



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