Revista Latinoemerica de Poesía

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Dos poetas per-siguen a Aurelio Arturo



 

Dos poetas per-siguen a Aurelio Arturo

 Por Joaquín Peña Gutiérrez

Aurelio Arturo me persigue desde hace muchos años. Tal vez soy yo quien lo persigue, pero con la suficiente inconstancia no para alcanzarlo, a un poeta no se lo alcanza, sino para conversar un rato con él. Y eso. Con él precisamente. Y yo. Con lo que hablo. Aunque sabemos, aunque sé que ahí, aquí está él y me habla. No con un silencio rulfiano. Con el silencio suyo; muy arturiano. Un silencio de universos interiores muy profundos. Un silencio de los mundos, un silencio de las cosas muy amadas y vividas dentro de la vida y perdidas y presentes después de que nos hemos ido de ellas y ellas, lo sabemos, no nos han abandonado. Son esas cosas y las palabras las muy pocas palabras enunciadas precisamente de esa manera lo que mantiene vivo el seguimiento, la persecución, la búsqueda; el encuentro con Aurelio Arturo.

Me persigue desde cuando estaba en el bachillerato. Milagrosamente me fue dado, para que nos persiguiéramos desde entonces, por el texto de español y literatura en donde, después supe, solo debían encontrarse los escritores bendecidos. Está bien, canónicos. Debía de estar muerto, mínimo. (Sucedía cuando sólo había salido la primera edición de Morada al sur con 14 poemas. El milagro lo había hecho Carlos Medellín, autor del texto, poeta y amigo de Arturo, apenas un poco más joven. El gesto arriesgado de incluir en un texto escolar a un joven contemporáneo no se lo agradecí muchos años después cuando nos encontramos en su colegio y nunca hablamos de estudiantes ni programas sino de poesía, incluida la suya que me mostró casi como un secreto incómodo, muy íntimo, que le costaba revelar. El mismo Medellín me decía abismado, ya ve, no entiendo. Cuando estoy en Bogotá, escribo El aire y las colinas. Y acá, en las afueras, en esa maravilla campestre, escribo Detrás de las vitrinas. Esas palabras llenas de humo y no vida de la ciudad, le digo yo.)  Aquel manual incluía un poema llamado “Rapsodia de Saulo”, una memoria que recuerda a otra memoria épica “entre los ríos salvajes”. Volvía a él sin sospechas, sin alentar descubrimientos, atraído por el encantamiento. Tal vez abismado por una épica sin sangre en la que ese hombre que luchaba no luchaba contra la naturaleza, no luchaba contra nada. Vivía. Él mismo, me daba la impresión y me la da, es el río salvaje. El río está dentro de él; con la bondad y la bravura del agua él es el río. No lo entendía y en realidad creo que sigo sin entenderlo, pero ya lo decía Andrea Cote anoche, ay de aquel que quiera, que tenga el interés de entender la poesía. Ese hombre y ese río, el hombre y la naturaleza no se enfrentan; se viven intermutuados. Por allá, en el fondo no cruje ni se desbarata nada. Por allá canta una dicha, un amor definitivo. Y acaso todavía no podemos enterarnos.

Santiago Espinosa deslinda un camino, anoche, Andrea al lado. Afirma que en la literatura de nosotros, de Colombia, sale a flote La Vorágine donde no se salva nadie de la fatalidad, que la literatura de aquí es una literatura del desacomodo, de la desavenencia, de la pérdida, del rencor, de la muerte. De acuerdo. Ahí aparece Arturo con el misterio contrario; el misterio inverso. Muy misterioso. Sin embargo no sé si los dos, Andrea y Santiago, sean muy jóvenes. Y yo, viejo. Aunque, para el caso, creo, la edad no es lo que cuenta.

Recuerdo a Isaac bajo el agua de la selva del Pacífico en la construcción de la vía Cali, Buenaventura. En la oscuridad casi permanente bajo la sombra de la fronda y bajo el agua, escribe su paraíso perdido. Hace todo lo posible por seguir manteniéndolo con vida. Y lo logra. ¿Qué salva a María de ser un novelón? No sé si estos jóvenes han perdido algo muy bueno y muy amado. Cuando Andrea decide quedarse fuera del país, qué deja; qué se lleva. Un paisaje, una de las desolaciones más intensas del país. Su amor o su nostalgia por el territorio físico y espiritual de la infancia es el entregado por un universo que a nadie le era amable.

Arturo vive en uno de los departamentos más atrasados; más conservadores; menos modernos o modernizados del país. Hay una conjunción de vida entre las personas y la naturaleza. Extrema. Casi anormal por la pureza y la profundidad y la buenura. Esas avenencias que cristalizan en una eucaristía de dicha. Pero ese niño, ese joven se viene a Bogotá. Otros antes y después se habían ido a Atenas, a Roma, a París, a Barcelona, etc. Aquí se puede hablar del extrañamiento; del distanciamiento. Debo salir de mí para poder mirarme mejor. Qué tan cierto. No lo sé. Creo que en el caso de Carlos Medellín, en el caso de Arturo, de cuántos más, aquí, entre nosotros, ocurre, sin necesidad de salir del país.

Santiago habla de tres Arturos. Yo entiendo que hay un primer Arturo que conoce por los poemas sueltos que ahora están en un libro que ellos, los jóvenes capaces que ahora hacen cosas por la cultura literaria colombiana no solo con su obra, la de estos y otros jóvenes, ha publicado Visor, la mejor editorial de poesía en español. Los conozco. Poemas cerebrales, de aprendizaje de la escritura y de otras cosas. Poemas del deseo de escribir literatura; no su poesía. A esto, a su literatura, corresponde Morada al sur. El mejor Arturo. El grande. Yo digo, el muy grande. El que nos deja después de la salutación con una especie de lugar común; la poesía es capaz de decir cosas que las palabras no alcanzan a decir. Es la manera como Arturo expresa su paraíso, el que había perdido y lo alumbrada desde sus mejores profundidades de amor y dicha. Cómo va a dejar perder esas perlas de resplandor, tan únicas en las expresiones de vida de la literatura del mundo y más de acá, de Latinoamérica. Y eso, amigos, no lo puede hacer el cerebro ni la imaginación. Es la vida buena, de ternura, en el alma. Que lo exprese él que tuvo la fortuna de vivirlo; de serlo. Y lo hizo. Qué ofrenda.

No entiendo lo que dicen estos poetas sobre la música en Morada al sur. “Introduce una nueva música en la poesía colombiana”. Espero no traicionar o haber oído mal. Será por lo fugaces de estos actos, una hora en una feria, es proeza que quede algo vibrando en el aire de la cultura. Quiero haber entendido que el gran aporte Arturiano hace referencia no a la supresión, sí a la superación, a la innovación de una música marcada por el ritmo externo del verso. Esta música existe de soporte a otra más melodiosa. El movimiento, las ondulaciones, las fugas y encuentros de sentidos y emociones; de conmociones y amoríos y avenencias y de días “que uno tras otro son la vida”. Es una partitura, son partituras de una vida extraña. No cabe una lágrima que no sea de alegría silenciosa; profunda. Una felicidad queremos decir imposible si no existiera Morada al sur.

Creo que hay algo más. ¿Se menciona la influencia de la poesía inglesa? En Arturo hay una modificación, una actualización o corrección del concepto de poesía que la poesía en lengua castellana había extraviado o establecido desde el comienzo. Desde cuando la épica se transforma en la narrativa y la lírica en la poesía. ¿Qué concepto de poesía expresa Rivera en Tierra de promisión? Lo poético es erigido, se levanta sobre la expresión; es la forma. Lo poético es el adjetivo, el símil, la comparación, la metáfora. Estos, y  otros elementos lingüísticos y retóricos no están al servicio de la expresión que está en ellos y por ellos, pero está más allá de ellos. No. Ellos son lo poético. El bien decir. Lo bonito. “Soy un grávido río”. En Rivera conmueve la expresión; las imágenes. ¿Cómo ocurre en “Saulo”?  En Arturo, una convulsión muy amable de vida que está más allá de las palabras aunque exista por ellas. Se me atraviesa Carranza. ¿Qué nos queda de Carranza? Su elegancia castellana. ¿Qué acontece con la palabra de Carranza cuando su alma se siente perseguida por la última jauría? Deja de hablar bonito y hace algún poema. Mírese que su hija, María Mercedes, con ese ejemplo en casa, no tiene ni un poema “bonito”, pero considérese si no tiene más poemas que el papá. ¿Somos injustos? ¿Lo que decidimos es nuestra tendencia por un tipo de poesía, la que nos atrae? También. Sin duda.

Y los que vienen luego. Estos jóvenes y todavía los más jóvenes que ven a una Mery Yolanda Sánchez, a una Andrea Cote como faros. Esperanza y hechos, muy querido Aurelio, es lo que hay en nuestra poesía. En la poesía. Entre otras razones debido a que los jóvenes han aprendido a frecuentar tu casa. Para bien, cada vez lo hacen más. Así sea para su mayor confusión. ¿Cómo resolver esa música buena de ternura y de amor con los estruendos, la demolición y la ruina de este mundo?

Casablanca 32.  21. 4. 2024.

 

Joaquín Peña Gutiérrez (Pitalito, Huila, 1950). Sus primeros años los creció en el campo de donde no ha podido ni deseado salir. La naturaleza, los animales y sus padres, Joaquín y  Ana, le indicaron un camino y ser de vida del todo desfasado del camino fatigoso marcado por el progreso y el exitismo. Hizo parte del taller literario Contracartel. Fue docente de creación literaria en programas universitarios. Libros: Aspirina al corazón, poesía; Días de asfalto y Caspas, cuentos. Selecciones: Cuentos fantásticos, Cuentos de Miedo, Cuentos de Ciencia ficción. Otras publicaciones y muchos inéditos

 



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