Mónica Zepeda
A continuación una selección de poemas de Mónica Zepeda (San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, 1987). Licenciada en Literatura y Creación Literaria por Casa Lamm. Meta-NLP Master Practitioner por The International Society of Neuro-Semantics. Es autora de Si miento sobre el abismo (2014) y Las arrugas de mi infancia (Coneculta Chiapas, 2020). Su obra ha sido incluida en varias antologías como Universo Poético de Chiapas: itinerario del siglo XX (Coneculta Chiapas, 2017); Poetas en el Cosmovitral (H. Ayuntamiento de Toluca, 2018); La piedra del fuego, Antología de poetas chiapanecos (Editorial Cultura, Guatemala, 2019); Antología Multilingüe (Artepoética Press, 2022). Ha participado en festivales de poesía nacionales e internacionales como Jornadas Pellicerianas 2022 y The Americas Poetry Festival of New York 2022. Parte de su obra poética ha sido traducida al polaco, inglés e italiano. Poemas suyos también han sido publicados en reconocidos medios impresos y electrónicos de México, España, Honduras, Guatemala, Perú, Bolivia, Colombia, Chile, Estados Unidos e Italia. Obtuvo el tercer lugar en el VI Premio Literario Internacional “Letras de Iberoamérica 2022” en la categoría de cuento corto con el texto Acerca de tiempos remotos.
Mi crucifixión
Yo quería mi cabeza sin corona,
las espinas sin mi sangre,
el martillo en vez de clavos
y otro cuerpo en esta Cruz.
Sin Dios
Hoy pretendo
liquidar mis fallas,
alzar la mano,
pedir la palabra
y contar una pena,
sin provocar combate.
De no ser posible,
hoy pido
bajar la mano,
para arrimar el hombro,
no sé a quién
ni con qué pretexto,
tal vez,
a mi voz diestra,
esa que sin temple,
intimida al pensamiento zurdo.
Hoy deseo
desmontar mi cruz
de la pared,
en un ahora,
en un instante,
sin Dios.
Hoy destilo sangre
hasta el cansancio,
sin morir asfixiado
a llanto libre.
Hoy vuelo
haciendo escala
en los altares,
para aterrizar
sobre algún cielo,
de ser posible,
sin Dios.
Oscuridad
El milagro se apagó.
Nos dejó rezando
a cada uno por su lado,
por su respectiva vida.
Entre mis dedos,
sostuve el rosario,
supliqué cuenta a cuenta,
me aferré al oscuro misterio
y, después, encendí otro fósforo
para alumbrar al Cristo de mi pared.
[Si miento sobre el abismo. 2014.]
Mujer
Trémula ante el viento y los signos de interrogación,
tu certeza tiene frío y fortuna de saberte viva.
¿Todavía sientes, mujer, que eres otra y no tu niña?
No respondas ni te juzgues.
Escapa, escapa, entonces, mientras puedas
y cuéntale al reproche tu arbitrio:
Así me he ido, por la huida, yéndome lejos,
y yéndome lejos, por la huida, no he vuelto a mí.
A veces, el ojalá es correr hacia uno mismo,
sin alcanzarse. El hubiera es, casi siempre,
cumplir lo necesario y no lo prometido.
Confía, mujer, en ser la niña que creció.
La jaula del perdón
Igual que ama la jaula del perdón,
con promesas entreabiertas y los hijos
entredichos, faltos de tierra, sobrevolando.
Puede jurarse, sí, que nos amamos
de manera civilizada, como por turnos,
uno a otro, sin viceversa ni arrebato.
Si amásemos distinto, qué atropello
tender las alas en simultáneo;
en nuestro más puro silencio,
ninguno trinaría alguna vez
que somos canto:
Puesta la sombra al aire,
alcanza muy pronto el cielo.
Y, sin embargo,
el cielo no salva al hombre
ni a la ave,
es la ave quien redime al cielo
y el hombre libre quien la libera.
¡Cómo quisiera camuflar mi dicha!
No sólo las tardes,
todo el plumaje de las tardes
aletea con tal garbo en mi ventana,
presumiendo, así, que nos amamos
—qué sé yo si en presente o en pasado—.
Esto supone lontananza y apogeo,
precipicios expuestos al vértigo
de religar el nido con el verbo.
A esto lo nombramos: vuelo.
Yo soy el sitio donde prefiero quedarme
Cuando siento asfixia, abro mis fosas
de par en par. Primero inhalo el momento
y luego vuela, imperioso, un sosiego
sobre las alas de la inmensidad;
lleva consigo la sal de mi lengua
a cada playa del reloj donde planeé aterrizar.
Yo no entiendo cuando la gente dice
que sale caro viajar.
He ido a tantos lugares que ya conozco
hasta el sitio donde jamás volvería,
ni siquiera, al volver la huida atrás.
He ido a tantos lugares que, varias veces,
posé mis pies y mi equilibrio sobre
una cuerda floja que se suspende,
en lontananza, entre los peces
del cielo y los tropeles de la mar.
Navegué en lo profundo de los charcos
cada vez que la palabra lluvia se
escribió de cabeza y el punto de su i
fue la gota que derramó mi verso.
Escalé la mayúscula más alta del mundo,
me tumbé a la sombra del sol y di
de beber a la sed del famélico desierto.
Medité en la rima consonante del camino
que me llevó, con urgencia, a tu aroma
y, tan pronto como pude, me escapé de Roma.
Exploré el bosque de niebla refugiado
entre el acento diacrítico de mí y mi vida.
Dondequiera que venga y por doquiera que voy,
para llegar a mi hogar siempre me llevo conmigo:
me llevaré hasta en mi muerte, con todo y huesos,
por si aún me espera, con todo y vida, la eternidad.
[Las arrugas de mi infancia. Coneculta Chiapas, 2020.]
Descargar libro: https://www.conecultachiapas.gob.mx/publications/view/las-arrugas-de-mi-infancia