Omar Gallo
Presentamos un conjunto de poemas de OMAR GALLO. (Itagüí, Antioquia, 7 de enero de 1960). Poeta y escritor. Profesional en Gestión Cultural. Autor de los libros Contar Hasta Uno (versos cortos), 1995; El Libro Dorado de las Pretensiones (prosa poética), 2000; Ética para los Sueños, 1ª. Edición, 2002; 2ª. Edición, 2007; Devorador de Sombras, 1ª Edición, 2004; 2ª Edición, 2014; Sobresaltos (versos cortos), 1ª Edición, 2007; 2ª Edición, 2018; Palabras de Sol (poemas para una madre), 2011; Tiempo de espejos, 1ª Edición, 2022. Integrante del Movimiento de Poetas del Mundo desde 2008. Miembro de “La Cofradía del Tritón Nerudiano”, desde 2004. Actualmente es Tallerista de Poesía de la Casa de la Cultura del municipio de Itagüí. Monitor de Literatura en la Casa de la Cultura de Barbosa, Antioquia. Socio de la Conferencia Mundial de Escritores de Haiku. Haiku suyos fueron publicados en la World Haiku, 2014, No. 10; 553 Haiku in 30 Languages by 188 poets from 40 Countries.
DESESPERA
El Silencio es ese otro que te escucha.
No hay espejo que se oculte en la pared;
dioses sin palabras saben que el tiempo
es el amor que no se cansa de esperar,
que el miedo es un indicio de lo incierto,
porque te entristece cuando ríes,
y porque así, tu silencio es agonía.
¿Acaso el tiempo es la voz deshabitada
que te persigue para aferrarte a su memoria?
La soledad es el monólogo del sueño.
DACTILAR
Tocar, conocer el alfabeto que te adopta.
Acariciar un seno apolillado y descubrir de tajo
una ortiga dormida que se achica
entre la piel y la enfermedad de pesadumbre,
besar la brisa y abrir el resplandor,
primitiva manía del no estatus en el aire
o sinsabor de la añoranza;
preso latido de la hostilidad y el desarraigo.
Tocar un espectro por furtivo
mientras las olas de la pesadilla
invaden la culpa y la vergüenza,
percibir que alguien más te habita:
desconocido seguidor del tabú o desmisterio,
maltrecho señuelo incapaz de sollozar,
mendigo que pende del decoro y el recato;
enrojecido ardid que no se ensalza.
AGUJA
Espías en la cornisa de la tarde.
Teje y se desteje cada sombra
que se atreve a nombrar una quimera
entre el augurio de la lluvia y la mentira.
Para engañar a pesar de los hechizos,
invocan a un titiritero -y con ello-
advierten de la ronda temporal o entresijo;
otro modo transparente
para dar sobrenombre al desencanto.
Vas ungida con la ingenuidad,
sorprendida, mandas a tejer la lejanía
para olvidar que el desamor
permanece intacto y con donaire;
vuelo de una aguja que, aunque imperceptible:
logra desescribir las pesadillas de una trampa.
VENENO
Se necesita un farmaceuta cerca de la puerta.
Inhabitable, llega la hora de agonía
cuando el poeta laralea la tristeza
y la noche se ensilencia mientras llueve.
El apego se volvió la incertidumbre
de esperar sin un regreso,
como las voces de los inocentes
que tiemblan en los cristales de la música.
Calla, deja que te ame en el revoloteo del poema,
permite que te adore en el suspiro
cuando celebras extraviada los latidos del sereno.
El desamor: exilio, palabras,
y oscuridad de la omisión que se va tras el conjuro,
certitud que se vuelve indecisión o rebeldía,
antiguo acorde de otra estirpe más desconocida;
llamada exaltación u orfandad.
Calla, deja que te ame en el sobrevuelo del poema;
permite al dolor que no me nombre.
POEMA SIN FINAL
Paisaje sin palabras tu tristeza.
Decir Tango:
quitarse la piel para olvidar
y evadir el ruido de los ojos en la boca
para no lastimar la sobriedad
y con ello corroerse de sombra o desventura,
no caer siendo corazón y adversidad;
ensuma secreto o manera de extravío,
presunción que insomne se cuela
por las hendijas imaginarias de la aurora.
Es cobarde la infancia que celebra
que el mundo es un puñado de saberes
para salvaguardar el desustedes y el nosotros,
el motivo engrandecido por pensar
cada que se atora la voz con las palabras
y el espíritu se calla y se ensolloza,
porque es un siglo y medio
el que se va cuando no baila sino ríe.
TIEMPO DE ESPEJOS
Que acaso el tiempo es un misterio
que muda de sombra
frente al miedo de la noche.
Este poema no es azul como los ojos de la tarde
ni tiene en las manos una flor que se muera
con sólo abrir los brazos del presagio;
no tiene secreto alguno que salve el vocablo
ni gesto místico que pretenda sublevarse.
Este poema no se persigue para atarse a un árbol,
para sobrevivir frente a la guerra de silencios
cuando la ceniza de la niebla
toca el cuerpo sin abrigo del judío
que jura asesinarse, si se encuentra.
El tiempo habla poco y se acobarda con la muerte;
es el abandono frente al sigilo del tocarse,
trinchera que llena de heridas la recordación
y se aferra a la soledad para evitar los adioses
que proclaman que el delirio es ebriedad
o tal vez un antiguo enigma capaz de ancianizar
una pared de corazón embrutecido.
La hora de hablar de buques, lunas, dioses
y mares medievales, ha pasado;
el poema y el tiempo se enrojecen
ante la alborada de lo eterno,
-pues con la ceguera y un puñal-
hacen de la lágrima, la intimidad
aferrada al espíritu de soledad que no respira;
al espejo musical del desvarío y la utopía,
a un ángel capaz de sonreír sin habitarse.
El tiempo, una luz tenebrosa capaz de sollozar.