A quién leemos cuando leemos a Adriana Hoyos
A quién leemos cuando leemos a Adriana Hoyos
Por Rómulo Bustos Aguirre
El alma es un acorde, la disonancia una enfermedad, asegura Pitágoras. La voz oscilante que habita estos textos nos recuerda lo primero, al mismo tiempo que sufre lo segundo. A fin de cuentas en esa voz a quien no leemos se hace visible el tatuaje indelebles de nuestro tiempo: la pérdida del alma como una de las per-versiones de la modernidad.
Disonancia no como patología, sino como designio plenario de apertura del ser. En esa aventura la voz se pliega y se despliega, gira, tambalea, se urde y se desteje. Exilio es su sello. Y no podría ser de otra manera para quien ha escuchado el llamado del abismo originario. Voluntad de anti-tiempo. Mística de la inquietud y el desasosiego, de la sed insaciada y las epifanías del eros.
La voz se mueve en la plétora de ese espacio paragramático de que habla Kristeva: una especie de agujero negro de doble faz donde son destruidos todos los sentidos, de donde emergen todos los sentidos. Geometrías, sí, pero no euclidianas. Espacio de pisos infinitos, conversación a muchas bandas. En su errante no saber le queda un resto de sí que se pregunta por la posibilidad de salvación por el poema. Adriana cita a Büchner: Era como si él[ella] fuera doble, y una parte buscara a la otra para salvarla, llamándose a sí mismo[a] Narraba y recitaba poesía con la peor de las angustias hasta volver en sí. A Adriana solo le queda su propia voz para convocar los múltiples, aterradores o angélicos rostros de lo Sagrado.
De la gracia del poema mana el ambiguo estatuto ontológico de la autora: le dona el movimiento en fuga de leerse y escribirse, de tacharse, de borrarse, de perderse y encontrarse. Avatares incesantes, laberintos de la voz. Lo que habla, lo que lees es ese fondo sin fondo que niega al ser, pero que lo hace posible. Voz-anfisbena. Una radical pulsión de forma la mueve. Voz-cangrejo que en su avance y retroceso intenta asirse de algo, en un imperativo una y otra vez obliterado. Voz-Proteo que ensaya todas sus metamorfosis. Voz-Sibila que dicta su oráculo e intenta escapar de puntillas por los márgenes del texto. Ya es tarde: ya ha caído en la trampa del lenguaje, que es, después de todo, la única forma de balbucear el Silencio. Estos poemas son sus huellas sobre la improbable arena del tiempo.
De “Geografías del desasosiego”, del libro: No es a mí a quien lees
Sintió el peso del aire
El olor de la tormenta
El polvo seco en los ojos
Por debajo del llanto
La sed aterradora
Hablaba en voz alta
Solo
Montaña arriba con el coro de la tierra
Movía los brazos
Como si el mundo estuviese herido
El río fluía
Sobre las piedras luz y murmullos
Se hizo bosque hasta sentir el frío
El mismo frío que padeció Lenz
Aturdido por afilados pensamientos
Desoyéndolos
Entre los árboles hilaba destellos
Meditó en el alcance de la vida
Resistió la intemperie y el miedo
De “otras voces” del libro No es a mí a quien lees, (Huerga &Fierro Editores, Madrid, 2022).
Crece tu recuerdo con la ausencia
La palabra entonces se adelgaza
En tu voz hay fisuras que afirman la distancia
Busco en los cajones esa sombra de los días
Traspaso las paredes en la noche del miedo
Poesía y locura escarban la misma herida
Regresas para devolver
Mi reflejo de entonces
ADRIANA HOYOS. Escritora, cineasta y gestora cultural nacida en Bogotá. Como cineasta, ha dirigido los cortometrajes Elegía (1998) y Hotel Santa Fe (2002), junto con el mediometraje Beneyto desdoblándose, sobre la figura y la obra del artista. En 2005 fundó la productora La Huella del Gato. Durante catorce años codirigió el festival Visual Cine Novísimo. Como miembro de la junta directiva y directora de comunicación de la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA), ha puesto en marcha diversas iniciativas que potencian el trabajo de las mujeres tanto en el cine como en la publicidad.
Como escritora, ha participado en encuentros internacionales de poesía en Colombia, Dinamarca, Egipto, España, Italia, Macedonia, Serbia, Suecia y Turquía. Sus poemas han aparecido en diversas revistas y antologías y han sido traducidos a distintos idiomas: albanés, árabe, francés, inglés, italiano, portugués, serbio, sueco, rumano. Publicó La torre sumergida (2007), La mirada desobediente (2013), Del otro lado (2017) y No es a mí a quien lees (2022).
RÒMULO BUSTOS AGUIRRE. Poeta y ensayista colombiano. Premios Nacionales de Poesía 1993 y 2019. Algunos títulos: La Furia del cordero (Seshat, 2020), De moscas y de ángeles (Universidad Javeriana. 2019), Casa en el aire (Pretextos, 2017), La pupila incesante: Obra reunida (FCE,2016).