72. Luis Aguilera
“Dios nos guarde en poesía, porque ahí afuera,
la vida es un chorizo en una casa de perros”.
Luis Aguilera
Voz que se queda
Aunque se sabe poco del autor y el rastreo de su nombre en la web resulta una tarea difícil, no se pude desaprovechar la oportunidad para hablar de un gran poemario “Voz que se queda”. Un trabajo que refleja una profunda soledad característica del autor y una entonación con aire libertario que muestra la inquietud por su patria aun en medio del largo exilio […] “Bajo una bandera blanca van mis sueños. / Si despierto perderé mi patria”. El esencialismo presente a lo largo del libro traduce la rebeldía e inconformidad ante el mundo del escritor, una poesía llena de circularidad y contundencia.
Sin caer en el sarcasmo, con gran habilidad Aguilera pone de manera estética en sus versos un tono esquivo y huraño como mecanismo ante la estupidez que concibe en su entorno: “No hemos hecho otra cosa que crear dioses / para que nos destruyan” del mismo modo lo hace con el resto de cosas que lo hacen sentir inconforme, sin desligares de una sensibilidad romántica de entender también la belleza de las cosas simples: “Soy el único que entra y sale de esta casa. / Abrir o cerrar la puerta son actos absolutos” […] el juego de la palabra íntima y la sencillez del lenguaje son atributos determinantes en la Voz que se queda.
Luis Aguilera nace en Colombia en la ciudad de Funza, Cundinamarca en 1945. Reside en Tenerife, España desde 1984. Ejerció como creativo publicitario y ha sido incluido en la llamada Generación sin Nombre. Entre sus obras se conoce: Aún así, Voz que se queda, Fulanitos de tal, El inesperado, El ser unánime, La sociedad y el Estado distributivos, Poemas (1964), Quítenme esos versos de aquí (1993), y Poemas reunidos (Universidad Nacional de Colombia, 2006).
Lina Téllez
SEÑALES
Stop. Luz roja. Peligro.
Paso de peatones. Propiedad
privada. Veneno. Prohibido fumar.
Uso de casco obligatorio.
En caso de incendio rompa
el vidrio. Alta tensión. Cuidado
con el perro. Manténgase
fuera del alcance de los niños. Pero
no hay señales de vida
ni a dónde levantar la cabeza:
hemos perdido las estrellas.
TERRITORIO
Soy ciudadano de un solo territorio: el de mi cama.
Su insomnio tiene algo de perro echado y vigilante.
Acaso lo único real que no salió del paraíso.
Bocarriba, tengo por cielo el yeso o el cemento
y un pájaro quieto en las sombras de una lámpara.
Al frente, duele el amanecer en su destiempo.
Un maldito jardín de tela lo ciega en la ventana.
Debajo, mis zapatos quedan mientras yo me alejo.
Duermo sobre la madre patria de mis huesos,
puerto sin luces donde amarro el alma.
Todos los demás fueron extraños.
Llegaron para irse en un barco de sabanas volando.
No hay ningún otro país bajo mi almohada.
Solo se pertenece a un lugar cuando se está desnudo.
Con los pies en alto, sin pisar la tierra. Lo demás es viaje.
CASA
Soy el único que entra y sale de esta casa.
Abrir o cerrar la puerta son actos absolutos.
Lleno o desocupo.
Lo mismo hago con la luz cuando la enciendo.
Devuelvo a las cosas forma y uso.
Soy su movimiento.
Por eso nada existe en esta casa mientras duermo.
Soy la vida.
Si mañana la muerte, sombra de verano.
Habré olvidado la última cintura.
Un abrazo será mi puente de salida.
Espero sin otro pensamiento que la lluvia.
El tiempo probará que nunca estuve aquí.
Que no tuve Dios ni fui soñado.
IMPAR
Perdonen mi tristeza de calcetín impar.
Memoria desnuda de otros cuerpos
como la ropa mal sujeta a los alambres
aprendo a vivir contra los vientos.
Por patios, por azoteas, por los solares
rema la muerte sobre los pasos
que en cada muda vamos dejando.
Para que no me ocurra,
descontaré este día de mi pasado.
Déjenme aquí, solo y perdido,
tendido al sol hasta secarme.
ESPERA
El que un regreso espera
está en el lugar sin circunstancia
de una casa incierta.
En los días innecesarios de la vida
lo amado es un perfume
de memoria triste
que no culmina su inminencia.
La felicidad sólo ocurre en el futuro
con su soledad insalvable porque ya no existe.
Sobre las piedras del corazón
pasa el tiempo presente de los verbos
sin leerlos.
Pero es en el silencio de los ojos
que la espera desocupa su último equilibrio.
GRAFFITI
Al toque de queda,
cruzando la noche de puñales y besos,
alertas los perros,
infiltrado entre versos,
prohibido el encuentro
y perseguido el abrazo,
escribiré contra el pecho
de un pálido muro
o de una esquina sangrante:
«Nos vencieron, no los valientes, sino los miserables».
VOZ QUE SE QUEDA
1
La sangre blanca del papel
me mancha.
De la punta de la lengua escapa
el trazo sonoro que negó la tinta.
Se queda sin piel una palabra.
Otra vez fue imposible
el pájaro invisible que la canta.
Vuelta de página. Silencio.
Vuela la pluma que lo escribe,
nudo sin fin o desenlace.
2
He llegado antes que la voz
para contarlo:
me borra la mano con que escribo.
El tallo aéreo de sus letras no resiste
el fruto que desgrana. Páginas opuestas,
verbos que se anulan, quedo en blanco.
De mi debilidad, la copia. Sírvanse archivarla.
Sólo he venido a recogerme y a olvidarme.
Pertenezco a lo jamás escrito o publicado.
3
Mano de cristal para romper la piedra
la escritura. A paso de sombra
llegan con el norte partido las palabras.
En el origen del agua debió existir
una historia semejante. Hay un poema
en la multitud transparente de la lluvia.
Sobre las hojas, música.
De niño cerré los ojos para oírlo.
Se me ha ido la vida tratando de encontrarlo.
4
Hojas sueltas mi vida.
La tinta voz que se queda.
El tiempo paciente fuego.
Del canto, viento y ceniza.
Para mutuamente anularse
se persiguen versos y olvido.
Hay un adiós en la puerta
y un vuelo quieto en mi mano.
PATRIA
¡Alto! Levantaré los brazos.
No es mi primera rendición
ni será la última.
Todas las noches pacto
un armisticio. Bajo
una bandera blanca
van mis sueños.
Si despierto perderé mi patria.