78. Clemencia Tariffa
Clemencia Tariffa nació en Codazzi Cesar, el 22 de octubre de 1959 y murió en Santa Marta en 2009, cuidad donde vivió desde los ocho años con su madre. Publica su primer libro El ojo de la noche en 1987 e hizo parte del grupo Poetas al Exilio desde 1991. En 1994 obtuvo el Premio Latinoamericano de Poesía Koeyú de Caracas, y el Premio de Poesía del Instituto de Cultura del Cesar. En el 2006 fue publicado su libro Cuartel, por la alcaldía de Santa Marta en coedición con Exilio-Mesosaurus, el segundo y último libro que le permitió escribir su salud física y mental. Los últimos diez años de su vida los pasó en una clínica mental donde falleció el 23 de septiembre de 2009.
Desde entonces su obra ha sido recopilada en varias revistas y antologías nacionales e internacionales. La Casa Poesía Silva le hizo un homenaje en 2008. En 2014 los versos de Clemencia fueron recopilados en la antología Difícil hablar con las sombras, editada por su amigo y mentor Hernán Vargascarreño, esta reúne los dos libros de la poeta y una entrevista que le realizó Rubén Darío Otálvaro. Allí se encuentra a Clemencia desnuda. Su obra está cargada de erotismo y dolor y vacío y amor.
Actualmente la Fundación Árboles Azules organiza un Festival Internacional de Declamadores y poetas nombrado Clemencia Tariffa, en su honor, y se lleva a cabo en Codazzi, Cesar. Este festival lleva tres versiones, la más reciente, de forma virtual. A continuación les presento una selección de poemas tomada de los dos libros El ojo de la noche y Cuartel. Habito las mismas calles de Clemencia y no pude apreciarla; ahora lo hago a través de sus letras, recorriendo los senderos de su poética.
Nota y Selección por Carolina Sánchez
(Integrante del Taller Literario de la Universidad del Magdalena - TALIUM)
Intrusa
Me habita otra mujer.
Una extraña, una intrusa
que no alcanzo a entender.
Yo no puedo pedir
un aro de Saturno
para mi delgado puño
ni una cinta de agua
para amarrar tristezas.
En cambio,
sí puedo ofrecer
la excitante abertura
que centra mis labios
Calor
Después de correr las cortinas
no acepto la idea
de haber cerrado mis labios,
mucho menos
haberme enamorado.
Los huesos me reclaman:
¿Por qué respiré tanto fuego
por este militante del amor?
Pero con la misma fuerza
yo sé odiar
y tirar calladamente una flor
creando así el dilema necesario
entre el sol y la estrella.
…no sería honrado
amar de otra manera.
Misiva
Todos los soles han de ser iguales tanto en las cartas
como en las fábulas, ante todo, si quien escribe niebla en
un país de maravillas tempranas. Y tal vez un malecón de
algas conserve en mi cerebro verde como han vivido las
letras en las mismas cartas leídas, pues si en realidad
existe un dios, él más que nadie sabe que soy feliz de ser
lo que soy, que desde que empecé a hacer arte jamás
quise otra cosa diferente.
Por supuesto, me siento más húmeda que una manzana
rosada, después de leerte. Reconociendo ser más tímida,
pero no por eso he olvidado las cigarras, ni mucho menos
escribir poemas, por supuesto, cuando le escribo al poeta.
Ser
Se viven cosas raras
cuando se es poeta.
Se es una flor
en la que se ha derramado hiel,
y se tiene la convicción
que un día no muy lejano
saldrán alas
que volarán como pájaros marinos
para guardar así
todo el aire en las manos.
Se es niña, se es mujer,
se es una flor, una paloma
o simplemente, se es poeta.
Pájaro en distancia
Con un clavo tocando la puerta
me gritas: ¡Compañera, mataron al poeta!
Y qué dolor a las seis en punto
porque a las cinco y media ya estaba de luto.
Todo en la ruta serán caballos y terciopelo.
Yo tocaré tu cabeza -y qué extraño:
ardiendo la tierra, sudas con pasión-
No bajaré esta frente dura,
pero mi hombro te sentirá preguntando:
¿Camarada, usted no llora al poeta?
Aunque solo tire un clavel y una voz,
aunque siga dando vueltas la luna de Dante,
no puedo recoger un total de sangre
en mis manos delgadas;
mañana un camará
otra gota dejará.
Ojos
Se ha gastado el amor
que hicimos tan de mañana
todas las mañanas.
Huyó fugazmente la alegría.
Ya no volveré a mirar tus ojos
que antes me enceguecían.
Ni a ver cómo el sol de la tarde
te imitaba día tras día
en su caminar sereno,
en su lluvia de fuego y melancolía,
ese no-sé-qué
que jamás entenderé.
No me verás.
No volveré a mirar tus ojos.
Capullito
Mirando al sol descubrí
que soy una criatura ciega,
buena alumna en el amor,
pésima en matemáticas
e impuntual para las citas.
Si no es por el sol, no descubro
que soy una extraña mariposa
libérrima e indefensa
con alas incendiadas
sin preocuparme por morir,
solo por libar
al astuto girasol,
y volar, volar siempre firme
mirando al sol.
***
NOTA A ESTA EDICIÓN: Los poemas publicados de Clemencia Tariffa en la Revista Latinoamericana de Poesía la Raíz Invertida, han sido autorizados para su publicación por el depositario de los derechos de autor, el poeta Hernán Vargascarreño. Quienes deseen reproducirlos deben dirigir su solicitud al correo fundacionexilio@gmail.com