Juan Guillermo Sánchez: poemas de
Selección y nota de Camila Charry
Altamar está dividido en tres partes (Las voces del subsuelo y los yacimientos, El libro de los sucesos y Paisajes) que se enlazan a través de una mirada decantada que le devuelve la voz a todo aquello que en la búsqueda del mal llamado progreso, se nos ha vuelto invisible y marginal. Entendido este libro como una suerte de génesis en donde Juan Guillermo Sánchez mece el agua contenida en un cántaro sagrado y la obliga a fluir, nos adentramos en el silencio paciente de las montañas, que son también nosotros y nos recuperan mientras ese yo se recita y su canto se hace pluralidad; su constante flujo marca la distancia entre lo que la razón occidental se ha dado a negar y lo primordial que se va nombrando, bautizado por su palabra para contenernos en su fuerza. Cada una de las presencias que atraviesan Altamar se manifiestan desde un secreto abecedario que hemos olvidado y nos las ofrece limpias, renovadas. Son estas las voces de la tierra, del cielo y del agua, que redescubrimos como si la palabra las despertara de su letargo y de repente, encantadas, nos tomaran.
Como en la poesía de Whitman, si se puede hacer esta comparación, Altamar no es fin sino puente y nos invita a un recorrido, al gran viaje, en donde la naturaleza habla, las cosas todas devienen naturaleza y esta deviene lenguaje, volviéndose un canto que dignifica los elementos. Pero este recorrido no es solo geográfico, es también el paisaje de nuestros sueños, un paisaje mental, espiritual e histórico que contiene una tradición que se renueva en la voz del poeta. Un yo desfragmentado, donde lo múltiple se hace uno y ese uno es la presencia, la celebración del agua que fluye y del viento que pasa.
Voces del subsuelo y los yacimientos (fragmento)
There’s a lot of work to do
Flowing from here to you
Trickle, ripple, rumble, roar
I just don’t know if I can do it anymore
“Rivers reach the sea”
Michael D. Blackstock
I
yo soy la memoria
el contenido
el agua desplazada por las islas
yo soy el olvido
el pasajero
las gotas habitantes de cometas
el eco de mi saga baila
en la espuma de los acantilados
el fondo de mi vientre inmóvil
dialoga con la luna
yo soy la marea
la sangre
los ríos que rozan las raíces
yo soy la calma chicha
el círculo
la vuelta al silencio después del huracán
en el último paso del cerro de Katahdin
del sendero que atraviesa los montes Apalaches
cuando ya los maples y los robles no crecen
y las rocas desnudas contemplan el abismo
yo soy la lluvia
la música del aire
el acuífero cantando transparencia
yo soy el riachuelo
el tejido
la puntada que ata el cerro con el mar
II
yo soy la memoria
el vacío
el agua suspendida en los glaciares
yo soy el olvido
el navegante
el espejo de agua que filma el universo
***
yo soy el nervio
Nunjwakala
la lengua del lagarto en el manglar
yo soy la pirámide
el cartílago
los Andes de cabeza en el Caribe
III
yo soy la memoria
la resistencia
el arrullo bermejo de los ríos arcillosos
yo soy el olvido
la corriente
la bahía Fundy creciendo con la luna
***
yo soy el blanco
Wendake
el estruendo de los ojos en el agua helada
yo soy el grito
Montmonrecy
el respiro del agua en la caída
“no fracking way” dice una calcomanía
que me regaló Marilyn en Nuevo Brunswick
desobediencia civil poesía solidaridad en la barricada
Marilyn ya iba por los ochenta y seguía marchando con megáfono
yo soy la tormenta
el huracán
la confluencia del Atlántico norte con el Golfo de México
en las islas
vikingas
sumergidas
yo soy el relámpago
la nube
el fogonazo en los ojos del alce y el venado
IV
yo soy la memoria
la abundancia
el gran árbol del origen protegido por libélulas
yo soy el olvido
el Amazonas
esa ceiba horizontal diseminada
***
El Laguito, Cartagena
mi bisabuelo Carlos era ferroviario
había llegado de la costa
su hija, mi abuela, se llamaba Marina Altamar,
y había aprendido a reír sobre los Andes
mi padre, su hijo, se fue de casa muy joven y
desde entonces se dejó crecer el bigote sin
darse cuenta que se parecía al abuelo Carlos
una mañana hace treinta y cinco años
el mar le dijo que yo estaba llegando
mi madre embarazada y en bikini
lo esperaba risueña sobre la arena
eso hace tanto tiempo
tanto que hoy
ahora que estás solo, padre
tendrías que tirarte otra vez de espalda contra las olas
los pelícanos más ancianos
los que no se han quedado ciegos
seguro te reconocerían
vamos mañana al amanecer
a correr descalzos sobre la playa
vamos a comprar pescado fresco en las canoas
enséñame de nuevo a limpiar el róbalo
estos días serios como escamas
mírate en el azul que yo te estoy mirando
del que me hablas hoy como si te estuvieras despidiendo
no de mí porque no puedes
yo te llevo altamar en mis agallas
sino de ti mismo y tu bolero
olvida los acordes
deja que el azul tiemple el horizonte
toma tú también la mano de tu padre
y desanda conmigo los pasos del origen
***
Juan Guillermo Sánchez
nació en 1980 en Bakatá-Andes. Es poeta, narrador y ensayista. Ha publicado los libros de poesía Río (2010) y Salvia (2014); el libro de cuentos Diarios de nada (2011); las novelas Balada/Track (2012) y Elevador (2015); la antología Mensaje Indígena de Agua (2014); y el ensayo Memoria e Invención en la Poesía de Humberto Ak’abal (2011). En el año 2016 ganó el Premio Nacional de Literatura en Colombia, concedido por la Universidad de Antioquia, con Altamar. Actualmente es profesor en la Universidad de Carolina del Norte – Asheville.
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