185. Ezequiel Carlos Campos
Publicamos una selección de poemas de Ezequiel Carlos Campos (Zacatecas, México, 1994). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés y otomí. Es Premio Estatal de la Juventud 2019 en la categoría de Talento Joven Literatura.
De El infierno no tiene demonios (2019)
DESDE QUE ME FUI DE LA CASA
Desde que me fui de la casa, mamita,
las noches han tratado de comerme.
Sabías que lo mío era el baile y el coqueteo,
por eso mi papi me corrió
aquella vez que me vio con el Frank
en plena lucha de apareamiento
y casi casi me avienta la tele
y a él lo deja sin hijos.
Desde que me fui de la casa, mamita,
ganarme el pan se me ha complicado,
el cuerpo, a veces, no da para mucho,
los hombres no pueden satisfacer
el bolso diario de los pendientes.
Una ya no tiene que encuerarse y dejarse
manosear para ganar más, no,
el problema es que nos dan el mismo dinero
y comprar lo mismo ya no es lo mismo,
todo va en aumento, menos mi carrera.
Tú siempre me dijiste, mamita,
que cumpliera mis sueños:
cada vez que subo al escenario
pienso en ti aplaudiéndome y gritando mi nombre
así como en los festivales de la escuela.
Todavía pienso en ser abogada
y sacar al Chuy del bote,
y también salirme del Infierno
para irme contigo y cuidarte, ya estás viejita.
Desde que me fui de la casa, mamita,
no dudo en regresar.
Y ahora que murió mi papi
Dios lo tenga con él
te pido que me abras las puertas.
Lo poquito que guardé nos servirá
para vivir un tiempo.
Ya después veremos cómo le hacemos.
TRES VECES TRES
Ana estuvo a punto
de caer del escenario
Tres veces
María tuvo, en una noche,
que acostarse con más hombres
de lo normal
Tres veces
Lupita pidió permiso
de llegar tarde; la enfermedad
no logró salir de su cuerpo
Tres veces
Ana fue acosada
por el sombrero y la pistola
Tres veces
María dejó el Infierno;
el peligro no emanaba
Tres veces
Lupita fue golpeada
porque no dejó tocar su cuerpo
a la necesidad del cliente
Tres veces
Tres veces Ana, María y Lupita
estuvieron ahí y ahora ya no están
Tres sujetos
Tres balas
Tres muertes olvidadas
a través de los años.
De El instante es perpetuo (2019)
*
Encendí el fuego y le dije
que no quiero irme todavía.
Quise ver mi reflejo
y, si su tonalidad
era mínima,
apagarlo y acostumbrarme
a la quema de mi sombra.
*
No comprendo el lenguaje del techo.
A veces la blancura se vuelve una proyección.
A veces mis ojos se cierran
y el color cambia.
Veo una risa que me habla,
las líneas de las grietas
se mueven como una boca.
¿Y si me dice el techo
que esto es lo que veré por siempre?
¿Si hasta el día de hoy
su color es lo único que hay aquí?
¿Por qué encontró a un cómplice enfermo
que lo mire como una pieza de museo?
*
Al parecer un dedo enorme me hipnotiza,
hace que mis labios caigan,
se sientan pesados
y en un momento se despeguen de mi boca.
Jamás pensé cerrar los ojos
y que dejarme llevar por un guía ciego
fuera tan largo y duradero.
Sólo que aquí no hay comida
para mantener esta perra hambre eterna.
*
Digo mi nombre y un vaho sale del silencio. Donde estoy es como una noche inacabable, donde las estrellas son puntos de suspiros. Mi nombre sigue diciéndose en este espacio infinito, cada letra viaja encima de una montaña, y el punto final tumba las esperanzas de que las letras floten para siempre: y es que no quiero irme todavía, porque nadie dejó mi nombre en una caja, nadie lo pintó en una pared del mar, ni lo tatuó en unos oídos eternos. Sin mi nombre, aquí, no soy.
De El beso aquel de la memoria (2018)
DIOS ERA EL SIGNIFICADO ABSOLUTO
De ahora en adelante no tiene sentido.
No hay manera de que el mar deje de secarse,
ni que las guerras, en vez de muertes, dieran vidas,
que las armas emanaran música pacífica
y no torrentes de llanto.
No hay manera para los pobres
ni su falta de comida.
Era todo,
ayúdanos,
protégenos,
no seas malito.
Dejó de responder
o nunca lo hizo.
Veo la pelota caer cuando la aviento
y es la gravedad, y no él, quien la regresa.
No tengo la imagen de nadie.
Si vivo o muero no es una decisión divina.
Si hubiéramos dejado de culparlo
las cosas serían diferentes.
SUPERHÉROE
Todas las noches
escuché a mis huesos crecer.
Imaginé que sería
del tamaño de un edificio
para combatir cuerpo a cuerpo
contra Godzilla o King Kong.
MALDICIÓN
La C inicial en mi familia
es una enorme letra que parece
un millar de orejas que van Gogh se quitó.
Nuestros oídos son del tamaño
de un continente,
abarcan desde el centro
de nuestra cabeza hasta
-casi-
el término del cachete.
Siempre me he preguntado la potencia
del sentido.
Hasta que descubrí
que esa figura es la maldición de escuchar
las voces de los muertos
y de presentir el fin del mundo.
Ezequiel Carlos Campos (Zacatecas, México, 1994). Ha publicado en Luvina, Círculo de Poesía, Punto de partida, entre otras. Está incluido en Todos juntos hacia un mismo sinfín (IZC, 2014) y Fabulaciones (IZC, 2014). En lo académico ha publicado en Jóvenes en la ciencia (UG, 2018). Colabora en Es lo cotidiano, El diario NTR y Liberoamérica. Dirige la revista virtual El Guardatextos (www.elguardatextos.com). Es autor de los poemarios El beso aquel de la memoria (2018), El Infierno no tiene demonios (2019) y El instante es perpetuo (2019). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés y otomí. Premio Estatal de la Juventud 2019 en la categoría de Talento Joven Literatura.