Los rostros del dolor en la poesía de Balam Rodrigo
Los rostros del dolor en la poesía de Balam Rodrigo: Marabunta y Libro centroamericano de los muertos
*Esteban Ríos Cruz
Binnirizá guirá neza, gasti di neza, rizú neza ra risanu/
“Caminante, no hay camino, se hace camino al caminar”
Antonio Machado
Así como Dante tuvo como guía al poeta Virgilio para conocer los escenarios del infierno y del purgatorio en la Divina comedia, Balam Rodrigo recorre los infiernos que representan Centroamérica y México para los miles de migrantes que cruzan la frontera sur de nuestro país en una muerta esperanza de llegar sanos y salvos a Estados Unidos; en momentos apoyado por Jorge Luis Borges y su ceguera lúcida, así como en la imagen de su padre, gran trashumante que ayudó a muchos hermanos centroamericanos en su sueño de llegar a la tierra prometida.
Los poemas contenidos en los libros Marabunta y Libro centroamericano de los muertos reflejan un grito de dolor que nos enseña los miles de rostros de la miseria humana, donde de manera implícita se conjugan el miedo y la valentía, el odio y el amor, la muerte y la vida. La migración como tema central es una cebolla de mil capas, ya que para el que deja su terruño todo lo que existe son caminos que conducen a otros caminos que a veces no llevan a ninguna parte. Hablar de la migración es arrancarle la piel a tirones a la realidad circundante que se disfraza con ciertos valores y elementos culturales que determinan la identidad de pertenencia a un pueblo o país, diferenciando al “nosotros” de los “otros” que en cierta forma es la negación de la existencia de lo humano que nos habita.
Bidó’ naca dxu’ lo dubi guidxilayú / Dios es un migrante en todo el mundo
En el atado de espigas que son los poemas del libro Marabunta vamos encontrando las primeras semillas de la rabia y la frustración de ser un desposeído, cuando se afirma que “Dios está de nuestro lado: Él tampoco necesita pasaporte”, así como se escupen las interrogantes “¿Tengo acaso país, me envuelven las ropas de alguna patria/ o es capaz de sujetarme alguna frontera con sus límites? ¿Acaso me pertenece alguna tierra para que diga ‘esta heredad es mía’?”. También nos llega una brisa de asombro y de ternura hacia las cosas y los seres que por ser comunes se vuelven mágicos, como cuando se lee el verso “Yo dibujé una torta en la pared de nuestra casa”, como una oda a la buenaventura de saciar el hambre propia y ajena con un pan relleno de milanesa y quesillo. Asimismo, se conoce al personaje Orlin, El cíclope de Dios al que le faltaba el ojo derecho, una especie de representación del dios Odín y del mago Merlín, por su poder de haber convertido las migajas del pan y las sobras del pollo y la milanesa en una torta nueva, un milagro que sólo podría realizar un ser que rechazaba la muerte y alimentaba a todos con la ternura humana.
Existe la descripción de las peripecias de enfrentarse a la muerte y salir librado de ella. La aventura vivida en la persecución por el marero, ya que en voz del poeta los malandros son “Libros de carne tatuados por la muerte”. Lenguaje iconográfico que es un sórdido reclamo para ser visible en un mundo donde el dios dinero categoriza lo bueno y lo malo. La metáfora del cuchillo que puede escribir una línea en el cuello inédito de un hombre que violenta la vida de otros hombres dibuja la frontera entre la vida y la muerte. Los viajes de Tapachula a Tecún Umán y viceversa, el retrato puntual de la madre que costura vestidos y zurce el destino de la familia, como Penélope, esperando al hijo y al esposo, viajeros de un periplo que emula a Odiseo. La epopeya de la miseria y de esperanzas se puede escribir en medio de charcos de sangre, vejaciones, secuestros y violaciones. Y como parábola viviente se presenta la narración sobre la desdicha de Juan López, confundido con un miembro de la pandilla mara salvatrucha es levantado por las Fuerzas Especiales Antimara en Tapachula y golpeado de manera salvaje, dándole puñetazos y puntapiés hasta reventarlo. Ya en la cárcel tiene que enfrentar la furia de El Cipote, “guanaco, hijo de nadie, mara salvatrucha”, que le exige con otros seis hombres la explicación por el tatuaje “Mara”, y ante la respuesta negativa de Juan de ser un malandro o un marero recibe tremenda golpiza que lo deja “con un riñón casi inservible, siete dientes menos, tres costillas rotas y una sentencia de muerte de la mara”. Luego de dos días de prisión es interrogado y confiesa que él es albañil y su esposa se llama Mara Noemí Hernández Santiz.
Pero la herida sin cicatrizar es Centroamérica, patria de nadie, donde miles de hombres y mujeres buscan cruzar al territorio de México, frontera del éxodo, cuya historia de horribles crímenes aún deambula en la memoria de las víctimas, que deben vivir en sangre propia la furia de los xenófobos, “los furiosos desertores del amor”. Centroamérica, jaguar migrante sin destino alguno, se aferra “a la imagen de una patria inconclusa” con la amargura de ser un desposeído, ante lo cual Balam Rodrigo lanza una proclama poética: “que todo el mundo migre a donde quiera, porque la libertad no tiene nombre”, y termina con la sentencia: “Yo heredo este grito de sol a los cobardes: aquel que esté libre de odios y fronteras, que arroje la primera voz”. También se podría decir: el que esté libre de migrantes, que tire la primera frontera.
Bidó’ laaca ga’chi’ xquipi ndaani’ ti guisu laa deche ti guidxi gadxé ra gule/ Dios también tiene enterrado su cordón umbilical en una patria ajena.
El poemario Libro centroamericano de los muertos. Brevísima relación de la destruición de los migrantes de Centroamérica, colegida por el autor, de la orden de los escribidores de poesía, año de MMXIV muestra al desnudo las atrocidades cometidas contra los migrantes de diversos países de Centroamérica en nuestro país. Libro palimpsesto, con huellas de la obra Brevísima relación de la destruición de las Indias, colegida por el obispo don fray Bartolomé de las Casas o Casaus, de la orden de Santo Domingo, año 1552. El libro de Balam Rodrigo es una narración polifónica que abre surcos en la conciencia de una tragedia humana que no tiene parangón. Los invisibles, los desposeídos, los que no tienen la palabra y el poder económico y político se vuelven extranjeros en su propia patria, de ahí la necesidad de construir el rostro de otra patria más benigna con ellos. Por eso hallamos en los poemas de este libro que Dios, hecho a semejanza del hombre, también está en el exilio, migra viajando en el lomo de La Bestia, acompañando en su viacrucis “a los desterrados, a los expatriados, a los sin tierra, a los pobres”, diciéndoles “El que quiera seguirme a Estados Unidos, que deje a su familia y abandone las maras, la violencia, el hambre, la miseria, que olvide a los infames caciques y oligarcas, y sígame”. Es poética la descripción de los episodios de crímenes e injusticias referidos a los migrantes de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, cometidos por las organizaciones criminales y autoridades mexicanas en diversos escenarios del territorio nacional, desde el Suchiate hasta San Fernando, Tamaulipas. En este viaje incierto los guías son los poetas Roque Dalton, Otto René Castillo y el político Francisco Morazán. Con tinte rulfiano: “Vine a este lugar porque me dijeron que acá murió mi padre en su camino hacia Estados Unidos” el migrante cuenta su historia de horror y miseria, pues huyendo del odio y la podredumbre encontró la muerte en el Suchiate y es hoy un fantasma que despierta miedo a otros migrantes. La prostitución forzada y la violación son realidades crueles que viven las mujeres migrantes, carnes para una jauría que busca saciar su lujuria manchando la dignidad de las muchachas vendidas por otros migrantes, y a veces por los mismos familiares. Miles de sueños truncados: la esperanza de llegar a ser un cantante famoso, de convertirse en un futbolista, de jugar en un equipo grande de futbol y ganar muchos dólares, pero la muerte no tiene cancha, hace su partido en cualquier momento y llega sin avisar. Vencidos por el sueño, hombres y mujeres se caen de La Bestia y se convierten en carne triturada, cuerpos mutilados. “Sé que Dios juega futbol allá en cielo. Pero aún no quiero estar en su equipo”, diría una de las victimas. Secuestros a pleno luz del día, despojo de pertenencias en cuanto a ropa y dinero, tortura para obligar a los familiares a pagar el rescate. “Me registraron del culo a la garganta, y si la mierda y todos los cerotes míos hubiesen valido su peso en oro, me habrían secuestrado por más días y puesto a cagar durante siglos”, confesión brutal de un migrante usado como burro para pasar la droga a Estados Unidos y terminó muerto por asfixia. La Patrona, Amatlán, Veracruz y Ciudad Ixtepec, Oaxaca, son pedazos de alegría que sirven para calmar el hambre y tener un tramo de descanso.
Dolor, miedo y una esperanza en capullo, que más parece la desesperanza: “Alguien que grita contra el frío, reza: ¿Centroamérica, Centroamérica, por qué me has abandonado?” La Bestia, serpiente que se arrastra sobre los rieles con la promesa rota a los migrantes, relámpago en la oscuridad del hambre y la miseria antiguas, su silbido es un grito que personifica la búsqueda de la libertad de miles de migrantes de una Centroamérica que dirige sus pasos hacia la búsqueda de la tierra prometida.
Algún día, cuando el mundo abra su corazón libre de fronteras, podremos decir: “Dejen que los migrantes vengan a mí, ya que es de ellos el reino de los cielos, tierras y mares. Todos somos migrantes”.
Esteban Ríos *Poeta binnizaá (zapoteco) de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, México. Premios obtenidos: Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicana 2018, con su libro Ca guichu guendarieedasiló/ Las espigas de la memoria, SECULTA/DGCPIU; Premio de Literatura Indígenas de América (PLIA) 2014, UDG, SEP, INALI Y CONACULTA, FIL de Guadalajara; Premio CaSa en Creación Literaria en Lengua Zapoteca 2012, con la obra Caadxi diidxa’ za’bi’ lo bi/ Unas palabras al viento, entre otros. Libros publicados: Desandar la memoria (1984); Canción en vigilia (1999); Dxi gueela gaca’ diidxa’/Cuando la noche sea palabra (2006); Ubidxa xti’ galaa dxi /Sol de Mediodía (2008); Ca diidxa’ guchendú/ Palabras germinadas, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), 2008; Ca xquelaguidi dxizezá/Los huaraches del tiempo, FONCA/ELIAC( 2011), y Xaniaa gueela’/ Al pie de la noche (2014). Sus poemas han sido traducidos al francés, italiano, inglés y maya. Ha sido becario del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA en México.