Alto Voltaje: el rockero Paul Gillman y el poeta Claudio de Alas
“Ardiente el corazón, los miembros yertos,
escalé la muralla de los muertos;
y pensando en la súplica postrera
de esa lívida novia del Misterio,
me perdí en el profundo cementerio,
porque iba a robar su calavera”.
“Poema negro”, Claudio de Alas
Por Henry Alexander Gómez
Es difícil explicar el extraño placer que saboreamos al sentir el abrazo del miedo, y es aún más enigmático, y un poco sórdido, cuando amasamos este gusto al ver el miedo reflejado en el rostro del otro. ¿Qué de agradable hay en ese escalofrío, en esa travesía acelerada que hacemos al ver un muestrario de máscaras nocturnas? La angustia y el crimen, lo sobrenatural y el horror, el beso de la muerte y la fascinación por lo que desconocemos. El espanto es primigenio, lo llevamos desde siempre grabado con agujas en la sangre.
Entre nosotros, ¿quién no ha disfrutado de una noche entre sombras ambulantes, escuchando y narrando historias o leyendas de espantos? Latinoamérica, como un niño asustadizo, tiembla y se sobrecoge, sus entrañas todavía son bañadas por las lágrimas de La Llorona o por el aullido aterrador de La Patasola; también nosotros estamos condenados por la noche.
Es precisamente de estas historias, de esta ínsula negra que hace parte importante en nuestro folclor latinoamericano, que se alimenta el álbum Escalofrío de la agrupación venezolana de heavy metal Gillman. Como antecesores al cuento de terror, los mitos y leyendas son piezas fantásticas que asombran y hablan sobre quiénes somos realmente. Desde el norte de México hasta la Isla de Fuego, hemos sido bendecidos con criaturas que buscan un refugio en las selvas y los ríos. El Patetarro, La Madreselva, El Sombrerón, La Bola de Fuego, y muchos otros, habitan los imaginarios del horror en cada uno de nuestros poblados, caminos y veredas a lo largo del continente americano.
Escalofrío es un gran homenaje a estos espantos. Una pieza musical de corte gótico donde conviven "El Silbón", "La Sayona", "El fantasma del Tirano Aguirre", "El Carretón" o "El Hachador". Cada canción del disco, dedicada a estos seres injuriados por Dios, a estos féretros del imaginario colectivo, tiene una introducción en la que se narra, con una voz de ultratumba, la leyenda. Luego vienen los rasgueos estridentes de las seis cuerdas de acero y la desgarrada voz del rockero Paul Gillman.
De estos temas musicales sobresale uno entre los otros. En los cortes 2 y 3 nos enfrentamos a la leyenda del “Poema negro”. La historia es más que siniestra. El poema musicalizado por Gillman nos narra una promesa de amor. Una mujer en su lecho de muerte le expresa a su amante que en recuerdo de su belleza, le deja su blanca calavera. Le pide que la robe de su tumba, para así poder descender del cielo y observarlo a través de las cuencas del cráneo. A la mitad del tema, la música se suspende y entonces escuchamos el poema negro:
“(…) De su belleza, que radió cual astro,
no había allí tan siquiera un rastro.
Era un informe y corrompido andrajo.
La miré contristado, mudo, inerte:
medité en los festines de la Muerte,
y me hundí en el sepulcro abierto a tajo.
Temblorosas, tendiéronse mis manos
al inmenso hervidero de gusanos.
Busqué de la garganta las junturas:
nervioso retorcí. Hubo traquidos
de huesos arrancados y partidos.
hasta que hollando vil las sepulturas.
Hui miedoso entre las sombras crueles,
creyendo que los muertos en tropeles,
levantaban su forma descarnada
corriendo a rescatar su calavera,
esa yerta y silente compañera
de la lóbrega noche de la Nada.
Eso pasó, fue ayer. Hoy, en mi mesa,
cual escombro final de su belleza,
helada, muda, lívida e inerte,
sobre mis libros en montón, reposa,
cual una gigantesca y blanca rosa,
que ostentase la risa de la Muerte(…)”
Luego viene el resto de la historia y culmina la leyenda.
Durante muchos años me pregunté quién era el autor de este poema. ¿Pertenecía al folclor venezolano? ¿Era de un escritor de la tradición poética venezolana? ¿Acaso Paul Gillman había escrito este pasaje? A falta de documentación y fuentes al respecto, tuve que conformarme con escuchar la canción cada vez que podía y aprenderme de memoria los fragmentos del poema que se recitaba. Sin embargo, la era de la información seguía su curso y el oráculo de Google me dio la respuesta. Fue una gran sorpresa y una encrucijada conmovedora para mí, el encontrar que el autor era un poeta colombiano nacido en Tunja en 1886 y muerto por su propia mano en Buenos Aires en 1919. Su nombre era Claudio de Alas, seudónimo de Jorge Escobar Uribe.
No voy a referirme más a Claudio de Alas (es un poeta que merece un texto aparte), sólo que murió a los 32 años, que es un desconocido en Colombia y que la única persona que ha escrito sobre él es Harold Alvarado Tenorio en su revista Arquitrave. Las moradas subterráneas de algunos autores sólo hacen que aumenten su propia leyenda.
Hace ya más de una década que comencé a escuchar una de las agrupaciones más trascendentales en la historia del rock & roll latinoamericano. Eran mis años de adolescencia y en la avidez y búsqueda por los anales del metal cantado en español me encontré con el rockero Paul Gillman. Su discografía desde bandas como Arkangel es impecable. Con una auténtica naturaleza rebelde y contestataria, la música de Gillman es un eximio grito latinoamericano. Y si alguien quiere sumergirse en una mansión musical del espanto y sentir el quejido monstruoso de la pena, les recomiendo el trabajo Escalofrío.
Gillman, Escalofrío - Venezuela - 1994
Canciones:
1. Escalofrío intro
2. Relato del Poema Negro
3. El Poema Negro
4. Cuento del Silbón
5. El Silbón
6. Cuento de La Sayona
7. La Sayona
8. Cuento Pez Nicolás
9. El Pez Nicolás
10. Cuento del Tirano Aguirre
11. El Tirano Aguirre
12. Cuento de El Carretón
13. El Carretón
14. Relato del extraño caso de Petare
15. El extraño caso de Petare
16. Cuento del Hachador
17. El Hachador
18. Escalofrío final
19. El vagón de la muerte (Bonus Track)
20. Nada es eterno (Bonus Track)
21. Children of the Grave (Bonus Track)
22. Resistiré (Bonus Track)
Integrantes:
Paul Gillman / voz
Facundo Coral / guitarra
“Churdy” / bajo
Eduardo Saez / batería