6. Alto voltaje: poesía y música - Bob Dylan
Selección de Henry Alexander Gómez
Fuera de la polémica reciente sobre el Premio Nobel de Literatura otorgado a Robert Allen Zimmerman, conocido universalmente como Bob Dylan (Minnesota, 1941), no se puede discutir que este artista es uno de los más influyentes en las historia del rock and roll, no sólo por su activismo político sino porque le dio a la música popular un estatus desde la composición y el acierto poético (sólo su nombre es ya un homenaje a Dylan Thomas). No es exagerado decir que al escuchar su música soltamos la aldaba para llamar a las puertas del cielo, pero, como diría Roberto Juarroz, es un golpe que viene desde adentro, es la poesía quien nos llama.
Publicamos dos poemas del poeta norteamericano Gordon E. Macneer (Florida, 1943) que pertenecen al libro Los hijos de Bob Dylan (Valparaíso, Ediciones, 2016). Este autor ha fundado otro cielo a partir del legado del Nobel, la palabra y la música invaden la casa y develan otras ascendencias que desembocan en una poesía bellamente limpia y honesta.
Traducción de Elvira Sastre
LOS HIJOS DE BOB DYLAN
Nosotros también nos hacemos mayores.
Tus huérfanos,
tus desaparecidos,
tus secuestrados,
tus hipnotizados,
tus amantes,
tus vivos y tus muertos:
no estás solo.
Seguimos tus pasos
para guiarlos
hasta la orilla del agua
mientras la oscuridad se asentaba,
así como el canto del ruiseñor
sentido en el corazón de los muertos.
Fuiste Allen aullando
en la noche de Nueva York
a las mentes más brillantes
de una generación destruida,
Kerouac en una camino sin fin.
Emily Dickinson gritanso a sus hijos en un poema
de William Carlos Williams.
Richard Brautigan
cargando un Colt 45
de acción simple.
Sylvia Plath bajo la campana de cristal.
Kurt Cobain mirando fijamente
a una escopeta de doble cañón.
Janis Joplin, Jimi Hendrix,
Jim Morrison, John Lennon
muertos mientras tu corazón late
hacia delante y hacia atrás fuera de tono
fuera de ritmo fuera de tiempo
zigzaguiando desde Alias hasta Zimmy.
¿Está preparado tu buen corazón para ir a la cárcel de Dios?
¿Si cruzamos el río estarás allí,
en la orilla, para consolarnos?
Tenemos que saberlo antes de dejar irse a tu alma,
antes de perder tus palabras, tu luz,
mientras rezamos por ti antes de que el joker robe la noche.
BOB DYLAN EN EL INFIERNO
Sonaba como una canción de cuna
susurrada por un fantasma
–piano y bajo acústico−
la luz tenue,
mientras tú cantabas en voz baja
los tiempos están cambiando,
con tu voz de río que acuna
y se precipita por el río del tiempo.
No despiertes a esta casa blanca.
La gente negra ahora es blanca.
Los coleccionistas hipnotistas
son las reliquias vivientes.
De todos modos, nadie sabe a qué está mirando
este ingenioso aluvión de tontos.
Ahí están, mirando por la mirilla
de rodillas.
Hubo un tiempo en el que una sola de tus miradas
habría convertido esta habitación
y todo lo demás en piedra.
Los tiempos han cambiado, no hay duda,
nos hemos transformado en nuestra propia broma,
en todos aquello de lo que nos hemos reído,
con las visiones de Rimbaud
desvaneciéndose lentamente en el Beltway.
Se dice que de pronto versionarás
canciones de Old Blue Eyes,
una sombra entre las sombras,
mientras te dices a ti mismo:
Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar.
Gordon E. McNeer (Florida, 1943). De ascendencia mexicano–estadounidense, su madre nació en México en el año de la Revolución. Ha sido profesor en diferentes universidades de Estados Unidos como las de Princeton, Florida o Agnes Scott, además de director de Estudios en el Extranjero para la Universidad de North Georgia, en la que actualmente ejerce como profesor. Ha traducido a importantes poetas españoles como José Hierro, Premio Cervantes de Literatura