Conversación a oscuras
Nota y selección de Vivian Arévalo
En 1994, con la publicación de La aldea desvelada, Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, 1949) expuso algo de su relación con la violencia; sin embargo, con la publicación de Conversación a oscuras demostró que, más allá de sus correspondencias con los animales y la naturaleza, existe una zozobra constante al dormir junto a la muerte.
En el cuerpo del libro existe el dolor, la incomprensión, el miedo, como emociones que lo atraviesan. Además, cierta esperanza ante la evocación de lo divino. Las imágenes allí construidas, convierten al lector en un sujeto frágil que habita los poemas y erige razones para no olvidar. Uno de los elementos que intenta camuflar un poco la crudeza de la realidad, es el uso de diálogos, en los que aparece la voz del niño de manera recurrente. La aparente ingenuidad de los infantes, enfrentada a la incapacidad de los padres de decir la verdad, le aporta una forma de alivio al contenido de la obra.
A continuación seis de sus poemas:
ESCUCHÉ tu llamado, madre
y cogí fuerzas para levantarme
Era de noche
y me fui adivinando el camino
Quise guiarme por el sonido
de la quebrada
pero el agua no se oía,
sólo los perros ladraban a mi paso
Esta es la casa de Juan Chillito me decía
Pues eran tres los perros que ladraban
Cómo no iban a ladrar si me faltaba la cabeza
Voy por donde Pedro Daza
pues ladran como cuatro o como seis
Volvía y me decía
Cómo no iban a ladrar
si me faltaban las piernas
Al fin di con tu casa, madre
Tú casa como una nube blanca
entre tanta negrura
Pensé que dormías agotada por la pena
y no quise despertarte
y me fui yendo por donde había llegado
−¿CIERTO QUE las que zumban son las abejas
en torno a los caballos que comen caña?
−Sí hijo, son las abejas
−¿Cierto que uno es el caballo negro
y la otra la potranca alazana?
−Así es, el uno es el caballo de paso de tu padre
y la otra la potranca alazana de tu abuelo
−¿Cierto que es una mañana de sol
y los caballos cabecean mientras comen?
−Bien dices hijo, los caballos están adormilados
y cabecean por la resolana
(Cómo decirle que no se ve nada
y que las que zumban son las moscas
sobre nuestros cuerpos insepultos)
EL CAMINO de llegada
era media hora de escalofrío
Luego estaba la casa
con su escalera de caracol
sus dieciocho peldaños de mármol
Todo era oscuro allí
era un lugar de puro silencio
Sólo se escuchaba
el grito de algún torturado
y el chapoteo de los caimanes en el pozo
disputándose los muertos
SE QUEDÓ quieto el niño
cuando vio a sus tíos y a sus primos
regados por el suelo,
se quedó congelado Jair
Ve niño levántate
que eres un hombrecito,
los animábamos,
pero no había razón para que lo levantara
Ándale que cogemos camino
y no te vamos a llevar cargado
Alma de Dios levántate
que ya vuelen los que nos mataron
TE METIERON en una bolsa negra
y te llevaron al monte
yo por entre los matorrales los seguí
Los hombres decían chistes
cavaban y reían
Cuando las cosas empezaron a calmar
fuimos al monte y te trajimos a la casa
para que no te sintieras solo, hermano
Ahora estás en el solar
A tu lado sembramos un ciruelo,
el que da las frutas que tanto te gustan
y todos los días lo regamos con agua
y con lágrimas
−¿QUÉ HACE ese hombre sentado
día y noche en el parque?
−Espera a sus hijos,
piensa que en cualquier momento
pueden regresar
−¿Y desde cuándo espera?
−Desde que se los llevaron
Se va y vuelve el invierno
y él sigue ahí
El tiempo lo ha ido borrando,
lo que usted ve es su alma
−¿Y sus hijos volverán?
−Nadie ha regresado,
pero él ha atado a sus muchachos
con un hilo de esperanza
Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, 1949). Cursó estudios de pintura en el Instituto Departamental de Bellas Artes en Cali. Ha sido profesor y coordinador de talleres de literatura. Actualmente dirige el Taller de Literatura con niños Viento Sur, coedita la revista de Poesía Deriva y coordina la Ruta de la Literatura, un proyecto de talleres de Literatura de la Gerencia Cultural y la Secretaría de Educación del Valle. Ha publicado los libros de poemas: Orígenes, 1979; Las cosas perdidas, 1986; Agua de la orilla, 1989; Sombra de agua, 1994; La aldea desvelada, 1998 (Premio Nacional de Poesía, Instituto Distrital de Cultura de Bogotá, 2001); Sin razón florecer, 2002; Todo lugar para el desencuentro, 2005 (Premio Nacional de Poesía, Eduardo Cote Lamus, 2005); Conversación a oscuras, 2014, y Bajo la hierba o el cielo, 2014. También ha publicado su poesía reunida, De una a otra montaña, 2008, y dos antologías: La serena hierba, 2013 (Premio nacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Colombia, 2013) y Como acabados de salir del diluvio, 2013. Igualmente, en su trabajo con niños ha escrito tres libros de adivinanzas: Agua pasó por aquí, 1999; Ábrete grano pequeño, 2009, y Tapiz al revés ¿Dime quién es?, 2014.
Vivian Rocío Arévalo (Bogotá, 1996) Estudiante de Creación Literaria de la Universidad Central y directora de la segunda generación del grupo literario Contracartel.