Paul Auster
LA POESÍA DE PAUL AUSTER DESDE SU CÁMARA FOTOGRÁFICA
Nota y selección de Fadir Delgado Acosta
Cuando se lee la obra narrativa de un escritor como Paul Auster, se percibe a un autor que ha expuesto su tinta a lo inasible de la poesía. Desde su prosa habla de personajes que saben muy bien que los vocablos envejecen, porque los objetos envejecen, y por ello, urge regresarles o reinventarles su luminosidad.
En la poesía de Auster la palabra es una lámpara que lo alumbra todo, y el poema, es eso que se repliega sobre sí mismo como un puño, pero que luego se abre con la certeza de no ser absoluto. Hay en su poesía una preocupación por la raíz espiritual de la palabra, por su aridez y por el silencio que anida.
Para Paul Auster hay una diferencia funcional entre la escritura poética y la narrativa: “En cierto sentido, la poesía es como tomar fotografías, mientras que la prosa es como filmar con una cámara cinematográfica [...] el resultado es totalmente diferente”.
De Radios
1970
4
Nada moja ese tronco, la piedra nada gasta.
El habla no podría empedrar el pantano,
así que bailas para un silencio brillante.
La luz sigue las olas, naufraga, se camufla…
El viento parlotea, se desemboca.
Yo te nombro desierto
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Borracha, la blancura atesora sus fuerzas,
mientras duermes, ebrio de sol, como semilla
que retines su aliento
bajo tierra. Soñar, en el calor,
con el calor
que infesta el equilibrio
de una mano, que engendra
el milagro de la aridez…
En todos los lugares que has dejado
crece la furia de los lobos
con las hojas que no hablaran.
Morir. Dar acogida a los lobos rojos
que arañan las cancelas: página
que aúlla; o bien duermes, y el sol
jamás se agotará.
Es verde donde las semillas negras respiran.
De Escritura mural
1971- 1975
Prisma
Tiempo de tierra,
las piedras dan la hora
en vacíos de polvo, el aire arable
vaga lejos de casa, y el alambre
de espino y la carretera
se borran. Escupida
por la fiebre ardiente de nuestro
pulmones, la semilla Ur
florece en el cristal, nuestro aliento bermejo
nos refracta y
multiplica. Ya nunca más
sabremos lo que somos. Como la luz
que cruza entre las rejas
de la luz
que a veces llamábamos muerte,
también nosotros habremos florecido,
hasta con llamas
tan inextinguibles
como éstas.
De sombra a sombra
Contra la fachada del atardecer:
sombras, fuego y silencio.
Ni siquiera silencio, sino su fuego,
la sombra
Que arroja un respirar.
Para entrar en el silencio de este muro
debo dejarme atrás a mí mismo.
Pastora
En la zona interior del musgo y de la espera,
tan poco semejante a la palabra
que también era un esperar,
todo ha sido distinto
de lo que es, el musgo aún
te espera, la palabra es una lámpara
que portas a los más profundos
del verde, pues incluso las raíces
han transportado luz, e incluso ahora
tu voz
no deja de viajar por las raíces,
de modo que allí donde caiga el hacha
tú, también sabrás qué está vivo.
Escriba
El nombre
nunca dejó sus labios: de tanto hablar
cambió de cuerpo: volvió a encontrar su cuarto
en Babel.
Estaba escrito.
Una flor
cae de su ojo
y florece en la boca de un extraño.
Una golondrina
rima con hambre
y no puede dejar su huevo.
Inventa
al huérfano envuelto en harapos,
sostendrá
una pequeña bandera negra
acribillada por el invierno.
Es primavera
y bajo su ventana
oye como cien piedras blancas
se convierten en flox rabioso.
Heraclitiana
La tierra en pleno, responsable
ante el verdor, el lastre de carbón
del aire, y el invierno
que prende
el fuego de la tierra, mientras el aire cruza
sin discontinuidad
hacia el verde
instante de nosotros mismos. Sabemos que se habla
en nuestro nombre. Sabemos que la tierra
jamás engendrará una palabra
lo bastante pequeña como para albergarnos. Pues la
palabra justa
sólo es de aire, y en el ascua
verde de nuestra
monotonía interna no despierta más miedo
que el miedo de la vida. Seremos, pues,
nombrados
por lo que nunca somos. Y todo aquel
que se vea
en lo que aún no ha sido
hablado
sabrá lo que es temer
a la tierra
hasta la justa
medida de sí mismo.
De Efigies
1976
3
Senda de eucaliptos: un resto del pálido cielo
Temblando en mi garganta. A través del zumbido lastre del verano
la mala hierba que enmudece
hasta tu paso.
De Fragmentos del frío
1976- 1977
Luces del norte
Éstas son las palabras
que no sobreviven al mundo. Y hablarlas
es desaparecer
en el mundo. Inalcanzable
luz
que preside la tierra, alimentando
el breve milagro
del ojo abierto...
y el día que habrá de extenderse
como un fuego de hojas
por entre el primer viento frío
de octubre
consumiendo al mundo
en la sencilla habla
del deseo.
Fragmento del frío
Porque nos volvemos ciegos
en el día que expira con nosotros,
y porque hemos visto a nuestro aliento
nublar
el espejo del aire,
el ojo del aire ha de abrirse
a nada salvo a la palabra
a la que renunciamos: el invierno
habrá sido un lugar
de madurez.
Nosotros, convertidos en los muertos
de otra vida que la nuestra.
Visible
Bobinas de relámpagos, desovilladas
en la noche escindida de invierno: truenos
tirados por estrellas, como si
tu fantasma hubiera pasado, ardiendo,
por el ojo de una aguja y se hubiera afinado
hasta la transparencia con la sea
de la nada.
PAUL AUSTER
Escritor, traductor y cineasta norteamericano. Entre sus obras se destacan La trilogía de Nueva York (1987), compuesta por las novelas Ciudad de cristal (1985), Fantasmas (1986) y La habitación cerrada (1986); Leviatán (1992); El libro de las ilusiones (2002); Un hombre en la oscuridad (2008); Invisible (2009); El Palacio de la Luna (1989); entre otras.
Guionista de la película Smoke (1995), Blue in the Face (1995); Lulu on the Bridge (1998) y La vida interior de Martin Frost (2007). En el 2012 Seix Barral publica su poesía completa en donde se encuentran los títulos: Radios (1970); Exhumación (1970- 1972); Escritura mural (1971- 1975); Desapariciones (1975); Efigies (1976); Fragmentos del frío (1976- 1977); Aceptando las consecuencias (1978- 1979) y Espacios en blanco (1979).
Premio Príncipe de Asturias de las letras y Premio Médicis. Su obra ha sido traducida a más de cuarenta idiomas.