Revista Latinoemerica de Poesía

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Omar Alarcón



Omar Alarcón



Compartimos una selección de textos de Omar Alarcón, poeta y cineasta boliviano.




¿Quién dibuja una puerta

en medio del vacío?

 

¿Quién modela en barro

la forma del viento?

 

Somos una vasija encerrando 

la ilusión de ser alguien.

 

Una pregunta sin voz.

 

En nuestro interior

el silencio

guarda en sí mismo

su propio nombre. 




La sed

camino al pozo

deja un rastro extenso.

Nuestra búsqueda

en el desierto 

deja sin cuerpo 

a las huellas. 

 

La peregrinación 

de un hombre ciego somos.

Nuestra búsqueda

será siempre

un rastro de sed

que no vacía. 

 

Una estatua rota,

de labios secos.




El mar choca las rocas negras de mi pecho. 

Adentro, la lluvia borra todo lo escrito. 

 

             —Mira, los pájaros no anidan en el cielo. Cada nube

             es un dibujo que trazamos 

             al azar.

 

Las gaviotas gritan tu nombre al amanecer:

Sus graznidos son mi propia voz que se hace espuma. 

 

De Roca negra




Mil y una noches sin wi-fi

 

A estas alturas del siglo

es necesario que el microprocesador

incluya en sus algoritmos la ternura.

Hace muchos años que la mecánica cuántica estudia 

la frágil frontera que existe entre una piedra y un sueño, 

es inútil seguir cronometrando las pulsaciones,

los segundos.

La física del siglo XXI se parece cada vez más

a una aritmética del viento.

 

La mariposa Efímera, que vive un solo día, 

puede enseñarnos a escribir otra vez los 

calendarios.

Frente al televisor lo sabemos mejor que nadie: 

El ADN es una larga cadena desde la bacteria más 

diminuta hasta nuestro ego.

En nuestra historia, aprender a sincronizar la siembra y las 

estrellas fue más importante que la invención del 

microondas.

 

Los cuatro mil satélites que pusimos en órbita alrededor de 

la tierra pueden confirmarlo:

Siempre seremos aquellas sombras acabando

de descubrir el fuego.

        

Las manos que pintaron figuras humanas hace treinta mil 

años en la cueva de Chauvet, hubieran podido dibujar, 

semillas de diente de león girando en el aire.




Sin señal 

 

Desde que soy un agujero negro
dejé de encriptar mi vida en los mensajes de texto. 

El silencio no es una llamada perdida,
y en los buzones sólo recibo gaviotas
que suelto inmediatamente entre los árboles. 

 

Ahora entiendo por qué́ los recién nacidos 

llegan a este mundo sin un nombre.
Sólo un desconocido puede:
fundar un desierto, 

reescribir una nube, 

vaciar la lluvia. 

 

¿Quién teje una red para atrapar el aire?
Tarde o temprano el celular volverá́ a clasificar 

mis pasos en “verdadero” o “falso”,
cada clic revelará mi posición exacta en el tablero. 

Volveré́ a ser un hombre eficiente y ubicable. 

Habré́ olvidado la importancia de lo inútil:
la fortaleza de no servir para nada,
igual que el árbol torcido
del que no se puede sacar ni una tabla recta
y que permanece en la montaña
sin que nadie lo corte. 




Antes de cavar un hueco en el techo y llenarlo de pájaros 

 

Era media noche y la pandemia me despertó́ 

con un aullido frío.
Desde entonces cada estornudo es un incendio, 

un huracán anónimo. 

—Mis manos pueden convertir la muerte
en luciérnagas —escribo—. Cavar un hueco en el techo 

y llenarlo de pájaros. 

 

Hace tres meses estoy encerrado,
las paredes de mi habitación empiezan a creer
que soy un espejismo.
Cada día escribo un poema en el reverso
de estas páginas.
Afuera, el mundo es un signo de interrogación 

girando en el viento.
—Puedo escalar paredes tan altas como la esperanza. 

—Desenterrar el mundo de sí mismo. 

Cada mañana abrazo el niño huérfano que llevo dentro. 

El encierro es un espejo de cuatro paredes.
—Puedo ser un amor de olas incontrolables.
—Tocar la luz con las manos de un ciego. 

Detrás del tapabocas mis ojos esperan otros ojos. En mis pupilas, la muerte, es una estrella fugaz. 




Nuestro tiempo 

 

—El deseo es un pozo donde las ranas se ahogan 

persiguiendo las estrellas —decía Diógenes a los viajeros. 

 

Eso fue mucho antes del huracán de mariposas de 1953 

cuando salió́ el primer número de la revista Playboy
con Marilyn Monroe en la portada,
y antes del estallido purpura de la foto de Andy Warhol 

haciéndose un lifting facial, 

cuando supimos que la identidad es un código de barras, 

más autentica que la comida enlatada y el kétchup. 

 

El final de la segunda guerra mundial marcó nuestra 

historia para siempre.
La bomba atómica que cayó sobre Hiroshima no estaba 

hecha de uranio, sino de píldoras, computadoras y plástico. 

Desde entonces somos un sueño de La bella durmiente

un programa de televisión transmitiendo en vivo. 

 

En Alicia en el país de las maravillas, el deseo profundo 

de la protagonista no es encontrar una salida,
el deseo profundo de Alicia,
es vivir para siempre en una ilusión. 




Omar Alarcón (1986). Es poeta y cineasta. Ha publicado los poemarios El corazón entrega sus muertos (Editorial Pasanaku. Bolivia, 2006), Roca Negra (Editorial Andesgraund, Chile 2020) y Mil y una noches sin Wi-Fi (Valparaíso Ediciones, España, 2021), libro que fue finalista en el premio internacional de poesía Vicente Huidobro 2020. Con su primera película, Mar Negro, ganó el premio a Mejor dirección en Bolivia (Premio Eduardo Abaroa, 2018); así como Mejor Película y Mejor Documental (Diablo de Oro, 2019). Es cofundador del centro terapéutico Sol en Casa donde trabaja como psicólogo desde hace diez años atendiendo niños y jóvenes con capacidades especiales de la ciudad de Sucre.



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