Poema del Viernes # 68
Por Hellman Pardo
¿Hay algo más qué decir de Gabo? Su poesía, condenada al extremo olvido, a la izquierda de su desamparo, puede retornar como esas mariposas amarillas que siempre le persiguieron. Amante en su primeros años del soneto, Lope de Vega y Petrarca le enseñaron a manipular la palabra para ajustarla a la métrica. Para que no del todo perdure este olvido, y recordándolo en su primer año de muerte, aquí, un soneto de aquel que nos enseñó a jugar con el lenguaje.
Soneto matinal a una colegiala ingrávida
Al pasar me saluda y tras el viento
que da al aliento de su voz temprana
en la cuadrada luz de una ventana
se empaña, no el cristal, sino el aliento
Es tempranera como una campana.
Cabe en lo inverosímil, como un cuento
y cuando corta el hilo del momento
vierte su sangre blanca la mañana.
Si se viste de azul y va a la escuela,
no se distingue si camina o vuela
porque es como la brisa, tan liviana
que en la mañana azul no se precisa
cuál de las tres que pasan es la brisa,
cuál es la niña y cuál es la mañana.
Gabriel García Márquez, 1946