Cinco Poetas Jóvenes
I
Inventario
Sobre los oficios
El falso llanto del granizo
Hacia el crepúsculo
El ángel negro de la isla de Kampa
Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de Praga, era un poema tirado a la alacena. Al principio, con el orgullo herido y las polillas sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche colgando de su espalda. Decidió el encierro porque los hombres sencillos mueren solos. Con la pupila altamente dilatada, Vladimír Holan, entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La piedra oscura había regresado cargada de frutos. En aquella casa había tanto ruido, tanta miga de pan en las esquinas. Se dice que la luz de la ventana duraba encendida toda la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el diálogo del mundo. La claridad no se hacía esperar. Nadie y todo había en él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales. Pero los años no pasan en vano. En la pesada puerta crecía un caballo atado con alambres. En el instante en que la voz del ángel deshizo los colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios colmó de cicatrices las estancias, pronunció estas palabras: “Kate?ina ha muerto. Hoy no ha venido nadie a preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.