Poema del Viernes # 72
Por Hellman Pardo
Censurado por años, como muchos otros poetas de Europa del Este, Sorescu alcanza desde esa reprensión a escudriñar con el tacto la luminosidad en las palabras barro, caída, desenlace. Sabe que el tiempo es un artificio del mundo, y lo ironiza como un ritual olvidado.
SHAKESPEARE
Shakespeare creó el mundo en siete días.
En el primero hizo el cielo, los montes, los abismos
del alma.
En el segundo hizo los ríos, los mares, los océanos
y demás sentimientos,
y se los entregó a Hamlet, Julio César , Cleopatra y Ofelia,
a Otelo y otros,
para que se enseñorearan en ellos con sus sucesores
por los siglos de los siglos.
El tercer día reunió a todos los hombres
y les enseñó los gustos:
el gusto de la felicidad, el gusto del amor, el gusto
de la desesperación,
el gusto de los celos, el gusto de la gloria.
Entonces fue que negaron unos individuos que se habían retrasado.
el Creador les acarició, compasivo, la cabeza,
y les dijo que no les quedaba sino hacerse
críticos literarios
y negar su obra.
El cuarto y el quinto día los reservó a la risa.
Liberó a los payasos
para que hicieran sus cabriolas
y dejó a reyes, emperadores
y otros infelices divirtiéndose.
El sexto día solucionó unos problemas administrativos:
desencadenó una tormenta,
enseñó al rey Lear
cómo llevar su corona de paja.
Habían quedado algunos desechos del génesis
y creó a Ricardo III.
El séptimo día echó una mirada para ver si le quedaba algo por hacer.
Los directores de teatro ya habían llenado la tierra con carteles,
y Shakespeare consideró que después de tanto esfuerzo
valía la pena ver también él un espectáculo.
Pero antes de esto, sintiéndose sumamente agotado,
se fue a morir un poco.
Marin Sorescu. Traducción de Omar Lara.