15. Palabras como cuerpos
Palabras como cuerpos, antología poética en memoria de Edwin López, Gerson Gallardo y Tirso Vélez, es un libro para el recuerdo, para erradicar el olvido, para hacer de la memoria una labor diaria, un oficio recurrente en tiempos en los que tiene más valor las armas que las ideas, en tiempos en que la ignorancia dirige los destinos de la vida y condena al miedo y al silencio.
Palabras como cuerpos, reúne poemas de 19 poetas que expresan mediante la palabra el horror por el asesinato de tres poetas, pero a la vez le cantan a la vida y a los bellos recuerdos. Por ello la poesía pone en ridículo a los victimarios, pone en evidencia la barbarie y estupidez de quienes tratan de callar la belleza. En estos poemas se expresa la esperanza por los días que vienen y el rechazo al horror y a la bestialidad, a la cobardía y a la ignorancia de quienes cometen tan viles actos.
UN EJERCICIO DE MEMORIA
En el año 2003 integrantes del Bloque Catatumbo de las AUC, con apoyo de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, desaparecieron y asesinaron a los activistas estudiantiles de la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS) Gerson Gallardo Niño y Edwin Ariel López Granados, y desplazaron forzadamente además a otros integrantes de la comunidad académica.
Entre el 3 y 13 de abril de 2003, Gerson Gallardo Niño y Edwin Ariel López Granados fueron víctimas de desaparición forzada. Dos meses después de su retención, sus cuerpos sin vida y con señales de tortura fueron encontrados en el kilómetro 18 de la vía que del municipio de Tibú conduce al corregimiento de La Gabarra.
El 4 de junio del año 2003, paramilitares asesinaron en el centro de Cúcuta al poeta y político de izquierda Tirso Vélez, sobreviviente del genocidio contra la Unión Patriótica, partido por el cual obtuvo la embestidura de Alcalde del municipio de Tibú. Para la fecha del crimen, Tirso era precandidato a la Gobernación de Norte de Santander por el Polo Democrático.
Saúl Gómez Mantilla
SEÑAS PARA UN CRIMEN PERFECTO
Vamos a suponer que las cinco balas que gastó
entre el abdomen
y la espalda le hicieron cosquillas no más
y pese
al tiro de gracia
certero- infalible
El muchacho sigue vivo
Supongamos que es así
porque lo han visto
por la Pacho muy tranquilo
al bailarín
Allá los de la funeraria
Allá los que lloran inconsolables y
lamentan haber nacido paisano en su guerra
Si esto es entre Ud y los que no saben morir
valdría la pena comenzar de nuevo:
Volver su cuerpo al Sol (donde lo trajo)
Limpiarlo de heridas y ofensas
(Cocéle la ropa…
Vestílo)
Si lo peina con ternura
puede que le crezca
el cabello un poco
como antes era
Convengamos
que tampoco fue capaz de sacarle el ojo
y desde aquella noche
él no hace otra cosa que
mirarle profundamente
(supongamos que así porque lleva Ud. mucho lodo en la nuca)
Allá los que dicen que los años ya pasaron!
Allá los que hablan de indulto
los que olvidan
Qué va a saber nadie nada!
Recuerde: esto es entre Ud. y algunos cobardes
que no aprendieron morir
Si algo salió mal esa vez
valdría la pena
invertir el procedimiento:
Póngase del lado opuesto
Apúntese
Maldígase:
“Puta-mi-madre
Malditocomunista!
sin olvidar el tiro de gracia certero-infalible
Así queda resuelto el asunto
del crimen imperfecto
Y allá los que digan que ahora el muerto es Usted
Allá las madres felices con su niños de pecho
Allá los últimos que ríen.
Esto es entre Ud. y nosotros
(cobardes que no sabemos matar ni morir)
Freddy Ñañez - Chucho
INTERROGATORIO EN EL CUARTO DE HIELO
Vos preguntas a dónde ir
si la marisma hunde la sabiduría
si este odio que se traga todas las miradas,
enquistando el silencio hasta la desaparición,
conecta tan imposiblemente todos los teatros del hombre.
Vos preguntas con tu mirada turbia,
con las armas preparadas,
con esta suerte de actitud que representa
todas las posibilidades negadas
por si acaso la respuesta es un enfrentamiento.
Y en tu pregunta se van tras los árboles,
hundiéndose sin más remedio en el olvido,
la sonrisa y el quehacer de una esperanza sin crecer.
Vos preguntas qué hacer con esta rabia que puede más que el miedo
y sin embargo tan atada, tan sin manos, tan sin voz.
Javier Cortés
PEQUEÑO CONTEO DE LOS GRITOS
A Fabio lo mataron saliendo de su casa un 18 de diciembre. Roberto no soportó su juego y se hundió en sus miedos. James en lo profundo de una fosa recibe el abrazo de su hermano. Luis viajó y no dejó noticias de su impenetrable paradero. A Mireya, el tedio de sus pulmones la arrojaron fuera del escenario. Alexander quedó en la autopista de Villa del Rosario esperando con ansia la fecha de su grado. Javier espera tendido en medio de una emboscada. Arturo no pensó que el miedo de sus vecinos pesara tanto. Tirso vio a su esposa envolver su cuerpo. Gersón dibujaba sobre los árboles pensando en sus abuelos. Edwin reía y sentía al bailar como se le iba el cuerpo.
Los demás como débiles sombras se alejan lastimeramente.
Todos ellos me reciben en sueños, toman mis libros y desordenan mi ropa. Todos ellos reclaman mi silencio, penan por mi olvido y esperan un encuentro que no se mida en lágrimas.
Saúl Gómez Mantilla
AQUELLOS QUE DESVISTE EL MAR
Te fugas del sueño
mudo
ahogado
como aquellos
que desviste el mar
carne dulce
blanda y pálida
Despiertas
abandonado otra vez
sobre la cama en desorden
Entre los gritos del barrio
y el crepitar de murmullos secos
el día se acomoda
la luz vuelve a torturar sus colores
Con cólera bebes el agua impura
en el cuenco de la humillación
en las manos donde la eternidad aún forma
las figuras que persiguieron tu niñez
de ojos abiertos bajo las sabanas
Ellos ya te buscan
No lo sabes
El espejo esquivará tu mirada
La barbera morderá tu cuello
Vienen por ti
En otra casa desayuna la muchacha
que te llorará más tarde
y tu
bebes café
Ellos recorren la avenida ventosa
Tu caminas un instante
que comenzó hace años
abres la puerta
y no ves a tus hermanas
—Rezan con un alfiler
que quema y cura
debajo de la lengua—
Cierras la puerta
caminas
Miras distraído y eres visto
por los animales del cielo
que rugen tormentas
y presagian un dibujo que aún no has visto
En el cruce de las avenidas
el viento te acorrala
se acerca con ellos
en contravía
entre la gente
que apretuja un secreto en cada puño
que se aparta
que se aterra seis veces
que te mira caer
con asombro con lastima con miedo
No sabes morir
y sin saberlo
has visto caer el casquillo de tu última mañana
Norwell Calderón Rojas
DE LAS FORMAS DE LA MUERTE.
A Tirso Velez, Edwin López y Gersón Gallardo.
Uno
(aunque hablar de uno suene extraño)
debería nacer muerto
ir naciendo a medida que se crece
en mil partos sin cesárea.
Nacer con muerte de infarto
antes de los cinco años
sin saber de las arrugas del rostro
y de las canas dispersas en el cráneo.
Uno
debería ir aprendiendo de la parca que le mira
para sostenerse del latido
y a los diez años irse reponiendo del cáncer en el alma
cicatrizar sin la menor intención las heridas del amor a los veinte
para que a los treinta el beso haga menos daño.
Uno
debería estar enfermo de deseo en los sesenta
para morir de vida
y también de amor, única forma digna de entrar al sepulcro.
* * * * * *
RESULTA entonces que no tenemos miedo
a estos golpes quiebra huesos
que hacen saltar los ojos
y nos dejan sin cabello.
Que nos ponen acorbatada la lengua
terminando en el centro del pecho
y saliendo del final del cuello.
Que nos derriten la humanidad
y nos adornan de moretones el cuerpo
nuestro bello cuerpo de amores embadurnado
y caliente aún de sexo.
Resulta entonces que no tenemos miedo
florece en nuestro último latido la esperanza
y una palabra nuestra bastará para sanarnos.
Uno y mil veces uno naceremos
nuestra es la eternidad del amanecer
y del instante de los pájaros en el pecho.
Resulta entonces que no tenemos miedo.
Rodolfo Ramírez Soto
APARIENCIA
Siempre estuve afuera,
mirando cómo ellos se tragaban su sufrimiento
todos los días venían henchidos de fortaleza
con la mirada altiva, sin el más mínimo reflejo de dolor,
como estatuas en las que ni siquiera
se desdibujaba una sonrisa
aunque ésta fuera menos hipócrita que su aparente seriedad.
Parecía que el viento
no les podía hacer ni el más leve daño con sus caricias,
ni la lluvia los mojaba y nunca les escuche
lamentarse del frío o el calor.
Para ellos todo estaba solucionado
aunque dentro un enjambre de telarañas los carcomiera,
los imaginaba muriéndose en un cuarto oscuro
desgarrándose en llanto.
Yaqueline Gómez Mantilla