101. Gabriel Cisneros Abedrabbo
A Gabriel Cisneros Abedrabbo (Latacunga, Ecuador, 1972). la poesía es el bálsamo que lo salva. A partir de ella se constituye como creador, en la necesidad de transformar su quehacer existencial. Ha publicado 12 poemarios, además, en antologías, revistas y periódicos, dentro y fuera del Ecuador. Ha participado en distintos encuentros y recitales. Sus textos han sido traducidos al inglés, árabe, rumano y gallego. Aquí una selección de textos de su poemario Solemnidad del Fuego.
linaje ADENTRO
I
En la fuga de los elementos
te entono,
proscrita por el miedo
en la barbarie de mis padres
y de todos mis ancestros
que pusieron
en tu vientre de rock y de nácar
el signo
de la negación y los naufragios,
durante siglos en nombre de la luz
extirparon de ti
la estrella roja
que baila tempestades,
tempestades en el caos
donde se expande la creación y el sacrificio,
tempestades donde uno
puede beber mil flores
o el veneno
de los labios sangrantes
del amante que en el Cantar de los cantares
no pudo sacarse el manantial y las aguas,
no pudo ni quiso hacer a un lado
al salvaje
que detrás de la fina capa de maquillaje de petróleo
se hunde con el falo lleno de sangre.
En ese pretérito no conseguí
reconocerte en tu dimensión
de brújula del horizonte
y te cubrí el rostro
con una sábana
y con mi propia vergüenza.
Entono mi plegaria
para que olvides la huella de mis huesos,
saltes sobre mi bosque
pléyade salvaje,
que hecho peyote en la respiración,
me desgarres cuerpo adentro con tal fiereza
como te hemos roto cuerpo afuera
por generaciones,
con el libro sagrado en la mano
y pájaros sifilíticos en el corazón.
II
Nunca fuiste una esclava,
ni cuando
te vendieron por tres monedas de mar,
ni cuando en medio del vértigo
sacaron de ti hijos
de un poseso sin rostro, sin alma;
por eso no es necesario
buscar el fin del mármol
en tu cielo.
Nunca fuiste
la rosa marchitándose al final de la cadena,
ese fue un señuelo
en medio de la tragedia
que intentaron poner a tu voz,
sin saber que tu loba aullaba
frente al espejo;
ignorantes a tu dicha
cuerpo adentro,
ajenos a las ofrendas
que tomabas
en las piedras negras del río.
Los emisarios
se quedan inmóviles frente al cadáver,
los monstruos
tienen un pequeño corazón
que no han podido extirparse.
Cuando hacías el amor
se revolvían todas las tumbas,
porque ni siquiera los muertos
podían ponerse la carne,
la piel o la ceniza
para tomarte en la grieta abierta;
cuando hacías el amor
una aureola
se volvía a la primera luz,
a la víspera donde yo no salía de las cavernas
y ponía mis manos
en las paredes
como intentando dejar una huella,
un rastro,
un signo pagano para que
sepas que estuve allí
y que no podía nombrarte
porque las palabras
no tenían un límite o un génesis.
No soy el que puse las manos en la cueva
ni el que te excomulgó
por emancipada
en las vibraciones de la música,
no eres la que se fugó
de esa selva prohibida
ni el sueño doloroso en las estrías de lo imposible.
No somos
los que tratamos de salvarnos sin merecerlo,
los que desconocimos al animal
respirando sin saber la metáfora,
no somos los cadáveres
que expanden olores fétidos
o la ciudad abandonada
después de que nadie recuerda
el nombre de sus héroes.
Somos la prédica
de los sexos
que casados y doloridos
se succionan frente a frente
las cruces de la locura
MIÉRCOLES
Vuelve a doler con el viento.
Abeja suspendida
en las flores maltratadas
que se aferran a la acera.
Estampilla,
que esconde una epístola
de amor.
Vuelve a romper el corazón
con la música de los nardos;
un día
su magia de escapista
se desvanecerá
y podré tomarla
en la copa de un sombrero.
Tal vez sea miércoles.
Miércoles,
holocausto
en la mujer que canta,
y al mediodía
inventa noche.
Miércoles,
no hará falta que sea domingo
o volver de la muerte.
para sentir la carne y los huesos.
Miércoles en otro cuerpo,
el mundo con otros ojos
la lluvia con otra alma.
Morir ajenos
como dos fronteras de mar.
Tal vez sea miércoles,
el día
que olvidemos los puntos suspendidos del paraíso
y en esta tierra
sin más ventanas
podamos recibir
al sol sobre la hierba ajena.
CONFESIÓN
Hoy te hice el amor,
mientras mentaba otro nombre.
Expectante,
encontrabas tu cuerpo
en las formas de un muerto.
Sacamos la sangre de entre las tumbas
para poder vivir,
para que el grito llene
todo lo que hemos perdido.
Hoy hicimos el amor,
como dos sombras ajenas.
CONVERGENCIA
He aprendido a temerte,
a saber que no tendrías miedo
de ungirte con mi sangre.
Lluvia de amor en los girasoles
y bruma donde duermen los versos.
He aprendido
que en ti baila la soledad y el infierno.
***
GABRIEL CISNEROS ADEDRABBO (Latacunga, Ecuador, 1972). Escritor, comunicador social y gestor cultural. Ha publicado los libros: Ceremonias de amor y otros rituales (Casa de la Cultura de Chimborazo, 1996), Ego de piel (Pedagogía de Freir, 2003), Cópula panteísta (2003), El otro Dios que soy Yo (2004), Ombligo al infierno (2004), Mujeres para Morir (2006), Peregrinaje y Raptos (2006), Para Justificar el Aire en los Pulmones (2009), 20 Giros en la Pólvora y Otros Textos (2010). Estos poemas fueron seleccionados del poemario Solemnidad del Fuego.