Federico Díaz-Granados
Por Hellman Pardo
Federico busca, olfatea las ínsulas habitadas que permanecen en la desolación de las palabras. Escudriña en las últimas alacenas de la poesía la poesía misma, y nos sumerge en su propia contemplación de la existencia y las heridas. "Hay un profundo deseo en los versos de Federico por habitar un mundo más rotundo, más heroico, más luminoso, y se le van quedando en este empeño esquirlas de realidad entre los dedos, un gesto desapacible que no se puede completar en las largas tardes de tedio y desasosiego que encontramos en sus poemas", comenta, con total razón, Juan Felipe Robledo. Celebremos, pues, con una muestra de su poesía, los cuarenta años del director del Festival de Literatura "Las líneas de su mano".
CANTO MINERAL
¿Y si el alma es de piedra por qué ese mineral sueña con tu cuerpo?
¿Y si el alma es de piedra por qué el dolor
toma la forma de un lejano volcán
y salta al vacío desde su desprendimiento?
No dejes la piedra a merced de la noche
ni esperes la llegada del canto a la soledad,
vendrán los pulsos tardíos a callar la palabra
y algunos muertos se acomodarán en el fuego de esa espera.
Nunca el silencio
la música siempre
las palabras llegan todos los días a la sed
con sus lecciones de llanto.
Hemos equivocado el mundo y como una secreta impunidad
no traducimos al mineral
la lengua del error y los colores de la ruina.
Espera a la piedra
la que te esperó aquí mismo hasta hacerse piedra
la misma que se acuña y se hace esbelta.
Nunca el silencio
la música siempre
el día trae el final
y la voz que huye.
La piedra se desprende día a día
de la vida.
PEQUEÑO NOCTURNO
¿Ese temblor que pasa es la vida?
¿Y ante qué soledad es que hoy canto?
No sé de dónde provienen esos ruidos que en la noche asustan:
la caja de fósforos
las cosas que se cambian de lugar y no aparecen.
Suponemos que todo esto es el mundo
enormes colecciones de tristezas, llaveros y estampillas de mares lejanos.
Es acá donde sucedo
sin aduanas ni requisas
ni adioses a destiempo.
RETORNOS
No creo en retornos
pero este amargo corazón de casas viejas y calles rotas
late en cada regreso
sin gestos ni ademanes
y sabe que el mundo es un mal lugar para llegar
Y se regresa a escribir un poema que trate de una muchacha en un aeropuerto
que espera un avión de quién sabe dónde
o escribir sobre la carta que nunca recibí aquel sábado
escuchando el viejo casette con mis nostalgias favoritas
o sobre los versos robados a Salinas, Borges, Walcott
y las tardes de sol en el estadio de fútbol
No creo en los regresos
pero este seco corazón de otros días canta a destiempo
sobre el cielo que quema el nombre que una mujer que amé
No creo en retornos
pero mi vocación de viajero hace, que siempre que parto hacia la intemperie en el mundo
deje, como en mis días de boy scout, piedritas y migas de pan
para no perder el camino de regreso a tu cuerpo.
LOS ADIOSES
"Y solo puedo contar mis tristezas y recuerdos
Como un mendigo cuenta sus monedas en invierno"
JORGE TEILLIER
Hubiera podido obsequiarte
aquel cine donde vimos
Notting Hill y American Beauty
Hubiera querido regalarte los hoteles donde nos escondimos.
Me hubiera gustado ser el dueño del café en que nos despedimos
donde escuchamos tantas canciones que hoy son un soundtrack de nuestras vidas.
Y no hubo obsequios.
Y puse el cielo sobre tu cuerpo y lo volviste viento
puse el viento sobre tus ojos y lo volviste sueño
puse sueño en tu silencio y lo volviste noche
y esta noche no hay cielo, viento y sueño
que conviertan mi corazón
en una luz donde retorne el amor
Y es por este amor lejano y verdadero
que las palabras tienen música sobre el papel que nadie canta
como quien golpea durante horas una casa abandonada
como quien patea latas vacías en el corazón.
EL REGRESO
Regresar de los viajes
con la urgencia de quien ha conocido
la única moneda de la muerte,
contemplar los libros regados en el piso,
rastrear y limpiar los discos y los afiches de antiguos festivales.
Sacudir los muebles
y saludar de mala gana a los vecinos que no nos han extrañado,
abrir la revista que quedó inconclusa en la mesa de noche
y saber que otro amor la releyó.
Regresar de los viajes
y acomodar los souvenires y las postales en un lugar
que no ha sido preparado para ellos.
Reacomodarse y organizar la pobreza en las gavetas,
Y trastearse como el amor, siempre de afán.
Se ha cambiado tantas veces de casa, de gustos, y de vida
que ya se aprende a respetar a los viejos inquilinos.
Ante el cansancio hacerse un lugar entre la gente,
saber que se estorba, que solo ebrios nos quieren los amigos.
La vida cierra las persianas
Y uno no se encuentra con su cuerpo,
acostarse a contar las nuevas cicatrices,
desayunar con la nostalgia de los rostros dejados
y en soledad saber somos algo incompleto a la deriva,
una larga temporada baja a la que siempre se retorna
PERSONAJES EN UN PAISAJE DE INFANCIA
A la manera de Bohumil Hrabal
Si los sueños me llevaran a los viejos papeles de la infancia,
me devolvieran el olor detenido de los juguetes en el patio
y tuviera un llanto ebrio
que enumerara en la carne el paso de cada herida,
volvería quizá, con el aceite de ese cielo,
el óleo de esa estación quemada
a habitar el lugar de la tristeza en los muebles de la casa,
fermentaría los oficios del amor, de la muerte, del frío ,
abriría las ventanas para dejar entrar los ladridos de los perros
y atajar las voces de regreso.
Si los sueños me llevaran a Budapest
y en los rieles del tren
encontrara al poeta náufrago entre el hierro y la piedra.
Si el ocio de la vigilias
me llevara a Katmandú o a Babilonia, la profana,
entonces me preguntaría por los días del primer amor,
llenos de soles y olor a cereal,
rostros en polaroid detenidos en el viento.
Hoy los sueños no me llevan a Estambul, ni a Marruecos
y no veo en la casa saqueada de mis días
a Mark Twain, ni a Tom Sawyer caminando entre mis músicas.
¿Qué fue de aquellos días?
¿De los banquetes familiares y el tío que cobraba sus tristezas?
¿Qué fue del gol en la tribuna
y la muchacha sepia que cuelga de mis lienzos?
Los sueños pronostican caída de ángeles quemados,
el regreso de los náufragos, la sequedad de un nuevo amor.
Todo es tan raro aquí
que no sé si habré llegado en la lluvia equivocada.
Cambio mis terrores, mis miserias, cada tiempo,
por un día de retorno a la primera navidad,
por no tener que decirle a los colores
que un día ya muy lejano murieron Turner y Chagall.
Cambio mis secretos por no decirle a las mujeres que amé,
que viven en mis palabras sin ni siquiera yo saberlo.
Pero ni Budapest, ni Babilonia,
ni Estambul, ni Marruecos dan espera.
Esos rostros no caben en el sueño.
La infancia huye con las últimas plagas.
El balón se desinfla en la ruina de la casa
y vuelvo a vestir el traje sucio de los mismos augurios.
Se fue la infancia y nunca supe
a dónde van los patos del Central Park en invierno
y si la vida era sentarse a hacer guardia en un campo de centeno
o entrar a una caverna para estar a solas con Becky Thatcher.
No supe si vivir
era caminar descalzo a campo abierto a orillas del Mississippi.
O acompañar al abuelo a ver despegar aviones en Santa Marta.
Se me fue la infancia y no volví a ver al “Halcón milenario”
huyendo con Obi-Wan Kenobi y la Princesa Leia.
Entre tantos oficios el más difícil fue entender
que el mundo es tan solo una casa de dioses extraviados.
PLEGARIA
Señor de los adioses
concédenos un poco de tu gozo,
inaugura la mañana en la herida de los pájaros.
Dime de cuál secreto mar provienen estas lágrimas
y por qué el corazón no encuentra nunca su camino de regreso.
Señor.
Qué fue de los amigos
de los que no volvieron a mi casa
y no excusaron mis diarios temores,
hacia cuál color trastearon ellos sus festejos.
No tengo sed, Señor
pero todo signo tuyo hace de mi vida
una permanencia en la sequía.
Seguro existirá un cielo que no veré
un cielo con su única estrella.
Será otro cielo el que toquen mis manos
otro oficio el del viento al inventar la primavera
Se nos rompe la vida y se nos rompe la muerte
y será un cielo repetido el que vean ese día mis ojos.
Señor
¿De dónde proviene esta ronca voz
que trae rumores de otras vejeces?
¿De quién es esta voz que golpea la casa y la rostro?
¿A quién preguntar si mis afectos no conocen ese júbilo’
Señor
por qué el amor y el tedio
están hechos a la medida exacta de mis azares y tristezas.
Estamos más solos que la ruina.
Ayúdame a reconocer mis gestos
en los cuerpos que un día fui
hace muchos siglos
todos los días
lleno de imprevistos y lejanías.
LA ÚLTIMA NOCHE DEL MUNDO
¿Qué hay, amor mío, más allá de esa luz que canta su eternidad?
¿O que olvida al viejo Homero allá en la trastienda del mundo entre el polvo y la bruma?
¿Cuál será el decir de Dios en esas cenizas trocadas en voz
que han visto caer uno por uno los cristales del sueño
como un desembarco de mentiras?
Hasta aquí el sacrificio de extraviar fantasmas
y ver la vida propia que llega a destiempo
como los forasteros llegan a la Plaza mayor
como quien vende aves del paraíso.
Me olvido de todo:
de las noches que desafiaban los vértigos,
de la persistencia que demora la llegada del júbilo
de la vieja Itaca y Ulises como mendigo.
Y me olvido de los viajes
de la guerra de Troya y sus traiciones.
Y no queda sino mirar hacia arriba
donde brilla esa luz que canta su eternidad.
Esa luz que padecemos en el corazón
y que nos hace sostener junto a los ángeles
el mundo.
PARECIDOS INDELEBLES
Cada vez te pareces más a tu padre -me dicen en la calle-
en sus gestos, en su forma de caminar,
por su frágil manera de mirar el paso de la gente.
Por sus ademanes en la mesa y el ritual de hacer listas sin objeto.
Son parecidos –gritan las tías y los primos–
en las señas y el modo de llevar la soledad
en cómo caminamos los mismos trayectos citadinos
y en el ademán de repetir anécdotas en similares horas.
Parecen dos magos enseñando a los niños viejos trucos
-dice mi madre algunos días-
y los colores de la ropa no combinan
con el estado del corazón y de la mirada.
Cada día somos más parecidos
y el carácter y los modales revelan una forma
de estar en medio de tantos ausentes,
de recuerdos guarecidos y canciones repetidas.
Todo aquello que fue lo más pasajero
en el insomnio.
ENCUENTROS
Si te estrellas de frente con mi corazón
no huyas y no intentes borrar tus huellas dactilares
tampoco lo dejes por ahí a merced de algún desprevenido transeúnte
y no lo escondas, como al hijo torpe, de las visitas.
Si lo ves mordido en los bordes como un viejo borrador de la primaria
somételo a una calle de lluvias y remates.
Alguien se encartará con tan pesado encargo lleno de canciones incendiadas
y viejas vajillas en desuso
Alguien lo agitará queriendo oír alguna voz
como quien golpea durante horas la puerta de una casa vacía.
O si lo llegas a ver entre mis ruinas déjalo en la calle.
que este corazón de prisas y tardanzas
siempre se acomodó mejor a la intemperie.
Federico Díaz-Granados. Nació en Bogotá en 1974. Poeta, periodista, profesor de literatura y gestor cultural. Actualmente es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. Ha publicado entre otros libros: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000); Hospedaje de paso (2003); Álbum de los adioses (Colección “Un libro por centavos”, Universidad Externado de Colombia, 2006), Las horas olvidadas (2010) y La poesía como talismán (2012). Además ha preparado, entre otras, las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997); Inventario a contraluz (2001) y Antología de poesía contemporánea México-Colombia. Está próximo a aparecer la antologíaResistencia en la tierra (Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América) en la editorial Ocean sur de Chile.