Cinco poemas para recordar a la perrita Laika
Selección de Henry Alexander Gómez
La perrita Laika fue el primer ser vivo que habitó el espacio. Sus ladridos silenciosos poblaron un inmenso vacío que el día de hoy aún nos acompaña. Acá una selección de poemas que nos recuerdan su muerte y sacrificio, ocurrida en la órbita de la tierra el 3 de noviembre de 1957.
Elisa Díaz Castelo
LAIKA O DEL REGRESO
aquí en la tierra
empezaste
en una ciudad con todo
idéntica a las otras
algunas noches
las calles de Moscú
son más oscuras
que el espacio exterior
las farolas son soles
parpadeantes y rotos por el frío
oculta bajo una hora
de cartón y placenta
a ciegas como todos
empezaste
en el laboratorio
pesaron tu hambre
y te dieron un nombre
laika: la que ladra
así empezaste
te bautizó tu voz
tuviste suerte
luego tuviste
que quedarte quieta
días y semanas
en una cápsula diminuta
pequeña Laika
la docilidad mata
aprendiste
a pertenecer a tu ataúd
así empezaste
así empezamos
todos
en camino al espacio
tu vida y milagros
(almohadillas moteadas
cincuenta músculos
tan sólo en las orejas
todos los dientes que tenías
y los que te faltaban
tu linaje de esquinas
y mañanas al sol)
aquí en la tierra
quedaron resumidas
a la clave morse de tus signos
vitales a la línea
y punto de tu pulso
y a la frecuencia
de tu respiración
acelerada
viviste siete días
en el espacio sola
qué viste
llena de hambre
ladrándole a la tierra
se terminaba tu aire
y tú seguiste
dócil como el olvido
te alejaste
aunque querías vivir
los hombres no planearon
tu regreso
los hombres no notaron
la selección antrópica
de tus cruces oscuros
al fin y al cabo
sabían que no hay regreso
te quedaste sin aire
te quedaste sin voz
te bautizó tu muerte
ahí empezaste
vaya logro el nuestro:
a la mitad de la nada
el cadáver de un perro
nos orbita
Isabel Zapata
PARA LAIKA
Le dijimos a todos que habías muerto al séptimo día, sin sufrir. Los periódicos
daban noticias de tu buena salud. La verdad es que duraste apenas unas horas,
porque no hubo tiempo de probar el sistema de enfriamiento y tu cabina simplemente
se derritió. Entonces veíamos todo en términos distintos: teníamos prisa
por lanzarnos a lo desconocido a través de ti. Por eso insistimos en que mirabas a
través de la escotilla todo lo que nosotros hubiéramos querido ver.
Nunca antes un sarcófago atravesó el espacio tan atrevidamente.
Me hiciste falta desde que besé tu nariz fría antes de abrocharte el cinturón. Unos
días antes de la misión, te llevé a casa a jugar con los niños. Corrías feliz de un
lado a otro y ellos te daban salchichas, te ponían suéteres y bailaban haciendo
círculos alrededor de ti, aullando como perros para divertirte.
Por las noches, tu fantasma se acerca a mi cama y me lame la mano hasta que la
pongo en tu lomo. Entonces me doy cuenta de que te estás disolviendo por dentro.
Veo el humo que sale de tu hocico, de tus orejas, de las cuencas de tus ojos que se
van quedando vacías mientras intento alcanzar el vaso de agua del buró. Cuando tu
pelo desaparece bajo mi mano puedo sentir tu piel rugosa, como chamuscada, que
luego se convierte en magma sobre la alfombra.
Yo también me derrito, de algún modo.
Tu nombre está en la placa a cosmonautas caídos en el Monumento a los Conquistadores
del Espacio, junto a Lenin, y nos inventamos historias en las que fuiste
rescatada por extraterrestres. Pero sé que al lado de los niños aullando y los suéteres
y las salchichas, todo eso es poco.
Ofrecimos tu vida como prueba de la nuestra. El éxito ha sido enorme y absurdo.
Laika, Limonchik, rizadita: olvidé lo que aprendimos,
pero no olvidaré tu nombre. Vladimir Yazdovsky
Adalber Salas Hernández
LAIKA O DE LA PARTIDA
Desde la claraboya, el espacio es una piedra
abierta, generosa en soles.
Y la galaxia una vía pálida
que se persigue la cola. Pero
en este punto de la órbita no se deja ver
el perro de Orión, la estrella que parpadea
como si jadeara. Laika mira y
el calor en su cabina se hace insoportable,
como un lazo al cuello, un garrote
invisible. Laika, la representante más digna
de nuestra especie, nuestra última profeta,
arrebatada por una carroza ardiente,
arrojada al cielo para que hable
con la voz que planea sobre los montes
y le devuelva las tablas de la ley
–no, gracias, ya no las necesitamos.
Se sobrecalienta el Sputnik II y Laika
ladra en círculos, sin iluminaciones
de hojalata, sin epifanías voraces;
ladra en nombre de todo su siglo
y del siguiente. Y dios, que no existe
pero siempre presta atención,
la escucha. Allá arriba, la música
de las esferas suena como un
toque de queda, la alarma terca
del despertador del juicio final.
Laika la oye por encima de sus ladridos
cada vez más débiles, mientras
entra disparada al reino de los cielos,
pasando por el ojo de una aguja
sin pupila.
Reynaldo García Blanco
CANCIÓN EN INGLÉS PARA ESCUCHAR EN RUSO
A Noel Pérez
El día que unos extraterrestres rescataron a la perra Laika
Mi padre se puso muy contento.
Me tomó de la mano
Y desde el patio me describió
Cómo era el cielo de noviembre de 1957.
Desde entonces
Todos nuestros perros han tenido nombres rusos:
Moscú, Mashenka, Sputnik, Mayakovski, Evtushenko,
/ Gorbachov.
Pero mira eso.
Nunca hemos tenido el valor de llamar a uno de nuestros
/ perros Laika.
A mi padre se le partía el corazón saber que pesaba menos
/ de seis kilos y no sobrepasaba los treinta y cinco
/ centímetros de altura.
Dicen que Laika tenía el carácter reposado y facilidad de
/ aprendizaje. Dicen que murió de calor y de pánico.
Y eso, eso nunca lo perdonó mi padre ni a Dios ni a Nikita
/ Jruschov.
Spasiva.
John Gómez
LAIKA
A 60 años luz del planeta tierra
la nave aún flota en el espacio,
2570 giros,
163 días,
y dentro de ella un ladrido
que espera un pedazo de pan.
Valeria Mussio
LAIKA
cuando la nave estaba a punto de despegar te preguntaste
si de verdad alguien te amó las últimas horas que viviste
en la tierra, contrajiste tu cuerpo
pequeña de pelo rizado y con tu instinto
de lobita siberiana sabías
que lo que había allá fuera sería lo último
que habría para siempre, pero igual
sonreíste
para las cámaras soviéticas, coronada
heroína espacial del socialismo, la primera
perrita que fue astronauta y que fue cometa.
contrajiste tu cuerpo, pequeña, por el recuerdo
de las calles frías de Moscú quemando
levemente tus patitas, convencida
de que la tierra te queda chica,
la pionera y la mejor en recorrer
la forma elíptica que rodea el planeta.
quisiera pensar que en el camino de ida intentaste
comerte alguna estrella, que el calor
no apagó tu cuerpo que el miedo
fue menos que la curiosidad, pero no
el mundo es más cruel de lo que esperamos
que sea, solo nos queda encontrar
resonancias de ternura entre los astros,
qué tal si te digo
que las manchas de la luna siguen esperándote
para jugar cuando atardezca,
qué tal si pensamos
que la tierra gira alrededor del sol imitando
tu orbitar en busca de tu cola,
qué tal si imagino
que en realidad sí llegaste
y que siempre estuviste
esperando del otro lado de la puerta