La luz de la vida detenida
La luz de la vida detenida
Prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, maestra de la Universidad de Salamanca, al libro La luz de la vida detenida de Alejandro Cortés González, XII Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”, Diputación de Salamanca, España, 2025.
El escritor colombiano Alejandro Cortés González (Bogotá, 1977) es autor de libros de narrativa como las novelas Notas de inframundo (2010), Del relámpago nacerán luciérnagas (2018) y la colección de cuentos Todos los diablos tienen sed (2022), aunque ha publicado con más asiduidad en verso. Su título inicial, Pero la sangre sigue fría (2012) agrupa ya casi todos los temas que irá desarrollando en su obra, el tiempo, la memoria y la recuperación de los motivos de la infancia en una combinación de verso y prosa poética. Ya decía entonces que “El poeta es una herida abierta en el tejido del mundo, / un ciudadano de la memoria que siempre está de paso”; Sustancias que nos sobreviven (2015), vuelve a abrir las rendijas temporales, sus simbolismos y heridas que se vuelcan en la memoria, sus sometimientos y frustraciones; a ellos se añade la música y la reflexión metapoética. En Instantáneas dominicales (2019) y Almanaque Bristol 1987 (2019) se impone también el poder de lo temporal, los tiempos muertos del domingo y la magia de las palabras y las cosas. La música domina como una de sus pasiones en El álbum púrpura (2021). En 2023 aparece la antología Lo que queda entre las manos que reúne lo más significativo de su trayectoria hasta este momento. Pero al mismo tiempo, en ese año publica El señor notario que se hace acreedor del I Premio Iberoamericano de Poesía José Santos Chocano en Perú. Es este un libro que culmina su madurez poética con una nueva mirada crítica que remueve lo precedente. Con cierto humor distante, se vuelca hacia la sociedad y su entorno, pues parece haber clausurado con una mirada comprensiva los réditos de la infancia. Justifica en sus páginas: “Me gusta pensar que mi paso por el mundo es más que un simple seguir de filas; que, además, puedo ser el notario de un instante donde lo poético ha abierto grietas de luz sobre los días”.
De este modo su trayectoria de escritor se manifiesta consolidada. Pero no se comprendería bien su personalidad sin añadir que las actividades de Cortés González ocupan diversos ámbitos creativos pues, además de poeta y narrador es músico, editor, gestor cultural, profesor universitario y director de talleres de creación literaria. En su faceta musical es componente del dúo de rock Grave Compañía, actividad que también compagina con la Fundación Trilce y la coordinación del espacio cultural Trilce en la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá.
Todas estas ocupaciones muestran el amplio quehacer de su autor, algo que se trasluce en este libro, La luz de la vida detenida, con el que poeta colombiano se ha alzado con el XII Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador en 2025, un título marcado por gestos contemporáneos, como la perspectiva ante el arte que puede construir o limitar la libertad estética y también la música del mundo actual como contrapunto y vivencia. Era de esperar, además, que le obsesiona, el de la poética y la libertad para plasmar el arte. Por eso es significativo que el libro se abra con unos versos de Rafael Alberti procedentes de un título en el que se reivindica la misma libertad creativa, Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, poemas escritos en 1929 en homenaje a los cómicos del cine y que se ha venido considerando una de las obras más originales de los años 20 en España. No en vano llegaría a afirmar el poeta gaditano, “Yo nací —¡respetadme!— con el cine”, y en sus poemas aparecen esos primeros personajes del cine en blanco y negro, como Charles Chaplin, Buster Keaton, o Laurel y Hardy que poblaron de genialidad los comienzos del nuevo arte. Pero en el epígrafe seleccionado, el poeta colombiano resalta factores como el silencio y la inmovilidad que son los que van a definir “la vida detenida”: “Y es que a mí me preocupa mucho el silencio y la astronomía / y la velocidad de un caballo parado / y la inmovilidad de los trenes expresos / que predicen la futura muerte de los tranvías”. Si dentro de una amalgama contradictoria y oximorónica, Alberti fusiona el silencio y la astronomía, así como imágenes que inciden en la inmovilidad, “velocidad de un caballo parado”, “inmovilidad de los trenes expresos”, estas mismas imágenes, elegidas por Cortés González, coinciden bien con esa incertidumbre o la perplejidad que subraya el exceso de nuestro tiempo adelantando el testimonio de una intimidad y de un hacer poético.
El libro se abre con un primer apartado, que titula “Principio de incertidumbre”, concepto característico y notorio del siglo XX, desde que llamara la atención sobre su incidencia Werner Heisenberg con su conocido Principio de Incertidumbre (1927) que marcó un hito en la evolución de la física y el conocimiento del mundo. Heisenberg hizo ver que no era posible conocer con precisión el momento y la posición de una partícula en un momento dado pues la indeterminación marcaba a uno de sus componentes. Desde entonces se ha advertido cómo este principio se puede aplicar a otros campos del conocimiento y también a nuestra vida cotidiana. Y tanto, que se ha convertido en el efecto limitador de los alcances del conocer. Por eso la ciencia ha reconocido y abordado la incertidumbre como una característica inherente a numerosos fenómenos, y ha admitido los límites del abordaje.
El propósito metapoético de Cortés González comienza ya con el primer poema, “Arte poética para empezar a bailar”, con el epígrafe de Jean Genet, “Un baile es la tentativa de tu cuerpo por identificarse con tu reflejo” (El funambulista). Acuciado por la premura y la ansiedad, el movimiento propicia la escritura, algo que conduce hacia la imagen apenas entrevista, a la vez impregnada de emoción, y de elaboradas sinestesias, “aparece una emoción que es similar a un color cálido o frío / a un tono mayor o menor”. No extraña el surgimiento de imágenes auditivas, nacidas de la propia pulsión musical, por eso “Antes del baile nos vamos tragando las notas”, con lo que el proceso se acelera, y, hay que escribir, plasmándolo en la página. Ante la premura de la imagen que produce un acelerado nerviosismo, la incitación a bailar es un impulso que conecta con el proceso de plasmación metapoética, y que en “Sobre la posesión” recala en la singular relación con la poesía: amando “su idilio nocturno a cualquier hora del día”. No existen certezas, sino incertidumbres, la poesía es imprevisible e intermitente, incierta en el aviso de su llegada.
En este apartado de varios poemas que envuelve la incertidumbre se valora una serie de aspectos que van armonizando una poética, desde la recuperación de la infancia, la plasmación de la vida detenida en el propio poema, a las diversas lecciones que la poesía entraña, siempre a través de las cuales se va desgranando el proceso poético. Urge explicar ese proceso y el primer movimiento valora la incidencia de la memoria, muy en especial en la recuperación de la niñez. Poemas como “La poesía recupera la infancia en la mirada I” y “La poesía recupera la infancia en la mirada II” reflejan lo oculto que nos constituye y cómo el poeta hace nueva cada palabra para retornar al punto mismo del nacimiento, porque “Poesía es recuperar la infancia en la mirada”. Pero también la poesía condena y condiciona, nos coloca frente al precipicio (“ahora que me abismo ante espejos negros”), en ese transcurso que constituye su principio de incertidumbre. En “Poética en cuerpo de paloma” lo expresa bien: “No es cuestión de maravillarse con cualquier cosa, sino de impedir que la experiencia y el orgullo se interpongan entre el yo poético y la fascinación”. La clave radica en la capacidad de asombro que es algo que el poeta conlleva al preguntar y preguntarse por la realidad y el mundo.
Hace pocos años, en el prefacio del libro de cuentos Todos los diablos tienen sed (2022), el poeta explicaba su concepto poético. La poesía, dice, nace del aburrimiento, pero también de la sonoridad, es como una corriente que le solicita su encarnadura en la palabra, con lo que sus frases “llegan cargadas de significados nuevos, imágenes nacientes, con la emoción aún tibia” y aclara que “entonces siento que fluyo y continúo, aunque sepa que mi punto de partida fue una pulsión rítmica bajo mis palabras”. Porque para él “Lenguaje, imagen y ritmo: [son] los tres elementos constitutivos de la poesía”, aunque no exista un método ni un proceso fijo, porque “la escritura nace del aburrimiento. Una cadencia que se repite”. Es entonces cuando hay que ponerse a escribir, y dar comienzo a “otra sonoridad: la mía, la de adentro”, la que impregna la propia sonoridad en las palabras.
Este hacer que combina ritmo y palabra, que siente tan personal, remueve la captación de la memoria. Algunos conceptos desarrollados en este apartado lo explican bien, así el concepto de La luz de la vida detenida se aborda en dos poemas que adoptan algún rasgo explicativo o ensayístico, según propia confesión:
Nota: Al comienzo, este texto fue explicativo, ensayístico: Poco a poco fue encontrando el modo de sumergirse. Tal vez el ensayo sea un poema diurno y el poema, un ensayo que ha encontrado su noche.
Los dos poemas asedian el mismo tema, lo que refuerza la idea de continuada reflexión metapoética. “La luz de la vida detenida” es la oportunidad para volver a vivir los momentos del pasado, así como no deja de tener “efectos secundarios” en su instrumentalización. Toda apreciación de la vida detenida exige una contemplación, y a vez permite que lo poético habite en el ser, convirtiéndose en su instrumento para facilitar su contemplación. La poesía armoniza, conforta, escribe en “Lugar no común”; pero también en “Sobre la poesía pura” rechaza con contundencia la impostura: “Planeo transformarla / convertirla en aire, / pero su sangre se me escurre entre los dientes”. Las lecciones recurrentes en varios poemas de este apartado nos seleccionan el verdadero sentido de lo poético, “Puse un poema en la balanza / No pesa nada / El mundo transformado pierde peso” (“Lección poética de física”); y luego menudean otras lecciones, “Lección poética de paleontología”, “Lección poética de geografía”, “Lección poética de geometría horizontal” y “Lección poética de saludos y despedidas”. Son poemas que abordan la fragilidad de lo poético, las imágenes heladas y fosilizadas, así como el fracaso de lo creado. También la “Lección poética de geografía” valora el reconocimiento del mundo, así como la “Lección de geometría horizontal”: “Simplemente viajamos en el tren / mientras el sol lanza sus rayos de lado contra la verticalidad de las ventanas / y nosotros / horizontales de horizonte /andando el paisaje de un mapa que al desplegarse pierde los meridianos /combatimos el paralelo de la muerte”. Cierra este apartado marcado por la incertidumbre la “Lección poética de saludos y despedidas”, gestos y contrafiguras poéticas que las manos expresan con saludos o con despedidas que implican siempre un duelo de soledad.
Como se puede apreciar, en este poemario de disposición tripartita, la primera parte es más expositiva de su concepción poética, luego avanza con una segunda parte “El subsuelo de la noche”, que es el entorno que envuelve la obra, y cierra una tercera parte con el poeta como lector, “Otras luces detenidas”, amplio catálogo de autores queridos e indiscutibles. Escritores que han conseguido plasmar esa “luz detenida”, una nómina de muy distinto estilo, aun de poéticas contradictorias, pero con ello se abunda en algo que confiará en la segunda parte al apoyar el gran abanico de lo poético. De Joseph Conrad, a la poeta argentina Olga Orozco, de Bernardo Soares a de Fernando Pessoa o de Walt Whitman a María Luisa Bombal, de Ernesto Cardenal, César Vallejo, Juan Gelman, Sylvia Plath o la uruguaya Marosa di Giorgio, dejando incluso la puerta abierta para incluir una alegre superchería con un personaje de Los Simpson. Es un repaso de lecturas, vivencias, comentarios, porque los autores se entrañan en su biografía y su poética como autor del siglo XXI. Son dispares, pero sobre todo son poetas, aunque también incluye algunos narradores y pintores. Me parecen muy significativas las dos últimas, Marosa di Giorgio y María Mercedes Carranza, en dos poemas impactantes, “Marosa di Giorgio regresa a su casa después de morir”, “María Mercedes Carranza regresa a su casa después de morir”, iterativos y sobrecogedores.
La segunda parte, más breve, “El subsuelo de la noche”, se refiere al ámbito de ejecución de la obra, al contexto creador, “Estamos entrando al subsuelo de la noche /a su cueva de perversas músicas / ¡Brindemos! /Sean todos bienvenidos” celebra en la parte final del poema del mismo nombre. En este ámbito, la imagen de “El minero ebrio” se erige como la contrafigura del poeta que arenga en la taberna después de haber llegado al subsuelo de la noche, donde excava la palabra en ese ámbito nocturno, al que nadie ha llegado (“El minero ebrio regresa sobrio de sus propios abismos”), después de haber jugado con el mismo diablo en la noche. En “Ritual con botella vacía” valora los dones del poeta-minero, que, convertido en escultor, cincela y brinda al terminar su obra. Por ello dirá “Brindo por el encierro que dignifica el trabajo del escritor”, por los esfuerzos realizados, físicos y espirituales. En otro poema, “Frente a ustedes con un poco de vergüenza”, el sujeto poético mantiene su actitud de no exhibirse ni hacer concesiones ante los demás, —el epígrafe de Jorge Enrique Adoum es significativo—, “no soy del tipo de autores que lee poemas mientras toca la gaita y golpea un tambor” porque “No vengo a bailar las palabras, ni a pintarlas, ni a cantarlas”, y “Ni siquiera tengo idea de dónde salió eso de que a un poeta no le basta con escribir poemas y vivir en poesía”. Dado este razonamiento se acaba imponiendo el rechazo del poeta como exhibidor, como animador o montador de “un show de vanguardista postmaldito”. Y “¿Desde cuándo la poesía tiene la obligación de ser atractiva, comercial, un éxito en taquilla?” ya que “Hasta donde yo sé, la poesía sólo hace gala de su sencillez. Su enigma y complejidad radican en trabajar minuciosamente la palabra desnuda”. Valora con firmeza:
La poesía es dura, a veces amarga, puede tener humor y ser cotidiana, pero sus besos y risas no ocultan los colmillos. Es mejor no intentar disfrazarla porque no se deja; se sacude, se va, no regresa y te quedas con el disfraz en la mano. Quien diga que la poesía es una amante dócil es porque no la conoce.
El espacio de la poesía, sus múltiples posibilidades, que tan bien expresa con los homenajes de la tercera parte, está desarrollada en el poema “La poesía es lo que cada cual necesita de ella”, de estructura anafórica, en el que desgrana las múltiples posibilidades de lo poético: lírica, melodiosa, metafórica, preciosista, rimada o no rimada, pero también críptica, abstracta, densa, dramática, dolorosa, punzante, y tantas más. Incluso algunos la prefieren vanguardista e innovadora como La nube en pantalones de Vladimir Maiakovski, o más contemplativa, porque “La poesía es lo que cada cual necesita de ella”; es “una ventana para observar el mundo desde el interior de cada uno”. Nada puede deslegitimar sus numerosas variedades, lo que importa es la emoción. Consciente de la transgresión que significa su propio poemario se llega a cuestionar si su libro es un ensayo, un manifiesto, un poema, un texto raro, pero nada mejor que el razonamiento desarrollado y la larga lista de homenajes de la tercera parte para demostrar que la poesía se cumple según el pensamiento del autor.
Carmen Ruiz Barrionuevo
Universidad de Salamanca
Poética en cuerpo de paloma
Miro a un niño
que mira a una paloma
que mira a un águila de yeso
No es cuestión de maravillarse con cualquier cosa, sino de impedir que la experiencia y el orgullo se interpongan entre el yo poético y la fascinación. Se deja de ser poeta cuando la soberbia entorpece la capacidad de asombro; es por eso que hay más poesía en los regocijos de un niño que recién camina, se asoma a la ventana y observa a una paloma, que en la crítica de cien literatos consumados.
¿Será el águila de yeso
un dios para la paloma?
¿Será la mirada del niño
un dios para el poeta?
La luz de la vida detenida (Ensayo y poema)
Tenías cinco años y yo diez
Tendrás cincuenta y uno y yo cincuenta y seis
Los años son una distancia que se pierde con los años
El tiempo se pierde con el tiempo
y se vuelve un lugar en el que el alma puede descansar
Llega un punto donde se tienen más recuerdos que proyectos
Y no es por falta de ideas
sino por el calor de volver a habitar un espacio conocido
Aunque las épocas sean turbulentas
su recuerdo será un lugar tranquilo
donde podemos pasar horas recorriendo un año
o un instante
¿Y si decidiera que mi proyecto es recordar?
A veces
como que ya no interesa el paso hacia delante
sino la luz que abraza al mirar atrás
La luz de la vida detenida
Tiempo listo para volverlo a vivir
Sírveme un trago cuando venga a construir recuerdos
Sírveme un vaso de agua cuando venga a hospedarme en ellos
Después de noches voraces que devoraban la madrugada
huele a sangre afligida
a canción coreada por una sola voz
a memorias de esas mañanas decapitadas del alba
ahora tranquilas como mi estudio un domingo en la noche
donde bebo agua
llueve un poco
y rayo en un cuaderno
el instante detenido que vivo
Nota:
Al comienzo, este texto fue explicativo, ensayístico. Poco a poco fue encontrando el modo de sumergirse. Tal vez el ensayo sea un poema diurno y el poema, un ensayo que ha encontrado su noche.
La luz de la vida detenida (Efectos secundarios)
No tengo ambiciones ni deseos
Ser poeta no es una ambición mía
Es mi manera de estar solo
Alberto Caeiro
No se escribe poesía con el afán de ser mejor poeta
sino con el llamado a apreciar más la vida
Apreciar exige contemplación
La poesía implica contemplar
Poesía es también la luz de la vida detenida
Contemplar:
Darle más lugar al ser que al hacer
La única manera de hospedar el tiempo
Degustar el instante
no atragantarse de momentos
Permitir que lo poético habite en uno
Ser su leal instrumento
Pisar una hoja seca
e imaginar el árbol
no importa si se convierte o no en poema
Paradójicamente
cuando se entra en estado de contemplación poética
cuando se escribe para apreciar más la vida
hay depuración de técnica o descubrimiento de una nueva
y se es mejor poeta
aunque esto último
sea solo un efecto secundario.
Estamos en el subsuelo de la noche
No sé si se han dado cuenta
pero estamos en el subsuelo de la noche
Esta es la hora en que los tendones se desinhiben
la luz del alcohol se hace densa
y esa risa pícara del hígado ya no encuentra piel que la contenga
El hoy y el mañana se funden en la tentadora nebulosa del ahora
El limbo abre su paréntesis donde todo se permite y nada se recuerda
Hay humo sobre las luces de neón
y vapor caliente contra las ventanas
Alguien lee este poema exaltado en la alta madrugada
Los ojos pierden el juicio
y la carne, la cordura
Aunque tu cara esté sobria
tienes el cuerpo lleno de bocas que no paran de reír
Hasta aquí hemos descendido
Estamos entrando al subsuelo de la noche
a su cueva de perversas músicas
¡Brindemos!
Sean todos bienvenidos
Noche y día son dos partes del mismo planeta
La única forma de salir de este agujero
es seguir cavando.
Marosa di Giorgio regresa a su casa después de morir
Vengo a habitar mi recuerdo
La casa me reclama por mis noches fuera
Quiero lavar los platos
barrer el piso
sacudir un poco el polvo
Que la casa sienta que aún la quiero
Parece que le hecho falta
Su silencio mueve la cola como un perro fantasma
Quisiera sacar la basura
botar la leche podrida
guardar los huevos en la heladera antes de que se empiecen a dañar
El calendario en la pared quedó detenido en agosto
Antes de esa fecha
la casa y yo:
una soledad dentro de otra
Mia cara casa,
tu sei la mia casa,
sono la tua casa
e ciascuno è l'abitante dell'altro
Miro las paredes sin cuadros
los libros cerrados
la lámpara agachada
las especias en la heladera
la cartelera de asuntos pendientes con todos los temas en blanco
Imagino una breve tonada de piano
y me despido
Allí queda la casa
Su soledad viene conmigo.
María Mercedes Carranza regresa a su casa después de morir
Se oirá nada más
el canto de las moscas
María Mercedes Carranza
La cortina tiene el peso de las moscas
lentas
gordas
perezosas
No hay corriente que las espante
Moscas a contraluz de los velos
La soledad se pudre en casa
Las moscas se alimentan del cadáver de la soledad
4 interruptores apagados
1 citófono con polvo
1 lavamanos con polvo
1 ducha con polvo pero en buen estado
Agua en el vaho de las arañas
2 ventanas
12 vidrios
1 espejo
0 reflejos
3 puertas de madera
3 picaportes
1 puerta metálica con chapa de seguridad y nada adentro
Las bisagras se oxidan sin ser empujadas
Piso de baldosa
Techo de madera
Pared corrugada blanca
Solo moscas en medio
No hace falta hablar para construir a alguien
En esta casa de moscas ya se dijo la última palabra.
Alejandro Cortés González
Bogotá, Colombia, 1977. Poeta, narrador, músico, editor, gestor cultural, profesor universitario y director de talleres de creación literaria. Autor de los libros Notas de inframundo (Novela, 2010), Pero la sangre sigue fría (Poesía, 2012), Sustancias que nos sobreviven (Poesía, 2015), Del relámpago nacerán luciérnagas (Novela, 2018), Instantáneas dominicales (Poesía, 2019), Almanaque Bristol 1987 (Poesía, 2019), El álbum púrpura (Poesía, 2021), Todos los diablos tienen sed (Cuento, 2022), Lo que queda entre las manos (Antología poética, 2023), El señor notario (Poesía, 2023) Show de doloroso entretenimiento (Poesía, 2025) y La luz de la vida detenida (Poesía, 2025).
Ha obtenido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (España, 2025), Premio Iberoamericano de Poesía José Santos Chocano (Perú, 2023), Premio Subterránica a mejor publicación física de rock en Colombia (2022), Beca de Publicación de Obra Inédita del Ministerio de Cultura (Colombia, 2019), Premio Nacional de Poesía Universidad Industrial de Santander (Colombia, 2014), Beca de Circulación Internacional para Creadores del Ministerio de Cultura (2013) con la que participó en el VII Festival Internacional de Poesía en París, Premio Nacional de Literatura de la Universidad Central de Colombia en las categorías Novela (2009) y Cuento (2011), y finalista del X Premio Nacional de Cuento La Cueva (Colombia, 2022).
Ha sido invitado a encuentros literarios en diferentes países de América y Europa. Es músico de Grave Compañía, director de la Fundación Trilce y coordinador del espacio cultural Trilce en Luis Ángel, Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá.