Revista Latinoemerica de Poesía

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Alejandro Sánchez



Presentamos un conjunto de poemas de Alejandro Sánchez (Manizales, 1995). Sociólogo y maestro en Literatura y Cultura. Autor del libro de cuentos Canasta familiar. Ha sido reconocido por su trabajo como escritor en diferentes certámenes literarios, entre estos: XXIII Concurso Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus (2024), X Premio Nacional de Poesía Obra Inédita (2024), I Premio Nacional de Libro de Cuentos Isaías Peña (2023) y XIII Concurso Literario El Brasil de los Sueños (2022). Sus textos han sido publicados en la revista El Malpensante y ha sido incluido en distintas antologías de poesía y relato en Colombia. Como editor ha participado en las antologías de Poesía completa de Álvaro Miranda y Mery Yolanda Sánchez publicadas por el sello editorial del Instituto Caro y Cuervo.

 

 

 

De la serie “Formas del fuego”

 

 

Viento

 

El fuego se crea

bajo la conjunción

de tres casualidades:

 

El canto de los pájaros,

convertido en brisa,

la materia húmeda,

susceptible al deseo ardiente,

y la inconmensurable

voluntad expansiva del calor

 

Cuando el triángulo está completo,

las llamas

recuerdan su memoria olfativa

y devoran el viento

humean

crepitan

craquelan

 

Prolongado,

el incendio encuentra al río,

se alza sobre las aguas

y levita de orilla a orilla

Guiado por el aire

el fuego es una figura sin geometría,

una palabra que vuela,

bebe el sudor de las nubes

y persigue el aleteo

de los pájaros.

 

 

 

Luz

 

                  “Después de un gran dolor,

                 un solemne sentido nos llega”.

                 Emily Dickinson

 

 

Bajo el lienzo de la noche

la lumbre inextinguible

                                      brama

 

Nocturnos insectos

danzan alrededor de la hoguera

el calor los conduce

los hipnotiza

 

En un lenguaje antiguo

fenómeno natural

y materia viva

pactan un acuerdo

 

El sonido

espaciado y preciso

marca la ruta

de quienes renuncian al vuelo

 

Los elegidos entran al vientre de la luz

y huelen el perfume del olvido

 

 

 

Palabra

 

          “Si el fuego quemara mi casa,

          ¿qué salvaría?

          Salvaría el fuego”.

          Jean Cocteau

 

 

El fuego nace en la duda. De niño, cuando desconocía el nombre de las cosas, cerraba los ojos y decía: incendio. Luego entendí, el calentamiento no es global, es local, interno. Corpóreo.

 

***

 

El fuego se extiende en la curiosidad. Existen elementos susceptibles al llamado de las llamas. Una hoguera remite a la muerte de los augurios y su luz anima múltiples modos de tanteo. Arrojo y cobardía se entremezclan. Semillas de una misma conflagración.

 

***

 

El fuego canta hasta extinguirse. Es calor, ritmo y luz. Aparece, despierta los colores, corona las aguas, presagia si el mundo seguirá o acabará. Su última palabra es un sonido que deja un rastro en el aire y designa lo que no tiene nombre.

 

 

***

 

 

Del poemario Tierra del fuego (Ganador del XXIII Concurso Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus)

 

 

Te voy a hablar del fuego

 

"No será eterno, pues es llama”.

Vinicius de Moraes

 

Un día el fuego dejará de propagarse. Cuando deje de arder no habrá palabras para diferenciar las cosas. Se acabará el lenguaje, los gestos. Nadie hallará su rastro. No habrá una procesión fúnebre ni una tumba a la que llevar flores. Nadie grabará un epitafio en su lápida. Nadie va a preguntar a dónde va. Así morirá el fuego, como cualquier otra cosa que se cansa o se agota.

 

 

Ventanas maternas

 

A mi madre

 

I

 

Recostada en mis piernas

te miro con las manos

 

Acaricio tus canas

                            —inútilmente pintadas—

y como un regalo

tu cabeza deja

sus cabellos en mis dedos

guardo aquellas hebras

en días más oscuros

sabrán iluminarme

 

II

 

Bajo la palma de mi mano izquierda

arde tu brazo

al tacto

sin abrir los ojos

dices

          usted siempre tan frío, mijo

 

Acojo esas palabras

en ellas encuentro

una fecha de caducidad

otra de comienzo

 

III

 

Vuelvo a tu cuerpo

ahora

lo palpo con la mirada

 

En la cintura

tu blusa se ha recogido

como se recogen las arrugas en tu rostro

 

En el abdomen

acumuladas en el tiempo

se agrupan algunas estrías

su color traslúcido

las emparenta con las ventanas

 

Me asomo

y

por un instante

vuelvo al vientre

                               adentro algo brilla

 

IV

 

Un lucernario

por tu torso, madre

se multiplica

 

Pasa

del blanco al azul

del azul al morado

del morado al rosa

—igual a un carrusel—

con cada respiración

 

Sin poder abrirlo

lo toco

el cristal se cimbra

musitas

                             frío

 

V

 

Reacomodada

te desperezas

pronto vas a irte

 

Miras mis manos

                                   —despojadas de ti—

las reconoces

una extensión de las tuyas

 

Bajas la mirada

                                     —antes de verme a los ojos—

te cubres la piel

y un mundo entero se apaga

 



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