Revista Latinoemerica de Poesía

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10. Alto voltaje: poesía y música - Luis Vidales



 

Por Henry Alexander Gómez

Pienso que el mundo aún no entiende o no se ha dado cuenta de la importancia del libro Suenan timbres de Luis Vidales (Calarcá, 1904 - 1990). Publicado en 1926, es un extraño paréntesis en la poesía latinoamericana. Su contemporaneidad es insuperable, cada poema parece ser escrito ayer, cada palabra supone una atemporalidad, a pesar de que han pasado más de noventa años desde su aparición.

Cualquiera podrá ver las correspondencias entre la obra, por ejemplo, de Charles Simic, el de El mundo no se acaba, con la de Luis Vidales, el juego con el absurdo, los fantasmas ocultos de lo cotidiano, sólo que este último escribió el libro en Bogotá, en la década de los años veinte.

Recordamos dos poemas de Suenan timbres para la sección “Alto voltaje: poesía y música”. Siempre que leo “Música de mañana” veo el vaticinio de lo que años después sería el rock and roll y todas sus manifestaciones: “Vendrán grandes "virtuosos" de la máquina de escribir. / Serán gentes de largas melenas y de ojos melancólicos”.

 

 

 

LA MÚSICA

En el rincón
oscuro del café
la orquesta
es un extraño surtidor.
La música se riega
sobre las cabelleras.
Pasa largamente
por la nuca
de los borrachos dormidos.
Recorre las aristas de los cuadros
ambula por las patas
de los asientos
y de las mesas
y gesticulante
y quebrada
va pasando a rachas
por el aire turbio.
En mi plato
sube por el pastel desamparado
y lo recorre
como lo recorrería
una mosca.
Intonsamente
da vueltas en un botón
de mi dorsey.
Luego desbordada
se expande en el ambiente.
Entonces todo es más amplio
y como sin orillas…

Por fin
desciende la marea
y quedan
cada vez más lejanas
más lejanas
unas islas de temblor
en el aire.

 

 

 

MÚSICA DE MAÑANA

La máquina de escribir es un pequeño piano de teclas redondas.
Vendrán grandes "virtuosos" de la máquina de escribir.
Serán gentes de largas melenas y de ojos melancólicos.
En las noches de luna. Sonatas. Y nocturnos. Y gigas. Vibrarán las máquinas de escribir.
Y su ritmo -bajo las estrellas- nos llenará el alma de deseos y de recuerdos.

 

 



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