Revista Latinoemerica de Poesía

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Relicario de un cerdo muerto - A partir de El marrano de Nicolás Peña



Relicario de un cerdo muerto

A partir de El marrano de Nicolás Peña

 

Era tan insustancial,

de alas imperceptibles a la vista,

que dejó, muerto en la hoja, un rastro

igual a casi nada

Pero era un rastro

con un resto de magia, un pretexto

de poema.

—Ana Luísa Amaral.

 

Vencido... con la poca dignidad de un puerco muerto. Desangrado en garabatos inacabables, extendido a la sombra de la yerba. Mi cuerpo carne, mi cuerpo letra. Arrastrado hasta aquí, desplegado con torpeza sobre el bagazo. Yo, menos que sangre y vísceras, cadáver y composta. Oculto apenas en las fauces de la clavícula, en la anécdota banal, en unas páginas cóncavas. Ornamentos de gusano, torres de silencio. Crucificado en matorrales, la canción de mi defunción ondea notas ocres, letras de despecho, de amor infinito, de celebración por la muerte, por lo que acaba y por lo acabado. 

Es quizá el momento de mi partida, sucumbiré al arrastre del jardín y la boñiga. Sin clamores. Mis siete partes desparramadas, lanzadas junto a una cáscara de limón: más allá de la cerca y los potreros hasta los cordones del mar. Es quizá el día de mi partida; muerte sucia en el piedemonte, entre las fiebres del estómago y la absoluta normalidad, muerto como miles de cerdos en este día del año. Es quizá el día de mi partida, oigo por sobre el agua la voz agria de Pastor López: otro año que pasa y yo tan lejos... Todo a este ritmo, al de mis entrañas rebozadas de arroz y sangre, ungido en mi propia grasa y cueros oyendo a Pastor López para que las letras manen de mí como un ungüento febril y costoso, para que yo sea la piel erizada de la palabra cuando tiene memoria: identidad escupida sobre todos nosotros. 

Yuyu, Yuyu, no te vas a salvar.

Pero antes, antes de la partida vino la palabra. Levantó mis restos, a medias, con una vara de almendro; quería remover de mis costillas huecas la imagen: imagen de cerdo muerto, de podredumbre, de moho y carroña. De pronto las piedras en que reposaba mi lomo digerido se derritieron, también los árboles antiquísimos y el sol ancestral... de mí, de lo que se intuía que quedaba de mí, brotaron larvas con frases ilegibles, en lengua novedosa y pujante... Imagen de lo inacabado, imagen de marrano en agonía. A la palabra no pareció importarle eso tan mundano que es ver a un no-cuerpo a punto de expirar ni las cosas bellas y loables morir lejos de un poema. 

Antes, antes de la palabra fue el filo tibio de un destornillador, entrando feroz, triste y pulverizante por debajo de mi mandíbula. No quise llorar, pero en mí se quebró un dique inundado de apetito, sueños, llanto, empatía, ritual y culpa de lector. Luego los cuchillos cíclicamente como quien ruega por un beso. Mi vida lejana lamiendo los cuchillos. Cíclica la muerte, en repetición como un disco bueno, un mantra propio, el foco de los versos. 

que me bese

que me bese

Luego la palabra, sensorial, abrió mi vientre como una cremallera cuando el sexo aprieta. La palabra sensible, la palabra sentida como una puñalada en la aorta o un corte imperfecto en las ancas de un marrano. Supe que la única posibilidad de la lengua es la violencia. 

Luego de la palabra es el poema. Lo que pido es un poema líquido que se diluya entre las rendijas de la parrilla y se filtre por los incisivos perrunos. Un poema inaparente, oculto en la palabra... Un poema cercano y legible a la luz de cualquier pregunta, de cualquier año.  

Es el momento de mi partida. A sol de mediodía, con una familia a lo lejos y lo que queda de mí y del año cubierto entre el hollín y la tierra que bufan los chevrolet al partir. Es el momento de mi partida, mutado en palabras, con lo que creí que fui esparcido entre el ron y los meados, enquistado en la memoria de aquel que me escribe y deja que me desangre en muchas palabras inexistentes. Mi vida ahora solo en las palabras; cuelgo de un relicario que ahoga el amor inoportuno, la caricia maternal y la mano de algún poeta en la ciudad. Es 6 de enero. 

En ese beso que no había sido y que probablemente nunca iba a ser.

Quien me escribe, un carnicero preciso con los brazos musculados en oraciones; desterrado y forastero: no contaría su educación ni su don material y contemporáneo, tampoco enunciaría algún que otro título de su autoría. No me atrevería a mencionar su edad, ni la ocupación que lo alimenta cuando la paga ya existe. Quiero decir, tampoco hablaría de su mano aguda, ni de su recorrido al servicio de las páginas. Sepan, por ahora, que Nicolás tuvo la valentía de escribir de este cerdo muerto que ahora se despide. 

Omar Peñaranda

Un verso sentado en un pueblo que anochece. Algún día gané, hoy solo espero. 

 

 

Nicolas Peña Posada

(Bogotá, 1991) Literato y Maestro en Arte de la Universidad de los Andes. Magister en Creación Literaria de la Universidad Central. Actualmente es docente universitario en la Fundación Universitaria Konrad Lorenz donde además dirige la revista Suma Cultural. Ha publicado los libros: Mi madre es la única que lee mis poemas, Cocinar no es para todos los poetas y su tesis de maestría titulada: La abuela nunca llora cuando corta las cebollas. Sus poemas han aparecido en la Antología de poesía joven de Bogotá: Pecados capitales, libro editado por ediciones Exilio, y en diferentes revistas nacionales e internacionales, entre ellas: Raíz invertida, La otra (México), Sombralarga, Otro páramo, etc. Es coeditor y cofundador de Ruido ediciones. Su libro Los desiertos del hambre obtuvo mención de honor en el Concurso de Poesía Tomás Vargas Osorio. Tardes de domingo es su cuarto poemario. 

Omar Peñaranda 

(Bogotá, 2001) Estudiante del pregrado en Creación literaria de la Universidad Central. Editor en el Makerspace editorial y Macedonio editores. Ha estado a cargo de proyectos como Poemas poetas rechazados para el número 84 de la revista Hojas Universitarias y Novena poética para el bloqueo lector y escritor. Participó en el equipo editorial junto al Goethe-institut y el Makerspace en el proyecto Cuando rugen las montañas, resuenan mis grietas. Ha dictado talleres de edición comunitaria en FILBO y ha participado en congresos y ponencias de poesía en Colombia. Actualmente se encuentra trabajando en su poemario Autorretratos para optar al título de Creación literaria. 



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