Revista Latinoemerica de Poesía

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José Luis Díaz-Granados



 

Publicamos una selección del maestro y poeta José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, Colombia, 1946) quien siempre nos recuerda la naturalidad de la palabra y el poema que anuda el mundo desde la vida misma.

 

 

 

QUISIERA

Quisiera que de pronto
un pájaro surgiera de esta hoja
como un súbito incendio
o una estrella de fuego
en la mañana,
que sobre la hoja rota,
sobre el blancor quemado,
aleteara una danza
o picoteara un sueño,
así, de pronto,
sin palabras,
como la hoja antes de su vuelo.

 

 

 

POEMA CERO

Hay hombres que cazan lagartijas con una mano podrida.
Hay hombres que beben miel en el mar para calmar la sed.
Hay quienes se ocultan en la transparencia para defecar.
Hay hombres que duermen en el fango para ver crecer los helechos.
Hay quienes no salen de su casa para poder viajar.
Hay hombres que no aman por temor a naufragar en alma ajena.
Hay hombres sin patria que padecen la despierta pesadilla de la suya.
Y hay quienes cantan en silencio desde el escondite de su tedio.

 

 

 

ESPÍA

Hay alguien espiando por el cerrojo de mi puerta,
detrás de la ventana, sobre el techo,
bajo las tablas de mi alcoba hay alguien que me
espía,
que devora mis lápices pero también mis sueños,
alguien espiando muerde mi desdicha.
Hace tiempo siento esa presencia
y me he ido acostumbrando a su pesada sombra.
Me acompaña a la mesa, me prepara los tintos,
bebe a mi lado, duerme, se desvela
porque conoce todos mis secretos.
El que me espía escribe este poema.

 

 

 


PELDAÑOS

Me veo vivir
subiendo una escalera.
En un peldaño hay una espada,
en el siguiente un aguijón,
en el ulterior un gato
y luego veo una cerradura.
¿En qué peldaño saldrá el sol?

 

 

 


EL RAPTO DE MIS SUEÑOS

¿Dónde estoy? Yo despierto
y no encuentro mis cosas.
¿He perdido las llaves
que me inducen al vuelo?
No me encuentro en mis libros
ni veo mi propio espejo
ni la dolida mesa
de los papeles ciegos,
ni las voces de siempre
ni mis zumos terrestres.
No me palpo a mí mismo,
pero tampoco he muerto.
No encuentro mis fantasmas
ni veo mi geografía.
Solo capturo ahora
avenidas inéditas
y una calle sin rumbo
por donde yo me pierdo
sin mis ángeles vivos.
Yo despierto y me duele
el rapto de mis sueños

 

 

 


EN UN BAR FRENTE A LA MAR OCEÁNO

A Javier Bozalongo

Una vez, hace cuarenta y cinco años,
me refugié en un café mientras llovía.
Dos hombres jóvenes hablaban de literatura,
Disertaban de temas y de autores
Sobre los que sólo yo pensaba que tenía dominio.
Me acerqué sin pudor y discutí con ellos.
Me recibieron con simpatía, me invitaron
A un café; al rato, todo había concluido.
Me ocurrió muchas veces, en Bogotá,
En La Habana, en Gera, en Leningrado
---donde veía a una muchacha rubia leer en el Metro
O a un joven escribiendo en un café
O a un anciano tranquilo leyendo Moby Dick---.
Algo anotaba yo, me sumergía en sus mundos,
Imprudente, sin pedirles permiso,
Manifestaba algo haciéndome notar,
Como queriendo decirles a todos:
Yo conozco los temas de su interés preciso,
Yo leo, también escribo, por favor,
Dénme paso para seguir avanti,
Yo también he afinado mi flecha
Y he apuntado hacia un blanco
Al que siempre he acertado a equivocarme.
Pero aquí estoy ahora, frente al mar de Almuñécar,
Contemplando su bahía
---tan parecida a la de Santa Marta---,
En un bar donde un hombre joven de barba incipiente
Le lee a su bella novia un párrafo de MacBeth,
Y les digo en silencio: acepten un minuto
De interrupción, pero es que necesito
Que sepan que yo existo, que hago parte del orbe,
Que también he inscrito las huellas de mi alma
En palabras que a lo mejor leerían
Y algo les podría encantar o hechizar o cautivar.
Sí, por favor, no me espanten tan pronto,
No soy Melville, ni Shakespeare, ni Neruda,
Pero algo he soñado para que ustedes sueñen
Y sé que alguna línea mía derrotará la muerte.

 

 

 

 

XXV

Hice dos casas.
Una era un volcán lleno de uvas.
La otra era una barca con relámpagos.
En el día habitaba la casa de volcanes.
En la noche dormía sobre aguas de luz.
Siempre feliz,
                     soñaba.
Cuando volvía a la fábula
me embriagaba,
                     bebía mi quemadura.

 

 

 

 

“LAS PALABRAS”

El niño Sartre me enseñó su parábola
Una noche, a través de millares
De piedrecitas plateadas.

No cabía en mi cuerpo de diecisiete años
Tanto júbilo claro y oscuro y culminante.

Cada palabra de Las palabras era una piedra
De plata, pero también una gota de lluvia,
Una brasa en la nieve y una uva.

Al amanecer, estaba embriagado de campanas.

 

 

 

 


ADIÓS A MI INFANCIA

A Enrique Melgarejo Rojas

Se está fugando mi infancia
por las calles de mi barrio.
Se va ese sitio preciso
donde está anclada mi casa.
Casa, tejado, ventanas,
puerta, alcoba, patio. Nada
quedó de esa fiesta en nieblas
que ahora vuela en mi recuerdo.
Nada quedó o talvez sí:
por ahí deben estar
mis palabras invisibles
en los cuartos amarillos,
y los secretos deseos
de imprevisibles fragancias.
Se está fugando mi infancia
por las calles de Palermo,
por las paredillas húmedas
e insondables de Colombia,
por mariposas intactas,
por soles y lunas sordas.

 

 

 


¿QUÉ SOMOS? ¿QUÉ PERDIMOS? ¿QUÉ CALLAMOS?

¿Qué somos? ¿Qué perdimos? ¿Qué callamos?
Sobre el hueco del oro que se fue,
sobre el constante fluir de los ríos rojos,
sobre el espanto de esperar la noche sin abrigo,
aún estamos aquí esquivando las serpientes
de la sinrazón que hacen del sol la noche,
mientras sigo las huellas de zozobra
de este loco corazón que no encuentra su sitio.
Despertamos de pronto entre las ruinas
de los siglos que otros inventaron
para someter las sonrisas y los vanos designios
a la voluntad de los dueños de la carne
y del hueso, abominables zorros,
y hasta de la palabra. ¡Qué extravío!
Y crecimos andando por caminos porfiados
de anécdotas perversas, mientras los amos
de la historia se guardaban la tierra
en su historieta, bajo los tétricos hábitos
de los administradores de fantasmagorías.
Y así fuimos andando, mirando todo con la ceguera
de nuestra luz intacta, cómo por siglos
sobre la sangre fresca, dioses inalcanzables
han retorcido el sueño de los justos
y han alejado el oro de la verdad y el grito.
El germen de la muerte ríe en los falsos dioses
que embozaron nuestra íntima música secreta.

 

 

 

 

VOY CAMINANDO

1
Voy caminando. El camino
bebe el viento de la noche.
La noche, ardiente, rebelde,
sueña ser día o ser agua.

2
En el país del odio
el amor es pecado.
Hay que amigrañar las ansias.

3
El cóndor
huye de sus alas.
Se esconde
en el eco de su vuelo.

4
Atardecer.
Sangre en las hondonadas.
Ríos sedientos de ecos.
Follaje con relámpagos.

5
Amanecer.
Muerte.
Noticias de la muerte.
Muertos.
Sol que huele a jazmines.
Sol que duele.

6
Ha aparecido el día,
por fin.
Pero sigue la noche.
Son solo fábulas
Son sólo fábulas
escondidas en el sueño:
vividas un instante,
allí instaladas,
trasmañanadas,
desmenuzadas
por el viento.

 

 

 

 

ALBA

Para mi loca vida, al mediodía
un día más día que todos el sol regó la lluvia
y el alba al mediodía aún era alba,
más sutil que un minuto transparente
y más minuto que un océano eterno.

Cisterna pura donde cabe mi ser entero,
mar de rocío que me acaricia incesante,
patria perenne de mi corazón,
jaula donde descansa para siempre mi alma.

Alba-luz, Alba-sol, Alba-marina,
Alba-día, Alba-siempre, Alba-del-alma,
Alba hoy, Alba-azul, Alba-de-julio,
Alba-amor, Alba-esposa, Alba-dormida,
Alba-verso, Alba-única, Alba-mía.

Navío, vasija, cueva, balandra de mis sueños,
gaveta donde guardo todos mis pensamientos,
cofre donde se esconde mi sonrisa,
donde moran mis ansias y mis recuerdos.

Alba, norte presente, norte eterno,
carne mía, mi sombra, mi gemela,
mi compañera loca, mi pulsera,
mi mágico aposento, mi pequeño castillo,
donde habita el amor definitivo.

 

 

 

 

José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, Colombia, 1946). Poeta, novelista y periodista cultural. Ha publicado ocho libros de poesía, los cuales se hallan reunidos en: El laberinto (1968-1984) y La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003)Además, es autor de las novelas Las puertas del infierno (1985)finalista del Premio Rómulo Gallegos en 1987; El muro y las palabras (1994), El esplendor del silencio (1997), Ómphalos (2003), La noche anterior al otoño (2005), Los años extraviados (2006), Cita de amor al mediodía (2010) y Fulgor de la Calle Grande (2012)También ha publicado Las mil caras de la URSS, El otro Pablo Neruda, La Habana soñada y vivida y varios libros para niños. Ha obtenido importantes galardones como el Premio de Poesía “Carabela” (Barcelona, España, 1968) o el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (1990).



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