TESTIMONIO DIEZ - La hermandad
Expulsado de su propio país por "actividades sediciosas" (palabras del presidente José María Lemus), el poeta salvadoreño Roque Dalton promulgó siempre la necesaria libertad de todo el pueblo latinoamericano a la tiranía de sus dirigentes.
Cuba le extendió sus brazos y logró entre sus playas desarrollar una carrera literaria sin mayores contratiempos. Sin embargo, su espíritu turbulento lo llevó de nuevo a su país, donde su vida pendía de un hilo.
Acusado de maoísta, cheguevarista y traidor de su patria por escribir "poemas volcánicos", fue ejecutado en el sector de El Playón, donde fue devorado a la intemperie por animales salvajes.
Su muerte es aún la esperanza de hermanarnos y, por eso recordamos hoy su Poema de amor.
POEMA DE AMOR
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño"),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.
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El cuadro pictórico que acompaña este texto pertenece a la serie "Elevación", del artista salvadoreño Alfredo Linares.