Revista Latinoemerica de Poesía

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El tiempo y sus clausuras: La orografía de la nostalgia en la poesía de Marisa Martínez Pérsico



 

Clara Andrade Alonso

(Mg. Universidad Complutense de Madrid)

 

 

 

La palabra nostalgia está compuesta por dos voces griegas: νόστος (nóstos), que significa regreso al hogar, y ἄλγος (algos del que deriva el sufijo español -algía), que alude a un sentimiento de dolor o tristeza (Boym, S. 2001: 13). Este neologismo fue acuñado en 1688 por el doctor suizo Johannes Hofer al observar un intenso sentimiento de anhelo por el hogar en los soldados suizos que habían tenido que irse a luchar al extranjero. Una vez nombrada la enfermedad, Hofer se volcó en hallar una cura para esos soldados afectados y concluyó que la más efectiva era el regreso al hogar. Sin embargo, este remedio se fue mostrando gradualmente poco eficiente al no dar los enfermos signos de mejora. Esto se debía a que el retorno instalaba al sujeto en el espacio añorado a la vez que lo privaba del tiempo perdido y, como consecuencia, la nostalgia perseveraba (Hutcheon, L. 1998: 19).

La persistencia del melancólico malestar llevó a que gradualmente la aflicción se diese por incurable. Como consecuencia, los médicos, resignados, fueron abandonando su estudio y tratamiento, provocando que, de forma paulatina, la nostalgia dejase de ser una enfermedad para convertirse en un sentimiento más. Kevis Goodman incluso llega a proponer que la desaparición de la nostalgia del ámbito de lo patológico coincidió con su auge en el terreno de la literatura, especialmente durante el Romanticismo, que pasó a ser “su nueva casa” (Goodman, K. 2008: 197). Una de las características del denominado mal de siglo, que preside el siglo XIX, es una exacerbación general de la nostalgia que se transformó en una epidemia que se propagaba sin control por los corazones.

En su ensayo, El futuro de la nostalgia, Svetlana Boym distingue entre dos tipos diferentes de la misma. En primer lugar, define la restauradora, cuya finalidad última sería el regreso físico o la reconstrucción del hogar, poniendo énfasis, por tanto, en el nóstos. El otro tipo sería la reflexiva que se centraría en la álgis, dolor, pena o aflicción es decir, no busca trascender una añoranza meramente meditativa. Por tanto, su regreso es simbólico porque se produce a través del recuerdo (Boym, S. 2001: 73). Este último tipo es el que encontramos con frecuencia en la poesía de Marisa Martínez Pérsico que, a menudo, no se limita únicamente a dar curso a este sentimiento sino que también desentraña sus mecanismos. Michael Hviid Jacobsen afirma que esta es una característica de la posmodernidad: “So nostalgia is not a new thing – but what is new is our interest in trying to understand what nostalgia is” (Jacobsen, H.M. 2020: 6).

La poeta argentina Marisa Martínez Pérsico ha publicado numerosos libros de poesía pero este trabajo abordará poemas pertenecientes solo a tres de ellos: El cielo entre paréntesis (2017), Finlandia (2020) y Principios y continuaciones (2021). En los tres se da una comprensión profunda de la nostalgia, entendiendo que es una emoción compleja que no se limita únicamente a añorar aquello que se ha perdido en el pasado sino que también se proyecta sobre las categorías temporales del presente y del futuro. Por otra parte, la consideración que este sentimiento adopta en su poesía también es variada. Muchos de sus poemas lo abordan desde la neutralidad sin incurrir en ningún tipo de valoración. Este es el caso de “Tutorial de peinado”, “Cuadro de cielo con siluetas” y “Paradojas del libre albedrío”. Sin embargo, otras de sus composiciones se dedican a advertir sobre los peligros que entraña como ocurre con “Pena capital” y “La mirada de Orfeo”. Por último, un conjunto de poemas se encarga de poner de manifiesto los aspectos positivos de la nostalgia y el papel indispensable que desempeña en la conformación emocional e identitaria de las personas. Este último aspecto se analizará a través de los poemas “Amor eterno”, “Inclinación a las interrupciones” y “Autoerotismo de los moluscos”.

En este primer conjunto de poemas que constatan la nostalgia como experiencia pero no se interesan en juzgarla, se incluye “Tutorial de peinado” perteneciente a Principios y continuaciones. Sus versos abordan lo que se podría llamar la nostalgia del presente, es decir, de lo que está todavía ocurriendo, de aquello que aún no les ha sido arrebatado a quienes lo están experimentando. El poema concibe una escena cotidiana en la que una madre peina a su hija en el baño. Mientras lleva a cabo esta acción, la voz poética comienza a anticipar un futuro en el que la hija lo hará sola. La ruptura de ese rito del peinado está en función de toda una etapa que se clausura, la de la infancia. Esta conciencia de la fugacidad del tiempo hace que el momento presente se metabolice como pérdida o, por decirlo de otro modo, la anticipación de la pérdida del presente hace que este se convierta en pasado por unos instantes.

Esta percepción de la fugacidad también se proyecta sobre la casa, que la hija acabará por abandonar, así como sobre los objetos que la habitan. Por ello, el poema termina refiriéndose al futuro diciendo: “No verán ese reino/ Los peines de esta casa.” (Principios y continuaciones 22). Este aspecto incide en la ambivalencia de los momentos, que se convierten en una extraña amalgama entre hecho y pensamiento, entre lo que se vive y lo que se proyecta sobre ellos desde dentro. La convivencia entre ambos factores es lo que explica que esta escena entre madre e hija esté cargada de ternura y de tristeza, de plenitud y melancolía a un mismo tiempo, porque en la vivencia del acto ya está implícito su fin.

En otro de sus poemas titulado “Cuadro de cielo con siluetas”, perteneciente al mismo libro que el anterior, aborda la nostalgia de lo que pudiendo haber sido nunca fue, quedando así el futuro malogrado y planeando sobre él esa ave oxidada. Esta fabulación se convierte, como afirma uno de los versos, en “una escena tan real como un recuerdo”. Esto resulta interesante porque demuestra que la nostalgia no solo se aplica sobre aquello que ha ocurrido sino también sobre lo que no ha tenido lugar. De esta forma, en este poema se imagina una escena amorosa que no se ha producido y cuya posibilidad de hacerse realidad se ha malogrado. Por eso: “Qué lúcida, a veces, la nostalgia/ De lo que nunca hemos sido/ Y que tampoco será” (Principios y continuaciones 36).

Esta añoranza de lo no vivido puede darse de dos formas. En primer lugar, como parece ocurrir en este poema, se puede aplicar a alguien real. Sin embargo, también puede ser más abstracta, pudiéndose experimentar sin estar ligada a una persona específica o situación concreta como expone el poema “Paradojas del libre albedrío”; en concreto, porque la nostalgia referida en sus versos está estrechamente vinculada a la capacidad de elección que inevitablemente, al escoger, excluye. El deseo es múltiple pero la elección es unívoca. El ser humano es expansivo en su anhelo pero se ve obligado a la austeridad en la posesión. La posibilidad no elegida siempre puede esconder en potencia aquello que buscamos.

 

¿Cuál es el origen de esta nostalgia de lo no vivido? Sylvia Plath responde certeramente esta pregunta:

 

I can never read all the books I want; I can never be all the people I want and live all the lives I want. I can never train myself in all the skills I want. And why do I want? I want to live and feel all the shades, tones and variations of mental and physical experience possible in my life. And I am horribly limited (Plath citada en Rubio Marín, I. 2015: 16).

 

El fragmento de Plath comparte con “Paradojas del libre albedrío” la constatación de las posibilidades malogradas que inevitablemente deja atrás toda elección. Sin embargo, mientras que el poema de Martínez Pérsico se limita a aceptar serenamente la pérdida de estos “milagros escondidos” (El cielo entre paréntesis 35), el fragmento de Plath adopta una posición menos conciliadora, hablando desde una suerte de nostalgia del absoluto que responde al deseo de integrar todas esas posibilidades que la elección descarta. A pesar de ello, dar cumplimiento al anhelo de la poeta norteamericana no acabaría con la insaciable nostalgia, pues aun pudiendo experimentar todas las posibles vidas que podrían ser nuestras, ninguna lo sería, en realidad, ya que habríamos perdido la libertad de elegir, encontrando en esto un nuevo motivo por el que sentir nostalgia.

No obstante, como se ha señalado con anterioridad, no todos los poemas de Marisa Martínez Pérsico tienen este tono descriptivo que no entra en juicios de ningún tipo. Por ejemplo, el breve pero elocuente “Pena capital” da, a modo de aforismo, una visión claramente negativa de este sentimiento: “Te librarás de la presencia/ pero no/ de la nostalgia” (El cielo entre paréntesis 72). En efecto, como Prometeo, la persona queda encadenada al inmovilismo de un recuerdo, siendo devorada por la añoranza una y otra vez. Este carácter negativo de la misma también se aborda en otro poema de Pérsico, “La mirada de Orfeo”, incluido en El cielo entre paréntesis, que dialoga con el mito grecolatino de este personaje, que viola la única condición que se le da para poder rescatar a Eurídice del Hades y devolverla a la vida: no mirar atrás. Justo al final del trayecto, cuando están a punto de salir, no puede evitar volver la cabeza para asegurarse de que su amada lo sigue, haciendo que esta se desvanezca inevitablemente.

 

Cabe mencionar que hay un aspecto del mito clásico que cambia en el poema. En este caso, es Eurídice la que intenta rescatar a Orfeo del Hades en que ha convertido el pasado y no viceversa: “Imploré que dejarás de espiar a tus espaldas”. A pesar de ello, los dos Orfeos sufren el mismo trágico desenlace, en palabras del de Martínez Pérsico: “Eurídice:/ de tanto escudriñar paisajes en cenizas/ hemos sido expulsados del presente/ Hundimos cuanto amábamos a bordo:/ provisiones, vituallas, un hijo, otro futuro” (El cielo entre paréntesis 46). A diferencia del famoso verso de Rilke, en el que describe al animal como una criatura que siempre mira a lo abierto (Rilke, R.M. 2002: 155), la mirada del ser humano es prisionera de demasiadas cosas, como ocurre con la de Orfeo que ha quedado recluida en el pasado. Por tanto, la consecuencia de esta nostalgia obsesiva es, como demuestra el final de este poema, la expulsión del presente y la pérdida del futuro. Esto queda expresado en la posibilidad malograda de ese amor que, en una paradoja amarga, pasa a formar parte del haber de la misma nostalgia que lo malogró.

El poema anteriormente comentado recuerda, en cierta manera, a El Gran Gatsby, cuyo protagonista también es víctima de una nostalgia que invalida el presente. Solo que a diferencia del Orfeo del poema de la autora argentina, el amor no es una realidad de presente que se pierde por mirar obsesivamente al pasado sino que es una realidad de pasado, deformada por la nostalgia, que se quiere convertir inútilmente en presente. Así, cuando Gatsby revela a Nick su historia con Daisy y su intención por recuperar su amor, su amigo le advierte: “You can’t repeat the past” y Gatsby, incrédulamente contesta: “Can’t repeat the past? (…) Why, of course you can!” (Fitzgerald, F.S. 2016: 177)[1]. Respecto a esta determinación, Linda Hutcheon señala lo siguiente:

 

Nostalgia is less about the past than about the present. It operates through what Mikhail Bakhtin called an historical inversion: the ideal that is not being lived now is projected into the past. It is memorialized as past, crystallized into precious moments selected by memory, but also by forgetting, and by desire’s distortions and reorganizations” (Hutcheon, L.1998: 20)[2].

 

La fina lámina de la nostalgia puesta como papel vegetal sobre el dibujo impreso en la memoria calca un mundo a menudo exento de impurezas, valiéndose de la luz que entra a través de la ventana del presente. Esto es precisamente lo que le ocurre a Gatsby y la consecuencia última es su propia muerte. Por tanto, que sirvan estas historias como aviso a navegantes porque como afirma Boym: “La nostalgia irreflexiva engendra monstruos” (Boym, S. 2001: 16). Cuando se apodera ella únicamente del timón de la nave, el desenlace suele ser el naufragio irrevocable.

 

A continuación, se cederá la palabra a algunos poemas que hablan de la otra cara de la nostalgia: la que resulta imprescindible a la hora de generar sentido y posee un carácter edificante para la persona que la experimenta. “Amarse, cada tanto, en la nostalgia/ como sólo pueden tocarse/ los que no vuelven a verse” afirma la poeta en un poema perteneciente a Finlandia titulado “Amor eterno” (Finlandia 46). En los versos anteriormente citados, la añoranza no se percibiría despectivamente como una forma de aferrarse a las sobras del amor una vez ha concluido sino que descubre nuevas maneras de amar que le son exclusivamente propias. De forma más general, se pone de manifiesto la capacidad de la nostalgia para abrir dimensiones de relación que no son posibles desde la presencia. Proust en Los placeres y los días expresa una idea similar:

 

You won’t manage. You’ll forget me; but if after a year, alas, more perhaps, a sad text, a death, or a rainy evening reminds you of me, you can offer me some altruism! I will never, never be able to see you again…except in my soul, and this would require that we think about each other simultaneously. I’ll think about you forever so that my soul remains open to you endlessly in case you feel like entering it (Proust, M. 2001: 25)[3].

 

Quizás Proust tenga razón y la nostalgia consista simplemente en tener la valentía de dejar el alma abierta para que otra persona pueda entrar en ella.  Esta forma de encontrarse en la memoria la aborda también Pérsico en “Inclinación a las interrupciones”, que se interesa por esa añoranza de lo no ocurrido comentada con anterioridad respecto a “Cuadro de cielo con siluetas” o “Paradojas del libre albedrío”, solo que en este caso la voz poética habla sobre ella desde un posicionamiento apreciativo: “Amo tanto/ las cosas que se pierden/ sin haber alcanzado a florecer” (Principios y continuaciones 60). El capullo que no se llega a abrir pierde su floración pero también la posibilidad de marchitarse, permitiendo así que la nostalgia lo haga florecer eternamente en la memoria. Por tanto, en una suerte de collige, virgo, rosas que no se rinde al tiempo: No cortes las rosas, doncella, hazlas germinar dentro de ti y vivirán siempre, quizás, incluso, en forma de poema.

La memoria tiene el poder de poner a salvo aquello que se pierde en el avance imparable del tiempo, cuestionándolo como absoluto degradativo. Igual que la posesión de una memoria inagotable, como la de Funes el memorioso de Borges, resultaría nociva, también lo sería no tenerla en absoluto porque ella nos vincula a los demás desde un punto de vista personal, social e histórico y su sustracción constituiría una condena al vacío y a la soledad. “The very word is like a bell/ to toll me back from thee to my sole self!” declara Keats en “Ode to a Nightingale” respecto al olvido (Keats, J. 1995: 172)[4]. Así mismo, sin la capacidad de recordar no es posible algo fundamental: la identidad. Souroujon señala en la línea del pensamiento de Locke que “la identidad personal se funda sobre la continuidad de la conciencia, cuya orientación hacia el pasado se da como memoria” (Souroujon, G. 2011: 237).

La memoria es la condición de posibilidad de la nostalgia, pero es la nostalgia la que confiere alma a la memoria y redime al tiempo de su naturaleza perdediza. La nostalgia es la memoria puesta a sentir. Sin embargo, no se debe dar por sentada la presencia de este sentimiento porque eso deja al margen a todas aquellas personas que no tuvieron el privilegio de vivir experiencias que mereciesen ser añoradas. Desafortunadamente, muchas de ellas desearían fervientemente lo que otros, como Keats, tanto temen: el olvido. Luis Cernuda sería uno de ellos, al invocarlo en uno de sus poemas para defenderse de una memoria hiriente, encarnando así lo que se podría denominar nostalgia del olvido (Cernuda, L. 1985: 89). En este sentido, también se hace necesario reivindicar la añoranza como derecho y no como privilegio para que nadie se vea obligado por sus circunstancias a vivir, como afirma Clarice Lispector en una de sus novelas, sin aquello “tan delicado que es lo esencial” (Lispector, C.  2007: 14).

Al contrario de aquellos que han sido injustamente privados de este sentimiento, también están los que renuncian de forma deliberada a él, pagando inmerecidamente con el olvido a aquellos que habrían merecido un lugar en su recuerdo. La poeta colombiana Piedad Bonnett se revela ante esta claudicación y, tras el suicidio de su hijo, escribe “Pido al dolor que persevere” (Bonnett, P. 2017: 53), un poema que recurre a la memoria y al dolor para evitar una segunda muerte simbólica del ser querido y, también, una tercera: la suya propia porque, a menudo, la indiferencia del olvido es indicio de que la persona se ha muerto por dentro, aunque quizás ni ella misma lo sepa. Marisa Martínez Pérsico expresa un compromiso con el recuerdo similar al de Bonnett en su poema “Autoerotismo de los moluscos” y para hacerlo la poeta convierte su memoria en una casa que se mantiene fiel a quien la habita, afirmando con rebeldía: “No hay peligro/ no te irás de mi piel/ por desalojo” (Principios y continuaciones 61).

La añoranza es directamente proporcional a la vivencia: cuanto más ha significado esta para la persona, mayor es la añoranza cuando llega a su fin. En este sentido, la nostalgia es una de las formas que puede adoptar el agradecimiento. Por eso, el poema concluye con la lealtad emocional de esas caracolas que: “van tocando a solas su sonata profunda/ en recuerdo del mar” (Principios y continuaciones 61). Rebatiendo la parábola de San Agustín, lo pequeño sí que puede contener la enormidad, aunque, a menudo, esto no ocurre de la forma que esperaríamos y, así, en la humildad de una caracola, a rebosar de sal y espuma a un mismo tiempo, se puede escuchar latir el corazón de la inmensidad.

La selección de poemas citados en este artículo tiene el objetivo de mostrar la forma compleja y sutil en que la poesía de Marisa Martínez Pérsico aborda la nostalgia, alejándose de las simplificaciones que, a menudo, han empobrecido la comprensión de este sentimiento. Como se ha demostrado anteriormente, una de las maneras en las que la poeta lleva esto a cabo es a través del distanciamiento de la concepción reduccionista que considera que la añoranza siempre atañe a hechos pasados para demostrar que el presente y el futuro también son ámbitos de su influencia. De la misma forma, se ilustra cómo este sentimiento no está limitado al terreno de lo factual sino que también está ligado a la imaginación, llegando a experimentarse con frecuencia por acontecimientos no vividos. Esta visión de la nostalgia se completa con el conjunto de poemas que afrontan tanto su parte positiva como negativa. Estos, por un lado, advierten de los peligros que entraña su exceso. Por otro, expresan gratitud respecto a la capacidad que tiene esta emoción para conservar en el cofre de la memoria aquello que, de otra forma, estaría condenado a desaparecer en el tiempo.

 

 

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[1] “No puedes repetir el pasado”/ “¿No puedes repetir el pasado? (…) ¡Por supuesto que puedes!”

[2] “La nostalgia no se refiere tanto al pasado como al presente. Funciona a través de lo que Mijaíl Bajtín denominó una "inversión histórica": el ideal que no se vive en el momento se proyecta sobre el pasado. Se "memorializa" como pasado, cristalizado en momentos preciosos seleccionados por la memoria, pero también por el olvido y por las distorsiones y reorganizaciones del deseo”.

[3] “No lo conseguirás. Me olvidarás; pero si al cabo de un año, ay, más quizá, un texto triste, una muerte o una tarde lluviosa te recuerdan a mí, ¡podrás ofrecerme algo de altruismo! Nunca, jamás podré volver a verte... salvo en mi alma, y para ello sería necesario que pensemos el uno en el otro simultáneamente. Yo pensaré en ti para siempre, de forma que mi alma permanezca abierta sin término por si en algún momento te apeteciese entrar en ella”.

[4] “Esa palabra cual campana/de ti me aleja hacia mi soledad”

 

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Obra pictórica: Rosson Crow



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