Los tiempos de cinco poetas
Los tiempos de cinco poetas
Selección y notas de Diego Armando Peña
Pintura: “Bordando el manto terrestre” de Remedios Varo (fragmento)
Al mencionar la poesía testimonial, solemos pensar en temas como la política, el amor, la muerte. Sin embargo, también el tiempo y su transcurrir es materia y forma del testimonio de la existencia. A continuación, poemas que, desde diversas perspectivas, nos cuentan los pasos de los relojes.
Jungla blanca
Algo parecido a ir al médico,
a sacar los turnos, pagar las consultas,
someterse a estudios dolorosos, incómodos,
llevarle los resultados a quien corresponda,
esperar horas en la silla de plástico de la sala de espera
con esas luces blancas,
que te miran como galaxias
y esa silla que se te pega a las piernas.
Evitas resbalarte
y tu cuerpo se agita,
tiembla contra esa silla
asquerosa.
Observas cómo entran y salen personas
con caras más o menos fruncidas
más o menos relajadas.
Se te erizan los pelos de los brazos, de la nuca,
agudizas el oído por si se escucha algo,
tus músculos están rígidos
a la espera de que el turno te devore
en la jungla blanca.
Algo parecido a eso debe ser el miedo
a morir.
Rutina
Espeja la fotografía del jardín
su rostro
sorprendido nauseabundo
tan rico que se pudre
tan lleno que hay silencio
el nacer agoniza su piel
¿cuántos años le llevará envejecer de nuevo?
se peina frente al espejo la herida
por un momento
sin ningún mundo en el corazón
suspiré mi vida en un intento
por escupirme de ella
expiré mi historia en cada error
el revés de los árboles
sopla ideas sobre mí
¿de qué otra cosa podría oír el viento?
las baldosas que piso
están cansadas de mis pies callosos
y las puntas de mis pies
de mí
el árbol de pájaro
me canta como si fuera
un color hambriento
y busco reconciliarme
con el deseo que gime penumbra
que acoge pasos usados
Y la muchacha gatea en ellas
suicida el tiempo
atormenta al pájaro
el cosmos
en el espejo
me despierta a la ceremonia que elegí
Abril Bello Gatica refleja en estos poemas una ansiedad por la forma en la que el tiempo transcurre. No obstante, en los dos ocurre de manera distinta, ya que en Jungla blanca el desespero lo da la no llegada de ese momento que se espera y en Rutina es el hecho cíclico lo que angustia a la voz poética.
Antiselfie
Algunas personas se vuelven ángulos
aran oblicuas en un interior de sí
trincheras para cultivar
verde esperanza
que madurará
en monedas
Perdonen mi lenguaje sigloveintero
el copyright se enfría
como una sopa Wharhol
y mientras las portadas de los libros
organizan sus propios desfiles
de temporada
ahora más que nunca
un viaje al rostro abriga mi desaparición
Teresa Avedoy ofrece la crónica de una foto para que sea el instante el que disipe la voz y no la voz la que note el desvanecimiento del momento. En este poema todo se diluye con los segundos: la esperanza se pudre, las palabras de un siglo se desgastan y hasta el arte sufre un enfriamiento que aniquila. Aquí el tiempo sí está, pero para cargar y desalojar.
Paisaje de un soñoliento
En memoria de los guardias campesinos
Aquí
no tengo certeza si una guayaba madura
o picoteada por un ave
cayó sobre mi frente.
La gente menciona que fue una bala
no saben de dónde vino
ni quién buscaría mi nombre.
Aquí
en mis ojos persiste la tarde
y los frutos de los árboles que aún no recogeré.
Con la esponja de alambre se quita fácilmente la mugre de las ollas
Inicialmente se vio un cuchillo
siguió la tabla de picar
luego la olla con pegotes de sopa
al final
la vajilla de porcelana apilada en el platero
Fue suficiente el único intento para que Mamá advirtiera
cuidado rompe un plato
Ante la posible torpeza de los hijos
lavaba después de cada comida
la vajilla heredada de la abuela
¿cuántas generaciones comieron en porcelana?
Nuestro cuerpo entró en saciedad temporal
al escuchar un plato contra el suelo
Encárguese de sus cosas
déjeme la loza a mí
Y paulatinamente
la cerámica reemplazó la porcelana
De cada comida se aprende el primer uso del jabón
borrar la suciedad de nuestro ser insaciable
De cada plato roto
el tedio de heredar
Vivian Rocío Arévalo Bello presenta una temporalidad atrapada, ya no solo por una causa metafísica, también por la violencia con la que se ha llegado a tal condición. La muerte no es un fin, sino un instante encarnado. En el segundo poema no va mejor el asunto, porque aunque fluyen lo días, hay un estancamiento en esa herencia que recibe y se da.
Servilletas
escribir se escribe escribiendo, escribo / se acabaron las servilletas
siempre hay otra / Erato golpea el pandero que suena /
cierra abre la boca / serviles servidas calientes
devoran ¡brrp! sinuoso costado de lira / curva el placer agotado
erguida la sangre de los tenedores / una tras otra se limpia
enterrada la pierna que se levanta / se encoge se gira enseña la estría
que abusa de la jornada / escribo mi piel un erizo / y algodones
por todas partes / trompetas alzadas la fiesta
se inicia arriba las moscas volando / mujeres con niños con
perros que marchan clavados esclavos su cuita / pánicas panes el dios
que se extiende es su feria bajo la mesa / baño ocupado
mi mano en mi bolso escondidas las servilletas / crudo es Orfeo,
hueso la flauta, azules colmillos de crema / lisos los cortos
ahuecan redondos: mi lengua no encuentra la grasa.
escribir se escribe escribiendo, escribo / yugo de lira cosida
este es mi lápiz / su punta cincela: comienza la cacería / si algo se frustra no duden no vuelvan / apetito de las parótidas / se prende mi tórax / rodea mi línea / es triste la caracola / imperio incompleto la patria de tinta se arruga se lanza
y encesta / ¡Erato engulló mi molleja! / miren la boca cómo se arquea / rojos
sus dientes sonando el pandero: traigan más servilletas.
María Mazzocchi deja que la voz poética sea tomada por la musa de la poesía y crezca paso a paso el ritmo y sentido del poema. Nos recuerda a Lesssing, quien plantea que la poesía es tiempo acumulado y, en ese sentido, nos llevan estos versos a preguntarnos si no es la sonoridad misma una expresión cronológica; otra forma del reloj.
Tiempo valle
“el tierno valle que me ofreciste”
Bayley
Como el juego de las estatuas
puede pasar que confundas
la pausa marcada
entre canción
y canción
con el silencio
y pienses
en tu cabeza
después en las manos
reacias a otro cuerpo
que se traba el amor
te acaricia
justo antes de dormir
y esa fría humedad se cuela
por los huesos
en el desayuno
sin tocar sus ojos
ni sus palabras
abarrotadas detrás
de los labios
aplastadas por la lengua
seca
no es la caída del reloj
el impacto de los vidrios
estallados dispersos
es una fricción lenta
que de los cuerpos
expulsa la tensión
y cede
cede como el inicio mudo
de un derrumbe
pero yo
te ofrezco
un tiempo valle
caminar
entre pausas
sin hablar
más que para marcar
el paisaje
Daniela Queimaliños da el respiro a la linealidad, pues deshace la cronología y permite un no-tiempo que augura un desencadenamiento más feroz de los segundos, pero que por el momento solo concentra y suspende el instante para que el espacio marque la pauta y dirija la ocasión.
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Abril Bello Gatica: (La Plata, 1994). Licenciada en Psicología abocada al psicoanálisis. Se encuentra finalizando una Maestría en Escritura Creativa. Actualmente ejerce su profesión y dicta talleres de lectura. Le agrada pensar que su mito fundacional es la hiancia y el lazo entre estas dos artes.
Teresa Avedoy: (Sinaloa, 1979). Ha publicado Los poemas son vegetales en el capitalismo carnívoro (2022) y Antidewey (notas de campo) (2019), entre otros. Es autora del Manifiesto poético|político por la investigación de|en la biblioteca pública (Tragaluz editores, 2021).
Vivian Rocío Arévalo Bello: (Bogotá, 1996). Profesional en creación literaria de la Universidad Central. Fue asistente editorial y de redacción de la revista El Malpensante y en 2021 dirigió el departamento de poesía de Escarabajo Editorial. Algunos de sus poemas aparecen publicados en Antología 20 años de poesía sin fronteras.
María Mazzocchi: (Valparaíso, 1981). Narradora, poeta y traductora chilena. Ha publicado dos novelas y este año salió su primer libro de cuentos que se titula Principio de incerteza por el sello Pez espiral. Tradujo y prologó Resérvame el Vals de Zelda Fitzgerald para Aquelarre Ediciones de México y Mathilda de Mary Shelley para Neón Ediciones de Chile.
Daniela Queimaliños: (Nacida al sur de Buenos Aires, 1986). Poeta, militante feminista y peronista, madre y licenciada en Ciencia política de la UBA con profundización en temáticas de género. Ha publicado en algunas antologías y revistas. También ha realizado talleres de creación literaria y actualmente termina una maestría en Escritura Creativa.