Ahmad Mohsen
Presentamos un conjunto de poemas de Ahmad Mohsen. Poeta, periodista y traductor literario egipcio. Estudió Filología Hispánica en las universidades de El Cairo y de Salamanca. Vive en Colombia donde ha trabajado como profesor universitario de lengua y literatura española, tallerista de traducción literaria y literatura árabe, e intérprete simultáneo. Escribe para revistas literarias en varios países en el mundo árabe y Europa crónicas de viaje, traducciones literarias y artículos de cultura latinoamericana. Publicó en árabe las traducciones de los libros: Siete maneras de decir manzana de Benjamín Prado, La perra, de Pilar Quintana, Los caídos, de Carlos Manuel Álvarez y Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnet. En 2022 publicó su primer poemario en español Libreta del exilio, con Totumo libros.
Vida pequeña
Cada uno en su lugar
con lo que tenga en las manos
No hay tiempo para empacar equipaje
No hay equipaje
El mar arrastra los recuerdos
Los amigos del pasado se escapan entre los dedos
Las palabras desvanecen día tras día
Las ruedas de los automóviles deshabitaron la arena de la playa
La orilla es una reunión de troncos en exilio
que las olas trajeron desde países lejanos
El mar lanza su carga
como un portador de maleta cansado al final de la jornada
Las nubes se alinean mano a mano todas las tardes
Un pedazo de la frente del sol se escapa cada tres días,
se asoma diciéndonos: ¡todavía estoy vivo!
Todo se queda en silencio
Los pájaros no volvieron a la playa a los atardeceres
La última vez vinieron en manadas unas tras otras
Y se tiraron al agua, rendidos
No aprendí el idioma de las olas antes de que cerraran los colegios
Pero el agua me susurra que no importa
Día a día
Juntos... todos reposamos para siempre.
Los exiliados
Los exiliados de la casa,
de todas las casas,
de la familia,
de todas las familias,
de la patria,
que solo hay una,
y el resto, un inmenso exilio.
Los llevados a trabajar (en) el extranjero
sin saber que sería exilio,
ni saber el precio de serlo para siempre.
Los echados de la casa desde niños;
nunca permanecen en casa alguna.
Los exiliados en las cárceles,
en los sótanos de las estaciones del metro,
los exiliados
de los viajes de sus amigos,
de las bodas de sus amores,
de los sueños de su infancia.
Los exiliados de sí mismos.
"No me esperéis, amigos,
no me esperéis,
me he perdido,
y ya no me veréis".
Los que cruzan la frontera
de los países prohibidos,
de los amores no permitidos,
y la frontera de lo que saben de sí mismos.
Los exiliados en sus cuarenta años de diáspora
que nunca acaban.
Los que nacen, y renacen en exilio
son los muertos exiliados.
Los delatan sus voces,
sus cabellos,
su cojera,
su amor,
el pecado original de los exiliados.
Lengua antigua
Leo a mi amiga lo último que escribí
Me equivoco en la declinación
del caso gramatical del adjetivo
—Me declino mal—
Vuelvo a leer;
corrijo un error que no le importa al mundo.
Un diálogo interno del caballero de la triste figura
Nos vamos, viejo.
No nos aceptan en su manicomio.
Nuestras lágrimas no valen
como notas en el curso.
Hemos escrito en el agua, viejo.
Los más bellos poemas de amor,
pero en el agua.
Amamos, todo amamos,
pero no nos hace merecer el pase
nuestro corazón ofrecido a la mesa.
Quedamos por fuera,
en el mundo.
Gramática del camino inédito
Yo hablo en primera persona
He palpado las palabras que digo
Las caminé letra por letra
Me cortaron las piernas
y soñé, caminando, otras
Entre la primera persona gramatical
y la primera persona de la caravana
la única que ve el camino, abriéndose, es la primera
La tercera persona, en la lengua, no abarca a todos,
pero en el camino,
la última persona es la única que ve la senda,
y los caminantes, abriéndose y cerrándose
En el camino,
la primera persona es la única que recibe la bienvenida
La última persona es la única que se despide
La única que lleva el camino a cuestas
La primera, lleva a cuestas todas las miradas
Cuando el camino es circular,
se encuentran la primera y la última persona,
en una sola línea
La primera persona habla al camino
y escucha a los caminantes
La última persona canta a los caminantes
la canción que le escucha al camino,
que le enseña el camino,
la canción del camino
La primera persona es la única que vuelve,
y es ahí cuando todo cambia
La última persona es la única destinada a perderse
La primera persona es el caminante
La última, es el camino
¿Cómo hablan dos caminantes?
Uno tiene que darle la espalda al camino
Siempre hay un caminante a punto de resbalarse,
y un camino, siempre, cayéndose
La cascada, la vida, cayéndose
Un llamado puede salvar al caminante,
un llamado puede matarlo
No llamen al caminante, lo pueden matar
Llámenlo, pueden salvarlo
La firmeza de la única mano levantada
que recuerda el camino
no basta para llenar el vacío en los pechos de los discípulos
No le den la mano al caminante;
su mano, sola, crece
Nadie escucha la melodía
de sus pasos pisando las hojas secas,
salvo el caminante perdido
La primera persona se piensa sin huellas
La última, pintor del camino
La mariposa que soñó el caminante
antes de tener piernas,
es su dulce caminar
La mariposa que persiguió el caminante,
la que terminó en abeja,
soñando,
es la miel que tiene en la boca
muriendo de sed
El inicio del camino, para los pasajeros, es el viaje.
La rama que se cae sola
La rama que se cae del árbol
de repente
sin previo aviso
ni carta de despedida
es un suicida
que sueña con otro mundo
en el que conocerá la vida del bosque
La rama muerta
soñando en la mano del caminante,
viviendo todo lo que no dejaba
la vida inmóvil del árbol.
La rama que nace
separada de su llanto
corriendo por las piedras del monte
Anhela el río,
sueño del regreso
de todas las ramas
La rama
en la que se apoyan
las manos que caminan
se agarra fuerte
tal vez una mano
se la lleve
a conocer su llanto primero
a volver al agua
La mano
que se apoya en el árbol
se agarra fuerte
tal vez
el tronco decida
recuperar una rama perdida
La rama que cortaron
Me detengo
a preguntar al brazo mocho del árbol
¿Cuál es la diferencia
entre la rama cortada y la rama que se cae sola?
¿La rama que decidió caerse
miró la tierra
con el vértigo anterior al abismo?
La rama que cortaron
es un niño
que se llevó una bala perdida
del salón de clase.
Tal vez
en ese preciso momento
estaba escribiendo un poema
cuando el profesor les preguntó
cuál era su sueño.
El sueño de la rama que cortaron,
el poema del niño que no alcanzó a leer,
y el poeta que perdió el mundo
son eternos en un paraíso
sin hachas ciegas.
Me quedo con un puño de agua y pierdo el mar
Para Erika Nayarith
El corazón de mi amiga se ha roto
Puso sus manos en las mías
y me dijo:
—¡Mira mi corazón destrozado!
Tomé sus manos y la llevé al mar.
Recogí un puño de agua,
y le pregunté:
—¿Qué ves?
—El agua yéndose…
Recogí otro puño, y le volví a preguntar:
—¿Y ahora?
—Más agua.
Con un tercer puño, repetí la pregunta:
—¿Ahora?
—Más y más…
Luego puse mi mano izquierda bajo su mano derecha,
y le dije:
—Ahora podemos detener el agua entre nuestras manos,
sin escape.
Pero, ¡mira las olas sin fin!
Me quedo con un puño de agua,
y pierdo el mar.