Revista Latinoemerica de Poesía

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Verónika Reca



Presentamos una selección de poemas de Verónika Reca Morales (Bayamón, Puerto Rico), graduada en fotografía digital y criminología forense. Ha participado en el Congreso Internacional de Sexología (CISPR, 2017). Publicada en las revistas Small Blue Library, Espíritus Chocarreras y Low-Fi Ardentía, y en la antología Pa’ la Posteridad (Ediciones del Flamboyán, 2019). Además, ha participado en lecturas en centros artísticos y bibliotecas del país. El abrazo de los frijoles (Editorial Pulpo, 2021) es su primer libro.

 

* Esta selección de poemas pertenece a El abrazo de los frijoles (Editorial Pulpo, 2021)*

 

 

Miro mis manos

otra vez

su textura

pliegues prematuros en cada punta,

mis dedos,

apolillados de estrategias.

 

Tengo las manos viejas,

arrugadas de agua,

aisladas entre burbujas,

en jabón inodoro, heridas.

 

La rutina

me muestra un despliegue de tazas alardeando de tiempo.

Excesos que sonríen.

 

Mientras parecen multiplicarse los restos de carne en el suelo

del fregado,

reposan,

esperando ser despachados en una bolsa vacía.

 

Busco un aliado,

seis ojos atentos al ruido del que emana mi baile.

Resto uno a uno los cuchillos absueltos de delincuencia

menuda faena esta de ser frente al chorro de agua flaquito.

 

Minutos en los que la vida vuelve a sonreírme.

 

***

 

 

Aproveché el espacio lo más que pude,

acomodé los fantasmas detrás de los espejos,

y de un verso triste me amarré las mangas.

 

Encontré cosas que había perdido, el ojo bizco de una olla,

la cremallera del amoniaco,

una muy demacrada tostonera

en donde adelgacé mi fiebre.

 

Puse en el altar hipos

y rece al adiós ofreciendo

lentejas a los Santos.

 

¿Cuántas veces diré adiós

conservando con las servilletas enlentecidas?

 

Los remedios me han traicionado.

Se me fueron quedando sin cabeza los alfileres.

Me escondí en los saleros.

Usé tocino para la suerte.

 

Las cosas me guardan luto

 

 

 ***

 

Hace un día triste

soleado y húmedo

 

mi ansiedad le habla a la grama en el suelo

la ve de reojo rezagada y sucia.

 

Retrocedo en el sistema y mantengo la respiración.

Descuido un poco mi apariencia para no parecer alegre.

 

Hace un día triste

como esos en donde no se come nada

y las tripas se amarran al sueño.

 

Veo desde mi balcón una vida,

microbios, el viento espeso

despeinando el asilo.

 

Piso con cuidado los recuerdos

y en ellos también estoy triste

como si algo debiera.

 

Aprovecho el silencio que se esmera en la taza

y levanto el café a modo de pleitesía.

 

Quién puede como yo ser tan triste

y no sentirse afortunado.

 

 

 ***

 

No sabría cómo decirlo

sí lo diestro de todo fuese a su vez siniestro,

quién sabe en esta pompa inmensa

que como usted ni yo creemos.

 

Le hablo a la alacena,

tus labios entre las cabezas de ajo,

el perejil quien dispuso en tus ojos la codicia.

 

Reclino mi nariz en el vino nocturno

para sentir mis pasos en la tierra.

 

Busco el conjuro, la alucinante suma de azares,

el lenguaje de las muecas, los sistemas de colapso,

la palabra desde lejos, plantar albahaca.

 

¿Qué es más débil que un dios que husmea?

La inútil piedad que me has tenido.

 

***

 

¿Qué hay más débil que un Dios

que se tiende sobre su lecho?

 

La agonía omite milagros,

pueblan de silencio los hombres.

 

El páramo herido que recurre

al claustro inexplorado aguarda.

 

Los idilios que descorren la noche y los cubre bocas

besando la cuarentena que asecha al celo.

 

Calamidad, entusiasmo: las cosas ya no sirven de

compañía,

nos robaron el tacto.

 

Palmas de plástico aplauden un concierto de carcajadas

siniestras

y el ruido hace vacío al llenarse.

 

El miedo clavado

como cruz en los ceños.

 

Mi juventud, una vergüenza para dios.

es un propósito ciego.

 

Desde mi soledad la comodidad deshumaniza,

mientras es dulce el odio y el amor nos duele.

 

La verdad está desesperada,

somos huérfanos de abrazos.

 

 



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