13. Alexa Legorreta
Nota y selección por Alejandro Cortés González
Desde Monterrey, México, llega una voz que fragmenta en filosos cristales el cielo sobre las guaridas de todos los amantes. Alexa Legorreta grita invitaciones al sueño de infancia con coros de niños ahorcados. La profundidad y contemporaneidad de sus imágenes nos entreabren habitaciones secretas donde el sexo, galope de violenta inocencia, es desolación, miedo y abandono.
Cada verso explota, encubre, revela. Detrás de los escalones de sus palabras, una niña con los tacones rotos y la nariz empolvada canta al permanente exilio del cuerpo. Su ritmo, cuidadosamente mixturado por espasmos breves y alientos prolongados, nos mueve por una dolorosa y placentera inconsciencia, como advirtiendo que los cuerpos, bóvedas nocturnas de mares crecidas, amanecerán cubiertos con sales de un sombrío nacimiento.
CAMINO DE ELECTRA
La cuidad es una espesa mancha de gritos
escurrida entre las piernas.
Mi madre me bautizó con esquirlas benditas
y me regresó al vientre para no verla llorar.
Me prometió un mundo sin escombros
y al mismo tiempo se le llenaron de hipocampos la lengua.
Construyó una casa con sus huesos límpidos
porque carecía de los párpados que alguna vez su padre besó de sueños.
Afuera cayeron burbujas cercenadas bajo los árboles blancos
- la quieta esperanza trasegó en trueno-
no soportó el miedo sin la noche,
el amor pálido de sus manos de témpano,
de sus senos marchitos enterrados en la nieve.
Habitan mariposas en este útero de muertos,
resplandecen sus escamas en la epidermis nebulosa.
Mi madre teje una tierra que no le va a pertenecer a nadie,
ni a sus lágrimas feroces de hambre,
ni a mis hermanos heridos del verbo.
Le pertenecerá al vaho de plomo en las pupilas de los poetas sin vida
que le cortan el cabello con los colmillos del menguante.
Solo así mi madre podrá traerme al mundo
y me pintará un hipocampo en el cielo
cuando abra los ojos en las luces del océano.
GALOPE
De niña soñaba caballos recostados sobre la arena,
dormían cobijados con las olas
sus ojos eran crisantemos de agua negra,
desgranaban el mal que despierta al dormir,
caían al océano púrpura,
se les fracturaba la sombra y el olvido.
El vientre de mi abuela fue coronado de espinas,
y le brotaron rosales de los ojos,
y sus manos finísimas lloraron el hambre de niños
- náufragos -
que se congelan en invierno
retorciéndose frente a las espigas de trigo.
Se reflejó la luna en el agua,
lloraron de golpe las olas,
- atascadas en la garganta -
y se encerraron en la noche,
- inconsciente-
convirtiéndose en caballos contenidos por aire que el corazón no entiende.
Ahí entraron en pánico,
bajo las bocanadas de espasmos que provoca el agua fría
– desconcierto –
embravecida espuma que vierte su risa de humo
en cascadas de sangre
y brota del lomo herido.
El trueno eclipsa unos segundos los pétalos negros de esos ojos,
y le tatúan radiografías de caballos esqueléticos
– fotografías que orlan los últimos besos de mi abuela –
la bendición en la cama
multiplicada por veinte hijos
que mueren cuando su aliento se recuesta en la arena.
MOTEL LOS ÁNGELES
al junio de 2012
I
Corre,
danzan los caracoles en los candelabros
y te ven llorar dormido
y te recojo las lágrimas con la lengua seca.
Guardé la saliva en el borde de tu sexo
- tan niño -
cómplice de aquellos lunares tristes,
- cristalinos -
sobre la piel y las sábanas frías.
Corre
- el tiempo –
la espera en tus ojos de estrellas marítimas,
estrellas que se llenan de balas de oxido
reventándose en el pecho
- las orquídeas –
Dentro de tu piel: el cielo.
Ahogamos los besos en un charco de sangre,
fueron mariposas blancas que volaron disparadas
- el polen –
recuerdo tristísimo de saliva extranjera,
polen de hadas excitadas a media noche,
de coca y alcohol bajo la falda.
II
Me siento en los escalones de este motel con los tacones rotos,
esperándote vestido de pieles que no son mías,
soledad convertida en nostalgia
coro de niños degollados
en esta ciudad tan melancólica como tú y el beso sobre el puente.
Corre,
abre bien las piernas que aterrizo desnuda
- sin voluntad y sin causa –
con el alma mordida,
con las venas furiosas de sirenas que lloran la calle.
Abre bien las piernas
- desenvaina el vértigo –
la profundidad de los surcos,
hagamos como si fuera una sola noche dentro del mar,
donde los peces se enredan las colas para no soltarse del viento,
donde clavan las traiciones en la frente
y el mensaje con letras rojas tenga todas las vocales excluidas.
III
Bajo tus uñas encontré la tierra donde pasé mi infancia:
la más dolorosa fiesta,
amarga luna,
violación de niños que me ataron del árbol de mi casa
y lo cortaron para no verme la cara.
Después arañé tu espalda para no arrojarme al campo de medusas,
y dormí ceñida al calor de tu risa,
la carne de plumas,
el poema de los dientes bajo el mar de la sábana.
Ábrete el corazón
- yerto -
trágame con tus manos
-blando aleteo -
que siembre las lágrimas de mi padre calcinado bajo los escombros.
Cógeme de espaldas,
avienta mi soledad contra la pared
¡Que me duela el mármol la cara vencida!
¡Que me abran las espigas de los párpados!
que las gotas de sangre te sirvan de agua
mientras bramas retorciéndote dentro de mi cuerpo.
Clávame los ojos aún llorosos en la memoria,
salgamos del acuario para tomarnos fotografías en los pasillos,
ponme la falda escurrida de semen arriba de los muslos.
¡Bésame!
mientras las balas se estrellan en mi espalda,
y corre,
corre por la ciudad Melancolía hasta desangrarte.
SEIS NUEVE
Estalló el cielo de la cama:
abrí palpitante mis cuatro labios
y te di a beber el mar.
Naufragaste epiléptico:
el corazón se detuvo
y succioné
lo que quedaba
de tu aliento.
ORAL
Cubro tu cuerpo en pétalos de agua,
peces
rosas
náufragos
en la abertura de tu cielo nocturno.
Paladeo cascadas en las vértebras
dicto tu nombre: esfínter divino.
Abro las alas y llora marzo arándanos.
MAR DE ESQUIRLAS
Te beso coronado de lágrimas de ostras - persigo el silencio invertebrado - callándote las horas y la espera. En el viento arden las erratas del nácar. Tiemblan los témpanos, las olas, los montículos de la inmóvil nube enjaulada.
Te prometo mar: nunca me verás caer de tu cascada negra sobre tus pliegues eternos al sol; no me verás caer en tus ojos de mar mordiendo la tierra.
Lloran los cielos más tristes, abriéndose de escarcha – muertos- abrazándose de fuego. Tu nombre es un disparo que de joven soñaba con ser alquimista, guardado de inmensurable amargura.
Brotaron diez lenguas colgadas entre la calma y el silencio de tus pómulos tristísimos, me envolvió la espuma hasta escurrir coágulos festivos que trasiegan la luz, cayeron lunas negras sobre las tormentas de polvo blanco mientras el centauro renacía del mar, y en su desconcierto se aventó a las piedras para verte llover.
La ciudad cuenta historias de cabezas humanas envueltas en sábanas negras –metálicas - Mar, el asombro se dilata de tu boca, la mañana frente a ti, cabezas de prostitutas y poetas son arrojadas a tu orilla, de repente, el sol con sus colmillos de oro recorre una victoria con banderas rojas, en el amanecer despierta tu nombre, mar, la soledad, mar.
Se arrebatan las horas y sangran las sirenas con sus peces de cristal en las manos. El rugido olvidado, el cielo entre los pies, el ángel que canta en las trincheras, la bala sonriente que se estrella en el ardor del joven poeta, los besos de esquirlas en el mar de la tierra.
EQUINOX
“El viento es un caballo:
óyelo cómo corre
por el mar, por el cielo.
Quiere llevarme…”
Pablo Neruda
Galopan caballos del mar
se enredan sus pezuñas entre corales rojos
el expandir de cuerpos desborda manantiales
-claveles blancos -
infancia huracán sin tiempo
-caos crepitado en la lengua-
Muere mi madre lentamente desnuda - melancólica- penetrada sobre la arena caliza.
Desvanece mis lunares, crecen flores
fractal de esquirlas
suspiro de mártires
Se rasguña el cielo/alfiler azul metálico
llora caracoles
plumas
niños por nacer
aborto niños bajo el agua hasta amputar sus alas de oxido
Mis hijos no nacidos son exiliados del vientre
-tierra sangre melódica-
medusa de fuego piedra blanca
Mis centauros calcinados galopan en la espuma
– pedregal de llanto –
Saturno hambriento placenta ácida
Corto sus colas de cristal con los dientes.
Galopan esqueletos de mis hijos:
Soy madre de diez mil caballos muertos.
ALEXA LEGORRETA
Monterrey, Nuevo León, México, 1990. Licenciada en Arte Teatral de la Facultad de Artes Escénicas en la UANL. Obtuvo el primer lugar en el Primer Concurso de Cuento en el Café Brasil (Monterrey 2011), conMinuto Royale. Becaria del Curso de Creación Literaria 2012 Capítulo: Monterrey, por la FLM y UMM (Monterrey, junio 2012). Ha publicado en diferentes libros y revistas de su país y ha sido fundadora del grupo Voces en verso, colaboradora de la editorial La Regia Cartonera y productora deSublimes Teatro.
Libros de próxima aparición:
Caracoles en la nieve en Proyecto Y (Proyecto seleccionado del FONCA, Margarito Cuéllar).
Cuadros para una exposición: Poesía en Monterrey (1981-2011), (UANL, Monterrey 2012).
Astronave: Muestra antológica de nuevas voces mexicanas, por Gerardo Grande y Manuel J. Jiménez (UNAM y la UANL 2012).