Revista Latinoemerica de Poesía

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Libro de averías



 

ÁLBUM

La muerte tiene una especial predilección
por los álbumes de fotos familiares.
Con sumo cuidado pasa cada una de sus páginas
y solo se detiene para señalar con su dedo
al elegido.

Ahora que lo sabes, considera muy seriamente
la posibilidad de que en este preciso momento
esté meditando acerca de cuál de todos aquellos
que sonríen a la cámara será su próxima
víctima.

 


LOS SOLITARIOS

Parece que nuestras vidas sean un recuerdo
que alguna vez tuvimos en algún lugar
Charles Wright

Los solitarios caminan por sus apartamentos
hasta altas horas de la noche y sus ventanas
son las últimas en apagarse en toda la ciudad.
Allá en lo alto se preguntan por sus vidas,
repasan las infinitas posibilidades perdidas
de ser feliz, reconstruyen el rompecabezas de sus equivocaciones
y con el mayor sigilo y sin hacer el menor ruido
revisan los cajones, miran viejos álbumes de fotografías,
abren varios libros y leen renglones subrayados a lápiz
que ya nada les dicen, dedicatorias que no comprenden,
y hunden sus manos en lo profundo
de los bolsillos de las chaquetas buscando algo
que les dé razón de su extravío. Así suceden sus días
y sus noches comprobando con amargura
que la vida se les perdió de vista en algún lugar
y que hasta ahora nadie da cuenta de su paradero.

Después de su acostumbrada ronda de pesquisas
que no arrojará ningún resultado,
en la soledad de sus cuartos a oscuras
se preguntarán por la vida que alguna vez tuvieron
y seguirán mortificándose por la que quisieron tener.

 

 

LUTO

Muchacha lasciva y enlutada
Gonzalo Rojas

Por qué te atraviesas con tu negrura
destilando en tu luto un aroma
a sacrilegio, ahora que te diriges
a la velación de un pariente lejano
y te veo subir las escaleras de la iglesia
intentando por todos los medios disimular
tu hermosura entre todos los presentes
con unas gafas negras y un abrigo hasta los tobillos,
para no desviar la atención del recién
desaparecido.

La belleza siempre crea una confusión entre los mortales
y es capaz por un instante de alterar el eje de la tierra,
de desviar la dirección de las aves migratorias,
por eso no me extrañaría que alguien,
al final de la ceremonia, cayera en la tentación
de ofrecerte un clavel blanco
que acabara de robar de una de las coronas funerarias.

 

 

CAJAS DE CARTÓN

El ensayo de una despedida
Francisco Brines

En esas cajas de cartón que ves ahora
está reunido parte de tu pasado.
Tardaste varios años en abrirlas
y al hacerlo apareció ese que fuiste
alguna vez, intacto y un tanto borroso
como una oxidada moneda de metal.

En medio de fotografías y cartas,
postales y apuntes ya amarillentos
de las clases de la universidad,
tienes la sensación de ser al mismo tiempo
el difunto y quien lo vela, el juez
y la víctima, el muerto y el asesino
que pasados los años vuelve al lugar del crimen.

Allí está tu ayer. Al poner las cajas una detrás
de otra y cubrirlas con un plástico, te asombra
su parecido con un ataúd y de repente compruebas
en medio del silencio de la noche y con unas tijeras
en la mano, que estás asistiendo a una función privada
de tu futura despedida.

 


LA PESTE EN EL AÑO BISIESTO

Una música a todo volumen se escucha
detrás de la puerta.

Sólo se ve un rayo de luz que se escapa
debajo de la puerta.

No se oyen pasos ni nadie repite las canciones
que retumban en la puerta.

Ninguno de los habitantes del edificio ha podido dormir por el ruido
que sale de la puerta.

Al día siguiente los vecinos tocan el timbre
y golpean varias veces la puerta.

Algunos de ellos señalan los periódicos sin recoger
delante de la puerta.

Todo parece indicar que la muerte se oculta
al otro lado de la puerta.

 

 

LAS FACULTADES DEL HALCÓN

Para Eduardo Chirinos. In memoriam

Aún faltaba un día para que empezara
el encuentro de poetas en Villahermosa,
allá en el sur de México y Eduardo me propuso
que lo acompañara a un zoológico ubicado en los límites
del estado de Tabasco. Caminando entre el aire tibio
y bajo el sol que secaba los pastos amarillos vimos deambular
con natural mansedumbre varios elefantes,
alguna pareja de despistadas jirafas
que nos miraron con total indiferencia,
grupos de nerviosas avestruces y una manada de leones
que parecían como si estuvieran en su descanso laboral.
Contagiado por su extraña alegría que aumentaba
a medida que señalaba las facultades de un halcón,
que descubría a lo lejos un pájaro carpintero, que se detenía
ante un nido de víboras, que recordaba la etimología de la palabra
rinoceronte, que contaba las rayas de las hienas,
nos aventuramos a cruzar un endeble puente colgante
desde donde se veían a la orilla del lago
varios cocodrilos con la boca abierta
y micos que se balanceaban de una rama a otra
y pescados que huían velozmente al detectar
el ruido de nuestros pasos. Así siempre te recordaré,
Eduardo, cuando convertiste esa parte del estado de Tabasco
en una sabana del Chad, en una interminable llanura del Congo,
en una vasta planicie del Camerún, en una extensión
americana de Kenia, feliz de poder nombrar, catalogar
y enumerar cada uno de los animales de la tierra,
como si tu misión fuera la misma de Noé
a la entrada del Arca.

 

 

VANITY FAIR

Para Juan y Constanza

Qué haces esta noche apoyado en la baranda de una terraza
mirando a lo lejos las luces de los barcos, descifrando

las palabras que murmuran las palmeras en el viento,
esforzándote por diferenciar, sin saber muy bien por qué,

el sonido que hacen las olas en la orilla oscura,
entre las que llegan y las que mansamente se retiran,

mientras fumas un cigarrillo solitario a las dos de la mañana
con un gesto ausente, como si fueras la foto fallida

de un director de cine injustamente olvidado
que nunca salió en la portada de una Vanity Fair.

Quizás pienses en lo que te espera cuando terminen
las vacaciones y tengas que enfrentarte a todos los fantasmas

que allá te aguardan, que allá con sus cuchillos afilados
te quieren dar la más cordial de las bienvenidas.

Por eso aprovechas esas últimas horas que te quedan
para disfrutar con tu camisa a cuadros y con el viento en la cara,

allá en las alturas donde te sientes intocable,
esa mínima pero inmensa libertad de estar ausente.

Qué haces a esta hora de la noche
mirando el mar, con cierto ademán suicida en la terraza

deteniéndote en todo lo que sucede en el hotel,
como si filmaras una película que inicia la primera toma

con un lento barrido que va desde los quioscos de la playa
hasta enfocar las luces apagadas de las habitaciones,

pasando por las palmeras que agitan sus manos
abiertas en el aire como suplicándote

que te vayas a dormir de una vez por todas,
antes de que sea demasiado tarde.

Qué haces qué pides qué respuestas buscas desde el piso catorce
mientras la brisa borra la huella de tu cigarrillo como la estela de las olas,

ahora que sabes lo fácil que es desaparecer para siempre
y llevarte a la tumba los secretos de tu obra maestra,

ahora que sabes que nunca aparecerás en una portada
de una Vanity Fair.

 

 

RAMÓN COTE BARAIBAR (Colombia). Poeta y narrador. Ha merecido el Premio Casa de Poesía Americana por su libro "Colección privada" en 2003, entre otro reconocimientos. El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar su obra reunida en el título "Temporal". 



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