Revista Latinoemerica de Poesía

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"Ayer terminará mañana": un libro puente entre lo poético y lo narrativo



 

Por Jenny Bernal

 

La vida puede resumirse en un acto significativo porque la literatura
está libre del tiempo que marchita la piel de las flores y de los humanos

Santiago Sepúlveda Montenegro

 

La discusión entre géneros literarios que dicta si un texto pertenece a la categoría de poema, cuento, novela, ensayo, etc. con el trascurrir de los días pierde protagonismo. Dante y Homero, concibieron un poema universal que luego corrió el riesgo de dirigirse con más fuerza al plano de la prosa narrativa, gracias a algunas traducciones y a la necesidad de llegar a nuevos públicos. Las mixturas del mundo moderno nos permiten encontrar autores como Alessandro Baricco que pidió expresamente a su editor no clasificar Seda como novela, para dejar al lector en sus manos el entretejido de poesía y narrativa, sin etiquetas. En la literatura es frecuente encontrar autores que quizá nunca escribieron un poema, de manera consiente, pero que sin duda plasmaron en sus líneas párrafos enteros de la mejor poesía.

En el marco de la narrativa colombiana contemporánea, es pertinente reconocer libros como Ayer terminará mañana del escritor Santiago José Sepúlveda Montenegro, tesis meritoria de la maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional editado por Escarabajo. El formato promete una novela, pero no es de extrañar que el lector, además, encuentre un poema. El libro está escrito a partir de breves intervenciones de los personajes, que nos llevan del pasado al presente, compartiendo un lugar mítico y destacable de nuestra geografía e historia colombiana: el Peñón de Sutatausa. El autor permite que veamos a Chaicu y Panichota, dos personajes que además como en el poema, también son imágenes y representaciones de algo más en el contexto de la colonización. En contraste, están Víctor, Ana y el autor en el centro de una ciudad actual, que como menciona Sepúlveda parece “un engranaje bajo la lluvia, que sigue funcionando a pesar del óxido al que nos somete el tiempo”. La polifonía al estilo de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, permite unir distintas voces ricas en metáforas y descripciones que perfilan el libro, además, como un universo poético o como diría Bachelard, una ensoñación.

Ana dice: “mi cuerpo es el de una hormiga. Es suave, pero se endurece cuando camino por las calles de la ciudad.” A lo que Chaicu al otro lado del tiempo, de una posible linealidad narrativa y de un lugar que luego los encontrará, responde: “el cielo y la tierra se juntan allá detrás. Esas montañas forman el horizonte. Y la tierra es larga y ancha, más ancha que nuestra vista. Y ahora el horizonte se reduce a este trozo de tierra, este trozo de roca incómoda para dormir, para ser nuestra casa”. De esta manera, fluyen las intervenciones de cada uno de los actores de la narración que, a su vez, habitan un universo literario en el que retan al tiempo y a los diálogos convencionales entre lo poético y lo narrativo, como cuando se devela una de las imágenes más representativas del libro: el río, ese río que parece ser el que enuncia Heráclito. Leer una novela como se lee un poema, también es una manera de cruzar las fronteras entre géneros y abrir la puerta al panorama actual de la literatura colombiana.



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