Ciudades Invisibles, segunda mesa
El Encuentro hispanoamericano de poetas Ciudades Invisibles ya arrancó, evento apoyado por La Raíz Invertida. Este lunes tendremos en la segunda mesa de lectura a Fátima Vélez y Ramón Cote de Colombia; Rolando Kattán y Fabricio Estrada de Honduras, y a Carolina Biscayart de Argentina. Aquí, un poema por autor.
ORACIÓN POR EL FOTÓGRAFO DE LOS PARQUES - Ramón Cote (Col)
Un desprevenido cementerio con las fotos de los errantes cuelga de tu trípode triunfal y funerario. Y ya nada las agita en las tardes de domingo. Desaparecerá tu perfil de las baldosas amarillas y también la sombra alargada de tu árbol milagroso. Abrigado con trajes gruesos, bajo varias franelas, como si estuvieras en desalojo permanente, abandonarás tu sitio ocupado durante años, allí donde tu mano solitaria siempre en lo alto tuvo el poder de la posteridad.
Se avecina una borrasca. Los truenos muerden con rabia los montes. Entonces, te echarás al hombro tu trípode como un herido de guerra y vagarás por las calles apretando tu álbum contra el pecho. Y protegiendo con tu gabardina al halcón moribundo que cierra su ojo privilegiado, te detendrás bajo el alero de un Ministerio inconsolable y voltearás despacio el sombrero, ese sombrero gris de tantos años, en espera de la caída de la primera limosna. Y alumbrado por el último relámpago reinarás para siempre en la inmovilidad.
OVEJAS VERSUS CISNES - Rolando Kattán (Hon)
Las ovejas son en el mundo al revés las nubes que contemplan las estrellas cuando se tienden boca abajo en su oscuro patio. Para nosotros las ovejas son de día, un dios hechizado de mansedumbre y de noche, se convierten en preguntas, en dientes y pendientes que nos muerden las uñas y andan a sus anchas en los patios del insomnio. Contar ovejas es un conjuro contra la tiroides de un demonio. Por eso las mañanas nos animan a sacarle punta a los lápices, a que vuelva la dentadura a la boca y llevar el rebaño de ovejas al manso corral de la rutina. Pero vuelve la noche y las ovejas me miran con sus ojos mansos y redondos y preguntan ¿Por qué veo en tus manos las manos de tu padre muerto? ¿Quién duerme en el espacio vacío de tu cama?
¿Cómo duele un equinoccio en la costilla? ¿Retoñará, alguna vez, un fruto de las palabras que plantaste como un árbol imposible? ¿Por qué sueñas con relojes de arena, si todo se va haciendo polvo?
Hasta que descubrí los cisnes negros y en lugar de las nubes vi el inmenso lago del cielo y cada cisne con su hermoso cuello de pregunta infinita me abrazaba extendiendo las alas. Los cisnes negros son en el mundo al revés, las estrellas que las nubes contemplan cuando se pasean por los lagos. Para nosotros un cisne negro es un manso ángel que no interroga, ni responde: en silencio y junto a ellos, somos nosotros la pregunta y te deja soñar con relojes de polvo, con el polvo que va quedando de tus días.
UN LUGAR PARA LOS HUESOS - Carolina Biscayart (Arg)
No hablo del alma
hablo de la hierba
de la semilla
o de los que sacian su hambre de esas cosas.
No hablo del alma
que ha aprendido
del dolor y de las fiestas
las de mostrar, las de guardar, las de perder
ella seguirá su rumbo
al norte más allá del norte
después de mi existencia.
Quiero que mi carne sea alimento
sea abono
que me cubra la hierba
y que sea más verde
conmigo y con la lluvia
más verde sobre mí
y que las abejas se encarguen
de que mi cielo vegetal
sea suelo en otra parte.
No quiero para mí
un cajón de buena madera
ni fuego que extinga
mi abundante podredumbre
no necesito purificar
nada
con fuego
fue el mío el que pasó
brilló intermitente
quemó cuando fue necesario
e hizo que las cosas de mi casa
estuvieran más limpias.
Sólo quiero un lugar para mis huesos/
donde intuir pisadas
cuando yo ya esté lejos
donde la tierra seca o húmeda
me abrace
donde siempre se escuche
el viento
esa forma invisible
de lo eterno.
SÓTANO - Fátima Vélez (Col)
que quieres quitar de ahí las telarañas
las capas de moho
inténtalo
a ver si no aparece de pronto la olla
con el arroz pegado
los guantes amarillos
que protegen
del jabón quitagrasa que te agrieta la piel
y en el silencio
de quien lava platos y olvida poner música
el poema se tararea solo
como si tuviera pies
y quisiera hacer de ti un salto
es
no cabe duda
ese que dice que se llegó al final de la carrera
y el premio es otra carrera
y si el premio es mugre coagulado en un sifón
y si todo fondo no es más que horas percudidas en la cortina de baño
la sala donde la luz pega directamente en el reflejo de la infancia
donde también el tema es con la luz
los niños
sus deseos
su canto de sirena
que tratan de arrastrarte a la inacción
a no ser otra cosa
que calor atemporal
su belleza
que crece
sobre filo
raíz
que no se ve en ningún espejo
pero sabes
si no la cuidas
no la riegas
no la podas
recuerda
poner papel conciencia en las paredes
quien se ha cortado con papel sabe
lo que guarda en sus bordes el blanco
TODOS MIS MUERTOS EN MAYO - Fabricio Estrada (Hon)
¿y el océano?: bandera de plomo.
No tenía nombre mi padre
pero bien que pudo
aguantar dos horas con un balazo en la nuca;
aguantó lo que duró su rabia
y luego se retiró en sinuosa espuma
con el vértigo que da, cuando lo mirás de cerca,
el reflujo de las olas.
Todos mis muertos en mayo
absoluto mes de sombra y espuma,
de lluvia como plaga transparente
de insectos innumerables.
Me preguntaban su nombre
y no tenía sentido decirlo
más que en las borracheras en el peor de los barcos.
Era mi padre y también todos los muertos.
Abro la cerveza
en el mismo mayo que ahora es océano.
Pocas cosas tienen sentido -pienso-
y no se puede ordenar el tiempo
como un puzzle perdido que amaste tanto
y que luego encontraste
con muchas piezas faltantes.
Todos mis mayos
rebalsan y se retraen como la espuma.
Debió ser una gran imagen
–con cada pieza encajando–
esa de un hombre de cuarenta y dos años
bebiendo al lado de su padre
de treinta y dos