Poema del Viernes # 159
TEXTO PARA ALFREDO
Hablábamos de nuestra eternidad, Alfredo, anoche al despedirnos,
y esta mañana yo iba en un taxi mirando
lotes vacíos y verdes, y en el fondo
las montañas que rodean a Medellín
se combinaban
con la omnipresencia del día
y uno se sentía
al tiempo inmenso y anodino.
Pero en realidad no hablábamos de la eternidad, Alfredo,
como recordarás,
sino que hablábamos del fracaso y los versos que nadie nos celebra,
de cómo hay que mandar
papeles y papeles a la mierda
si uno
no quiere pasar vergüenza en frente de los viejos
que sí saben escribir.
Pero la cuestión, Alfredo, es que la frustración, los lotes verdes,
las montañas y los taxis,
los versos idos a la mierda, y nuestra conversación,
no son ni en un punto (o una coma) diferentes
a la eternidad. Y es por eso
que empecé así este texto (y para hacerlo
desde el comienzo
aparentemente más trascendental).
Tu, que me consideras ya un escritor porque publiqué un libro
y mis poemas te gustaron
me preguntabas sobre la escritura, y yo aproveché
para hablar sobre esas cosas que a nadie más importan
salvo a quienes -como tú y como yo- ya adquirieron ese defecto inapreciable
de convertir la frustración en una disciplina,
y la insatisfacción con el producto de la propia inteligencia
en exigencia íntima.
Los poemas, Alfredo, y discúlpame el tono, son trompos girando
en la mano de Dios,
y no sé muy bien en dónde están los poetas en esta
metáfora infundada.
Pero el caso es que nos gusta su zumbido y su equilibrio,
y en el fondo nos gusta la idea de Dios también,
nos gusta sentir el silencio de su mano sosteniendo
los libros que nunca escribiremos.
O sentir que una conversación nos abrió puertas a la amistad,
a otros destinos, a la música,
sentir
sobre todo
que algo tan humano como anhelar el reconocimiento
de otros, -tan incapaces
como nosotros-,hace parte
del paisaje
que tal vez, al morir, observemos
al dirigirnos
en un taxi hipotético
hacia el misterio
del mundo y de la vida.
JUAN CAMILO LEE