Llevar el aire de Jenny Bernal
Pasar las páginas con los dedos de la autora
Por Mery Yolanda Sánchez
Celebramos Llevar el aire que le mereció a Jenny Bernal el III Premio Tomás Vargas Osorio en su versión 2018, certamen organizado por la Corporación para el Fomento Regional Solaris de Bucaramanga Santander.
Jenny es promotora de lectura, gestora cultural, editora y participa en varios proyectos literarios. Ha preparado y publicado antologías y ha recibido menciones en concursos de cuento y poesía. Como se aprecia, es una autora que trabaja en todos los circuitos de la literatura. Cuando la vi por primera vez se me pareció liviana, ella bajaba los peldaños de una calle empinada y pensé que de un momento a otro podía estirar sus brazos y volar. No hace ruido, cuando leyó en la Peña de Mujeres de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, tuvimos que subir el sonido para que sus versos fueran más lejos de lo que ella quería.
En Llevar el aire encuentro las respuestas que ella tanto se hace cuándo habla de los motivos de escritura en otros y en ella misma. Es que acoge los elementos de la condición humana y los territorios que alcanzan sus vivencias. Profundiza en las grietas del viento, tal vez su propia respiración, para saber de qué forma están hechos los universos individuales de los artistas. Su escritura abre caminos para una larga reflexión.
Durante su viaje construye los poemas como un manual para caminar por el puente quebrado, va despacio y sustenta cada frecuencia de las partículas que toca. Hace silencio tal vez para que sus pasos no la despierten en la casa equivocada. Es su mundo literario el trazo de los días propios y ajenos, y va por el borde para evitar el humo de la muerte. Sabe que de ella no se huye sin antes reconocerse en su impronta.
Jenny va como por un espejo de viento y escribe sobre las razones de la existencia, pulsa de sus semejantes el día y en el suyo termina por quedarse el aliento de una noche que no le pertenece, así su poética recoja soplos de vida.
En sus poemas andan muchos y hasta los ausentes tienen la imagen que los regresa, es sutil, va con cautela y se cuida para alcanzar tierra firme sin ahogarse.
Da la vuelta al espejo hasta convertirlo en el agua de su propia fortaleza. Por eso la danza que ve la siente en sus piernas. Está siempre en situación para construir el silencio desde los costados del ruido y se atreve a sentarse en la brisa para leer la grandiosidad del universo.
Leo a Jenny sin prevenciones, juego a interpretar, soy una voz más que la escucha. Cada lector será otra voz hasta que sean tantas voces que el mundo se cure de la sordera con el peso de las poéticas que desde motivos diversos hablan de lo que les afecta. A mí, me corresponde estar bajo llave, afuera se pasean las escrituras del horror y la infamia, me he cansado, como muchos, de contar pérdidas mientras los soldados al pasar marcan el compás de los asesinos.
Leo a Jenny para saber su verdad y si la llamo desde el otro lado de calle, temo que ella, en otra dimensión, se asuste con el grito que la sorprenda en sus preguntas. Es que atraviesa con sigilo las calles de la confusión para leer el aire en su sombra.
En los últimos poemas de este compendio reconocido con un premio, condensa tiempo y espacio y en paneos cortos se libera para poder continuar después de Llevar el aire. El largo aliento del comienzo va en descenso tal vez para no encontrar tan pronto a los hombres en las propiedades del olvido.
De espejos son las paredes del mundo interior y exterior de Jenny, es posible que al leerla sean los dedos de ella los que pasen las hojas del libro.
Bogotá, Enero 26 de 2019
LOS ÁRBOLES
La mirada de mi padre cuando llego tarde
es un faro
que alumbra la espera.
Revisa si mantengo intacta la música,
si es igual el ritmo de mi pulso,
si no me da vergüenza darle un abrazo
mientras envejece.
Me escondo y evito pensar
en los árboles
viéndolos dormir bajo el invierno,
rezo
y me hundo en brazos invisibles
deseando aún no se acuerden de él
y lo dejen en la ingratitud de mis palabras
y mis actos escondidos
que sólo esperan no contrariar
el paisaje luminoso
que él imagina a mis días.
LLEVAR EL AIRE
Teotihuacán alberga miles de montículos de aire,
remolinean desde tiempos inmemoriales
bajo sus grandes pirámides.
Quien sienta el latir
de las grandes piedras
podrá descubrir un elemento milenario
que juega con el destino de los hombres.
Habita el aire los lugares menos pensados:
las calles de largos pasillos
donde brincan las hojas secas
y se llenan los espacios vacíos:
las venas del planeta que tiembla cada tanto,
el torrente que fluye al interior de los amantes.
El aire
ese que abre sus brazos
y sostiene las palabras.
LAS COSAS
Las cosas que alguna vez nos pertenecieron
no nos extrañan.
Abandonadas
a la intemperie de la noche,
son todas una despedida larga
de quien se quiere quedar
en esa cama,
baño
escalera
sala
en la gran ventana
donde se olvidaron.
Las cosas que el destino juega
y ofrenda
son mi manera de perpetuar
ese nuboso recuerdo que soy
como también la excusa
para regresar a esos lugares
y encender brasas
con su historias.